Si hay algo bueno que tiene el fútbol es que todos los veranos se ponen los contadores a cero. Salvo tras catástrofe irremediable, es decir, un descenso de categoría por ejemplo, los sinsabores de la campaña anterior se olvidan cuando los periódicos anuncian que los ... chicos ya están trotando por Lezama. Y es algo impepinable. Recordemos el primer año del bienio negro. Acabó la temporada en la que el Athletic de Clemente se salvó a dos jornadas del final, y, como por ensalmo, con el comienzo de la siguiente campaña, los males estaban olvidados y todos mirábamos hacia un horizonte en el que lucía el sol.
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Pero mira por dónde, la temporada siguiente no fue igual, sino mucho peor. El sol había sido el efecto óptico de una lámpara reflejada en el espejo, y las tormentas arrasaron San Mamés. Sin embargo, la memoria de los aficionados es tan corta, afortunadamente, que pasado un mes de una salvación agónica, con las elecciones de por medio, otra vez regresó la ilusión. Quedaba cierto resquemor porque las habíamos pasado canutas, pero cuando Caparrós exclamó aquello de que le hervía la sangre rojiblanca, a los athleticzales también les empezó a burbujear la suya.
Y será así otra vez, ahora que Valverde ha convocado a sus muchachos. Como si se tratara de un mecanismo de defensa que desarrollamos, o simplemente, como después de una noche de sueño profundo, el cerebro de los aficionados se resetea y empieza a contar de cero, como si todo lo anterior no hubiera sucedido.
Veremos las fotografías de los futbolistas bronceados y alegres y nos contagiarán esa alegría. Hablará Galarreta de sus ganas, y nos subirá la moral a límites insospechados. Será difícil que nos ilusionemos por fichajes de relumbrón, porque no los habrá, y mantendremos la llamita encendida de jugar en Europa aunque no dependa de nosotros sino de unos señores que trabajan y maquinan en Suiza. Y si se apaga, pensaremos que tal vez sea mejor; que no podíamos esperar otra cosa y que así llegaremos más frescos al final de temporada.
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Los contadores están a cero, ya digo, a la espera del banderazo de salida, y la ilusión por las nubes, pero hay aspectos que no se pueden obviar por mucho que empecemos de nuevo, y uno de ellos es el desembarco en Lezama de fichajes propiciados por la dirección deportiva, como el último anunciado por el club, que será el director de desarrollo deportivo y cesiones. De momento, la factoría rojiblanca se está vaciando de personas que llevaban años ahí, y que conocían cada recoveco de las instalaciones y su manera de hacer las cosas.
Se despidieron Blas Ziarreta, Peio Aguirreoa y bastantes más, algunos todavía en pleitos con el club, y no sé si es bueno. Hace años que un director de Lezama me comentó que, desde su fundación, la forma de trabajar no ha cambiado en su esencia; que, lógicamente, se ha adaptado a las formas, a los sistemas, en una labor de evolución constante. Y a la vista está: siguen saliendo futbolistas para el primer equipo. A veces más, a veces menos, pero la maquinaria funciona.
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Por eso siento un poco de vértigo al observar que el director de fútbol, que llegó de rebote a ese cargo, tras la marcha atrás con el mexicano Aviña, y después de haber dirigido la cantera del Alavés, como cualquiera puede comprobar muy poco prolífica, ha colocado de allí mismo -ahora se ha convertido, por lo que se ve, en un club a imitar-, al nuevo fichaje que arrastra un currículum imbatible. Ha sido director deportivo del Tenerife, el Conquense, el Albacete y el Lugo. Impresionante hasta ahí. Después gestó el departamento de expansión internacional del Alavés, algo muy necesario en el Athletic dada su filosofía (modo ironía), y luego se lanzó a la aventura del Marbella. Le dieron los recursos suficientes para intentar, como director deportivo, ascender al equipo a Segunda División. Sin embargo, lo echaron a patadas cuando descendió a Tercera. «No me arrepiento de ninguna decisión», dijo entonces.
A mí todos estos fichajes de personas ajenas totalmente al Athletic, que no conocen su idiosincrasia, siempre me despiertan dudas, y a Pallarés me remito. Lo entendería si llegaran lumbreras del Manchester City, del Ajax y del Milan, pero desalojar Lezama de gente de la casa, para traer expertos del Rubin Kazan, el Levante, el Alavés o el Marbella, por mucho que manejen el big data como quien lava, qué quieren que les diga, me huele a chamusquina. Espero equivocarme.
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