Superado el mal trago, algo que muchos otros equipos de Primera no consiguieron hacer, el Athletic, con la visión corta puesta ya en la Supercopa, empieza a mirar de reojo a la ronda de octavos de final de la Copa del Rey. Tal como están ... las cosas, lo más probable, aunque no seguro, es que el rival del sorteo vuelva a ser un equipo de inferior categoría, lo cual, como se demostró en Las Gaunas, no es garantía de nada, como pueden corroborar los aficionados de Espanyol, Villarreal, Girona, Alavés, Mallorca, Sevilla, Las Palmas o Valladolid. Todos ellos acabaron con la frustración de haber caído frente a un rival teóricamente inferior.
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Pero eso es lo bueno que tiene el fútbol, que un modesto le puede ganar a un grande. Es bonito, aunque solo cuando le pasa a otro, que hasta que Unai Gómez marcó su penalti con frialdad de veterano andábamos todos con la mosca detrás de la oreja, acordándonos de aquel fantasma del antiguo Malecón donde la Gimnástica de Torrelavega le inoculó al Athletic la vacuna de las eliminatorias a un partido. Fue una dosis que sigue siendo eficaz 22 años después, aunque empezáramos a dudar cuando se acabó el tiempo y llegaron los penaltis.
Pero habrá que sacar algunas conclusiones, no demasiadas, de lo que no llegó a ser en Logroño, donde los aficionados rojiblancos disfrutaron unas cuantas horas y sufrieron algunos minutos. La primera es que el fútbol, que hasta hace unos años era igual allá donde se jugara, es actualmente un deporte dividido en dos. El de toda la vida y el del VAR. Como sucede con el GPS de los coches, que ha atrofiado el ingenio de los conductores a la hora de buscar su destino, la tecnología parece haber anquilosado parte de las funciones de los árbitros de las categorías superiores, que se fían demasiado de la maquinita y no ven cosas que antes veían. Da la sensación de que, con VAR, el partido no habría llegado a la tanda de penaltis. Una mano clara, y la acción que acabó en gol de Berenguer, y en la que el linier estimó que la pelota había salido, se habrían corregido desde Las Rozas.
Otra conclusión a la que se puede llegar es que al Athletic no le va jugar al trantrán, que es lo que hizo a partir de la media hora de partido en Las Gaunas, probablemente porque el terreno de juego se fue estropeando con el pase de los minutos y no era nada fácil jugar rápido y con precisión cuando la pelota bota una vez para aquí y otra para allá. Teniendo en cuenta que la mayor ventaja que tenía hace décadas el equipo bilbaíno era ese mítico barrillo de San Mamés, dice mucho de la evolución del fútbol, así que lo que antes resultaba favorable, ahora es una desventaja.
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Pero, claro, hay que buscar alternativas para solucionar ese tipo de problemas que se presentan en partidos como el del sábado. No fue una cuestión de jugadores, desde luego, porque cuando Valverde decidió retirar a la brigada ligera y poner en el campo a la división acorazada, el resultado fue el mismo. Frente a un equipo que lo hizo todo bien, salvo en la tanda de penaltis, lo mismo dio que jugaran unos que otros, así que la solución tendrá que venir por el lado de la intensidad, que no llegó al cien por cien en Las Gaunas.
Al menos, se superó el mal trago.
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