Pues nada, hasta aquí hemos llegado con la Supercopa. Es una pena, pero también un alivio, si nos ponemos a pensar. Un regreso rápido de Arabia Saudí, ese gran país de las libertades y los vergeles exuberantes, un partido menos en una temporada cargadita y ... el poder librarte de una decepción más gorda en caso de perder la final.

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Ya sé que todo lo que estoy diciendo no es más que la fábula de la zorra y las uvas que contó Esopo y recreó Félix de Samaniego, pero en versión futbolística, y que a todos nos hubiera encantado que el Athletic impidiera por la vía de los hechos consumados, que Dani Olmo jugara la Supercopa, y no por una manía personal al jugador, que no tiene ninguna culpa de los desmanes de su club, sino por cumplir con los reglamentos dejando al Barcelona en la cuneta. Viendo a Joan Laporta en el sillón real que le colocó la organización, daban más ganas. Al menos Jon Uriarte daba otra imagen desde ese ridículo trono que habían puesto a los presidentes y que por aquellos lugares debe ser lo más elegante, sobre todo cuando las fronteras entre la elegancia y la horterada millonaria no están muy definidas.

Pero no ha podido ser. Dos goles anulados en el límite, una expulsión perdonada con el «sigan, sigan» desde el VAR, pese a la evidencia del pisotón de Cubarsí al tobillo de Berenguer, y bastantes minutos de flojera al principio del partido y en el comienzo de la segunda parte para acabar perdiendo frente a un Barcelona que reprodujo, en 90 minutos, lo que le está pasando esta temporada, un comienzo muy bueno y un final titubeante. Pero bueno, está montado así, y no vamos a echar la culpa al árbitro, aunque en Yeda se cumpliera uno de los anhelos federativos desde que el torneo se disputa en el país de los hombres y las mujeres libres, porque el dinero es el dinero, y la tajada es grande cuando Barcelona y Madrid juegan la final. Y ese día se llenará el campo de aficionados de toda la vida que beben los vientos por el Barça y el Madrid, si es que llega, claro, que sería lo normal

Aquí todo el mundo gana, aunque algunos, menos que otros, y hay exfutbolistas que se lo llevan más crudo que algunos de los equipos contendientes solo por el mero hecho de tratar de tú al anterior presidente de la Federación, aunque ya no sé si es el anterior, o cuántos han caído por el camino entre inhabilitaciones, recursos y otras hierbas. Por ese colegueo del Geri y el Rubi, volaban los millones en forma de comisiones como si fueran confeti. No conozco de nada al actual presidente de la RFEF, pero si se atreviera a desmontar la Supercopa árabe, firmaría la petición de indulto si es que el Supremo le condena en firme por no sé qué prevaricaciones que tiene pendientes por ahí.

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Así que para casa, que los futbolistas llegarán hoy a Bilbao, y estarán más frescos para la larga cuesta de enero que todavía queda por subir. La derrota en Yeda es mala para las estadísticas, pero debe ser un acicate para la moral de los jugadores, que cuando consiguieron tener la pelota y fueron valientes, recordaron al Athletic dinámico que tanto nos divierte a los de a pie.

El siguiente reto, y además en San Mamés, si es que consiguen abrir los candados, herrumbrosos ya por pasar tanto tiempo cerrados, es Osasuna, otra oportunidad de llegar de nuevo a cuartos de final. Recordemos que hace no tanto, el Athletic asaltó El Sadar. En casa debería ser menos complicado.

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