El Athletic, condenado por su propia torpeza

Es verdad que ni en Logroño ni en Yeda Valverde ha afrontado el partido con la alineación que, con algún matiz, todos sabemos de memoria. En el partido de Copa apostó por una de esas rotaciones que marean al más pintado y la cosa se complicó tanto que todavía alguno sigue con molestias en la garganta al tragar. Ayer se quedó con la estructura atacante en los huesos con las ausencias de Sancet, Nico Williams y Ruiz de Galarreta. Las lesiones también son un factor a tener en cuenta en una temporada siempre larga y este año más intensa de lo habitual.

Sea por decisión propia o por razones ajenas a su voluntad, Valverde ha presentado en estos dos partidos de enero dos alineaciones sorpresa y el resultado ha sido igual de malo. En Logroño los penaltis resultaron favorables. En Yeda ni siquiera se rozó la opción de buscar fortuna en esa suerte. Es más, el equipo regaló los dos goles en dos jugadas en las que encadenó errores como si fuera un concurso.

Aunque jugaba en Arabia, el Athletic seguía en espíritu en La Rioja. Las mismas imprecisiones, los mismos fallos, la misma falta de tensión… la misma torpeza individual y colectiva para complicarse la vida de forma innecesaria y extender una alfombra roja al rival. Y a pesar de todo, hasta pudo agarrarse a la heroica con el gol de Iñaki Williams a falta de cinco minutos. Un gol justamente anulado por fuera de juego, todo hay que decirlo.

El partido deja sensaciones contradictorias. Por un lado pareció que al Barcelona le bastó con aprovechar la torpeza ajena para llevarse un triunfo cómodo. Pero, aunque solo fuera a ratos, el Athletic también fue capaz de enseñar los dientes y fabricar ocasiones para mover el marcador. Antes del descanso, Szczesny ya salvó un par de veces a su equipo del empate.

El espíritu de combate del Athletic permanece inalterable y fue ese espíritu el que mantuvo en pie al equipo a pesar los pesares, que fueron muchos. Pero eso es insuficiente para ganar un partido de este calibre. Queda la sensación de que el Athletic que hemos estado viendo hasta Navidad hubiera creado muchísimos más problemas a un Barcelona que tampoco dio muestras de estar en su mejor momento.

Pero el Athletic que vimos en Arabia estuvo bastante lejos del que nos hemos acostumbrado. Como en Las Gaunas, pero ayer con muchos más titulares en el campo. Hubo fases en las que el Barcelona ganó en intensidad, y esa es muy mala señal. Pero hubo, sobre todo, una sucesión de errores individuales de jugadores de fiabilidad comprobada, que acabaron haciendo mella. Se sucedieron los balones regalados al rival por los dos centrales, los pases fáciles fallados en terrenos comprometidos, como los que precedieron al segundo gol, y las desconexiones colectivas como la que se produjo en el primero. Ante jugadores del nivel de los que cuenta el Barcelona, esos fallos suelen resultar letales.

Solo Berenguer estuvo a la altura y cuando tuvo la ayuda de Yuri se bastó para romper la cintura a la defensa rival desde su banda, lo que abona la idea de que con un Athletic a su nivel habitual la historia hubiera podido ser muy distinta, fuera cual fuera el resultado final.

Pero el fútbol no entiende de hipótesis. La derrota ha llegado después de quince partidos y en una mala noche. A lo mejor, dadas las circunstancias, hasta viene bien esta semana de paréntesis que se abre ahora antes del compromiso de Copa ante Osasuna para que el equipo se rearme y recupere el tono perdido en vacaciones.