Con estos amistosos nos hemos podido hacer una idea sobre lo que nos espera

A estas alturas el Athletic es un libro abierto cuyas páginas hemos leído y releído un montón de veces hasta sabérnoslas de memoria. Conocemos el planteamiento, el nudo y el desenlace; conocemos a los protagonistas como si fueran de la familia y sabemos de todas sus virtudes y defectos, tanto en el plano individual como cuando actúan en colectivo. La única esperanza que nos queda de no volver a ver lo mismo otra vez es que se produzca una mejoría general, improbable, o que un par de jugadores vean la luz y se conviertan en faros que guíen a sus compañeros. Hay algunos que pueden desempeñar ese papel, claro, pero se tienen que alinear tantos astros que la esperanza de que se produzca el prodigio es similar a la que tenemos cuando compramos un billete de lotería.

Como no podía ser de otra forma, el último amistoso sirvió para ensayar la alineación que muy probablemente será titular en el estreno de la Liga e incluso los cambios. En cuanto a la alineación, salvo la irrupción de Galarreta, el resto solo se diferencia de cualquiera de las del año pasado en el modelo de la camiseta.

Valverde empezó con Iñaki Williams en punta, su hermano Nico y Muniain en las bandas y Sancet por dentro. En el descanso Villalibre ocupó la punta del ataque para que Iñaki pasara a la posición de su hermano. La única novedad del movimiento fue el momento en el que se produjo; lo habitual suele ser el minuto 60.

Con Galarreta y Vesga asentados en la zona de elaboración, atrás no hay más novedades que las forzadas por las circunstancias. Sin Martínez y con Yeray lesionado, Paredes hace pareja con Vivian, con De Marcos y Lekue en las bandas. Precisamente Paredes fue el encargado de repetir otro de los clásicos de este equipo: el error inoportuno que echa por tierra todo el trabajo anterior.

El Athletic se había adelantado en el marcador sobre la media hora de juego con un gol de Nico al que dejó solo Sancet con un gran pase. El balón lo había recuperado Lekue aprovechando un error de Maguire que alimentaba así su fama de central torpón y peligroso en las dos áreas. A partir de ese gol los de Valverde, que habían pasado algún apuro en el arranque, pasaron a practicar un fútbol aseado, con buen control de la pelota, aunque absolutamente carente de filo, que obligó a los suplentes del United a correr de aquí para allá sin mucho sentido. De tratarse de un partido de competición hubiéramos dicho que el Athletic estaba haciendo lo necesario para ganar con justicia.

Pero como tantas otras veces que el Athletic estaba mereciendo premio, llegó el error individual no forzado, que dirían en el tenis, para rebajar la categoría de justo ganador a ganador moral. Paredes perdió el balón ante Hannibal y se vio obligado a agarrarle siendo el último defensa. Quedaban veinticinco minutos por delante para jugar con diez, lo que a estas alturas es una broma de bastante mal gusto.

El Athletic supo defenderse con tres cambios, Imanol, Nolaskoain y Herrera, que reforzaron su sistema de contención ante un rival lleno de meritorios que no veía la forma de superar el atasco. El resultado del partido era lo de menos, pero una victoria hubiera supuesto al menos adecentar la pobre estadística de este verano y, ¡qué demonios!, ganarle al United a domicilio siempre luce aunque sea un amistoso.

Pero ni por esas. En la última jugada del partido Maguire se redimió devolviendo de cabeza al corazón del área un envío largo a la desesperada para que Pellistri fusilara a Simón ante la atenta mirada de los improvisados centrales del Athletic. En la última jugada, minuto 92, como en el último partido del año pasado en San Mamés ante el Elche. En fin…