Ya llueve más

Pero en relación al partido que jugó el Athletic en Leganés en ningún caso se podría usar la frase, porque llovió mucho, con ganas, hasta el punto de que, con el partido comenzado, muchos aficionados no se atrevían todavía a sentarse en su localidad, en un estadio que, salvo por la cubierta de la tribuna principal, está totalmente desguarnecido, y no era cuestión de agarrarse un remojón con el que convivir durante 40 minutos. Encima, el sol se burlaba en el horizonte en un cielo despejado que no era tal sobre el campo.

No llovió menos; llovió más, pero los tres puntos volaron hacia casa porque el Athletic es mejor equipo que el Leganés y lo demostró cuando hacía falta. Es cierto que los cinco choques que han jugado los rojiblancos en ese campo del sur de Madrid no entrarían ni con calzador en la relación de los mil mejores partidos de la historia de la Liga, y no es porque el terreno de juego sea pequeño, porque en realidad es 210 metros cuadrados más grande que San Mamés, ya que tiene el mismo largo y dos metros más de ancho. Tampoco se puede achacar al césped, en perfecto estado, como todos los de la Liga –en esto hace buena labor Tebas–, sino, tal vez, a la manera de jugar que tienen equipos como el Lega, de bajo presupuesto pero gran entusiasmo, cuyos futbolistas no tienen ningún problema en perseguir un balón aunque se pierda por encima de las tribunas.

Así que para ganarle al Leganés hace falta poner la misma intensidad, tener un toque de fortuna y después colar algún detalle de calidad que desequilibre. Sobre la intensidad, que otras veces faltó en este mismo campo, no queda ninguna duda de que la pusieron los jugadores del Athletic. También tuvieron fortuna en algunos lances del juego, como cuando Núñez despejó hacia atrás y la pelota golpeó en el poste, o en el remate de Vivian que pegó en un defensa y despistó a Soriano para que llegara el primer gol.

Los detalles de calidad los puso durante muchos minutos Iñigo Ruiz de Galarreta, que en dos partidos se ha convertido otra vez en el faro que guía las vicisitudes del Athletic en el campo. No será casualidad que los dos partidos que ha jugado han acabado con victoria rojiblanca. La calidad también la pone Iñaki Williams en el remate, que, no nos olvidemos, metió el pie a una pelota que condujo Gorosabel por toda la banda derecha mientras iba sorteando líneas pepineras.

La alegría que se llevaron esos cientos de seguidores rojiblancos, inasequibles al desaliento, valientes ante el chaparrón, fue descomunal. Allí estaban, en su esquina, bien tratados, porque la afición del Leganés es siempre amable, pero mojados, esperando una alegría, y fueron dos. Bravo por ellos.

Era un partido que el Athletic tenía que ganar, porque un empate habría sabido a muy poco, y que afianza la idea de que, como la temporada anterior, las cosas se están haciendo bien. Hubo algún desajuste en defensa con la incorporación de Unai Núñez, que tendrá que seguir adaptándose y ganando en concentración para no cometer errores; el portero, Julen Agirrezabala, parece haber olvidado ya los dos fallos en Las Palmas y estuvo solvente, y los demás pelearon cada balón en medio campo y delante, que es lo que había que hacer frente a un rival como el Leganés. Una hoja que se arranca del calendario liguero y que pasa directamente al 'haber' de la hoja de cálculo rojiblanca. Qué mejor aval de cara a lo que llega en los próximos días. Entre otras cosas, la visita al Olímpico de Roma.