El problema de jugar contra diez

Pero será porque pervive la maldición de los pantalones verdes, o quién sabe por qué, pero el Athletic no acaba de arrancar del todo en ese escenario. Ni cuando las decisiones arbitrales influyen a favor. Cuando el VAR llamó al árbitro para que revisara la acción de Samú Costa, todos en Mallorca se temieron lo peor, porque los colegiados suelen seguir las directrices que les dan desde Las Rozas quienes se encargan de rebobinar las jugadas, pero se salvaron. Después de poner a los pies de los caballos a Martínez Munuera en una jugada que no parecía de tarjeta roja, el árbitro, con buen criterio, desautorizó a Iglesias Villanueva, que estaba delante de las pantallas y aunque no lo dijo porque sabe que la grabación se hará pública debió pensar eso de, «no te pido que pares las que van dentro, pero al menos no te metas las que van fuera».

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La jugada se quedó en susto para el jugador portugués y el resto de su equipo, pero Samú Costa se vino arriba, pensó que todo el monte era orégano y diez minutos más tarde, reincidió. Tiene la fea costumbre el jugador del Mallorca de tocar la pelota y prolongar su acción hacia la pierna del rival, y esta vez no tenía escapatoria. No había VAR que lo salvara. El perjudicado, por la rascada y además por la sentencia del público, que lo condenó a escuchar silbidos el resto del partido, fue Iñigo Ruiz de Galarreta.

Y en ese momento de la segunda amarilla comenzó otro partido cuya melodía nos suena muchísimo, el que juega un Athletic incapaz de aprovecharse de la superioridad numérica para plantear soluciones imaginativas y llevarse el partido con facilidad. Todos hemos visto esta historia más de una vez. Y la contraria, claro. Si el expulsado es jugador del Athletic, parece que el equipo no se queda con diez, sino con siete. De repente empiezan a abrirse brechas en todos los flancos, los contrarios entran como flechas, como si jugaran con 13. Recuerden el ejemplo más cercano, el partido contra el Sevilla. Agirrezabala fue expulsado en el minuto 82, quedaba un cuarto de hora para el final, y aquello pareció el acabose, como si el conjunto sevillano fuera el líder, y no un equipo del montón, que es lo que era. Al final, claro, acabó empatando.

Como el Mallorca esta vez. El Athletic fue incapaz de buscarle las cosquillas a un rival disminuido. Arrasate, que había salido con un planteamiento valiente, para amargarle la velada a su amigo Valverde, y que lo estaba llevando a cabo, cambió su mentalidad en menos de un minuto. Según se retiraba Samu Costa cabizbajo estaba haciendo el primer cambio de su equipo, quitando a un delantero y sacando un jugador de contención. Y salvo en contadas ocasiones, que como es lógico tenían que llegar, aunque solo fuera por insistencia, el Athletic apenas creó peligro. Ni en los once saques de esquina, muchos de ellos mal tirados, que lanzó en la segunda parte.

Una vez más, y no es la primera vez, tener un jugador más sobre el césped no se traduce en nada. Tendrá que trabajar alguna cosa el equipo para concretar en resultados esa superioridad numérica, que resulta estéril cuando el ritmo de juego no desborda al rival, en este caso un Mallorca bien armado y con las ideas muy claras desde que asumió su inferioridad.