Pudo ser peor. Podía haber llovido, por ejemplo, o se podía haber averiado el autobús al regreso. Pero hizo buena noche, sobre todo para la parroquia local, que se divirtió de lo lindo a costa de un Athletic que fue cumpliendo una por una todas ... las leyes de Murphy. El Athletic estuvo partido por la mitad y falló penosamente en las dos áreas. Como dijo el torero, lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible y, tal y como se desarrollaron los acontecimientos, era bastante improbable que el improvisado equipo rojiblanco saliera con bien del campo de la Real.

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Los entrenadores suelen incidir mucho en la cuestión de los pequeños detalles que tantas veces deciden la suerte de un partido. Valverde podría recurrir al argumento para explicar lo que ocurrió anoche. La Real cobró una ventaja insalvable en dos jugadas aisladas en las que el comportamiento de la defensa rojiblanca fue manifiestamente mejorable. Que el Athletic se fuera al descanso en desventaja no era del todo justo, después de que Guruzeta cabeceara a las nubes tras un desmarque que se trabajó muy bien, y, sobre todo, por la jugada en la que Iñaki Williams no llegó por centímetros a un centro de su hermano Nico que era medio gol.

Pero el partido se terminó de torcer definitivamente en el arranque de la continuación. Segundos después de que un remate de Iñaki Williams, en una posición inmejorable, se fuera rozando la base del poste, en la siguiente jugada, Kubo culminó a placer un contragolpe que pilló a la defensa rojiblanca desordenada. Qué decir del gol de Oyarzabal, todo un homenaje del Athletic a la vieja tradición japonesa del harakiri, para que el estandarte realista, renqueante desde que regresó de su grave lesión, pusiera la nota emotiva.

Si muchos partidos se resuelven por esos pequeños detalles, mucho más cuando se trata de un derbi, que siempre se juega en equilibrio precario y que tantas veces se decanta por cualquier nimiedad.

Pero al margen de los pequeños detalles, hubo también grandes razones que orientaron el rumbo del partido desde el primer minuto. Se sabía que las ausencias obligaban a Valverde a improvisar la sala de máquinas; lo que no se esperaba era que el técnico se liara la manta a la cabeza y la improvisación acabara en un cambio radical. La verdad es que las bajas de Ruiz de Galarreta y Sancet impactaban de lleno en la sala de máquinas, pero quedó la impresión de que al técnico se le fue la mano con la solución. Vesga, el tercer pivote sobre el que descansaba hasta este sábado la estructura del equipo, se quedó en el banquillo. Herrera, Dani García y Muniain asumieron el relevo. Es innegable que el juego y hasta la idea general del equipo se resintieron. Es cierto que Valverde no disponía de muchas combinaciones, pero alguna más prudente había, sin lugar a dudas.

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Como un día dijo Ruud Gulllit, un equipo es como un buen reloj: si se pierde una pieza todavía es bonito, pero ya no funciona igual. El Athletic ha perdido la mejor pieza con la que contaba en este arranque de temporada, y aunque el conjunto aparenta que no ha pasado nada, sí ha pasado, ¡vaya si ha pasado!

El Athletic perdió capacidad de combinación, tuvo poco balón y hubo demasiado juego directo lo que pagaron sobre todo los hermanos Williams quienes se vieron recordando los viejos tiempos, cuando se veían condenados a perseguir balones imposibles en lugar de recibir pases en ventaja como lo han venido haciendo en los últimos partidos.

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No se trata de responsabilizar a nadie, pero como de las derrotas se aprende más que de las victorias, posiblemente una de las conclusiones más evidentes que se pueden extraer de ésta, es que cuando se juegan todos los partidos con los mismos protagonistas, los que no están en esa lista se quedan sin ritmo de competición y con muy poquita fiabilidad cuando les toca salir a cubrir una emergencia.

Decir que el Athletic no fue a Anoeta a luchar contra los elementos resultaría exagerado, pero lo cierto es que todo lo que pudo salir mal, le salió peor. Y eso, sin contar con el papel de la Real Sociedad, un equipo que mueve la pelota estupendamente en la zona ancha y que tiene arriba un par de cuchillos y un tanque que le aporta un amplio catálogo de variantes para atacar defensas contrarias. Los de Imanol fueron más contundentes y acabaron llevándose el partido con todo merecimiento.

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