Infantino con Rubiales como Indiana Jones en la búsqueda del arca pérdida

Como ha hecho Infantino con Rubiales. Después de la vergonzosa asamblea de la Federación, de las declaraciones varias de miembros del Gobierno que hablaban de destitución y, por ende, cuestionaban la neutralidad del Tribunal de Arbitraje del Deporte, dando por hecho que se iba a producir sin que siquiera se hubiera iniciado el procedimiento. Tras todo el circo que se ha montado, llega la FIFA y le descerraja el tiro a Rubiales y acaba con el asunto. ¡Pum! 90 días de suspensión, y adiós al problema, porque ahora pasarán cosas, pero, denlo por hecho, del señor del piquito nunca más se sabrá, al menos como presidente de la Real Federación Española de Fútbol. Es hombre muerto en el mundo institucional del deporte. El máximo organismo del fútbol mundial, sin dictar sentencia la ha dictado, porque cada día de suspensión es una palada sobre el ataúd.

Se juzgará el caso por lo civil, por lo penal y lo deportivo, pero olvídense. El mundo del fútbol, que olvidó a Ángel Villar en cuatro días después de 28 años al frente de la Federación, tardará menos en hacerlo con Rubiales. ¿Con quién?, ¿de qué persona me está hablando?

En San Mamés apenas hubo referencias. Se manifestaron los seguidores del Betis en su esquina, cuando todavía se les podía escuchar porque el resto de las tribunas no estaban ocupadas. «Rubiales vete ya», y «corrupción en la Federación» eran las frases que repetían los 500 verdiblancos de la grada, aunque la primera era más a título de inventario porque resultaba baladí decirle que se fuera a alguien que ya se ha ido. En el bando bilbaíno, una pancarta en la tribuna Norte con el nombre del personaje tachado con dos aspas, era la única alusión al asunto que ha ocupado informativos, tertulias y redes sociales en la última semana.

Después comenzó el partido, tras un mini homenaje a Óscar De Marcos por su partido 500 con la camiseta del Athletic. El capitán valoró lo que ha sucedido en la última semana. «Todos hemos visto una actitud inapropiada en el Mundial, luego en las declaraciones y la Asamblea». Con el fútbol en marcha nunca más se supo de Rubiales en San Mamés. Los de casa porque en diez minutos se les hundieron las expectativas que se habían hecho. Nunca pensaron lo que iba a suceder después. Entre los béticos era la euforia la que predominaba, así que Rubiales desapareció en el baúl de los recuerdos. Los del Athletic, claro, tenían otras cosas en qué pensar con un marcador tan contundente en contra.

Pero entre la clarividencia de Galarreta, la electricidad de Nico, el empuje de los demás y las decisiones del VAR a la hora de tirar líneas y su criterio en los penaltis, se obró el milagro. Entonces San Mamés fue una fiesta porque Vesga no tuvo ningún reparo en tomar la responsabilidad de lanzar las penas máximas, Guruzeta estuvo oportuno y Unai Gómez lo mismo casi al final. Así que la afición del Athletic se olvidó de otras cosas. De hecho, la única alusión a Rubiales en lo que restaba del partido fue por persona interpuesta, cuando Pellegrini decidió poner en el campo a Borja Iglesias y las tribunas lo recibieron con aplausos.

Infantino hizo el trabajo sucio, disparó su revólver y desactivó a Rubiales en un pispás, cuando en los estamentos nacionales se enredaban con los legalismos y los posibles caminos. La FIFA es así en cuestiones futbolísticas. A su presidente, con traje y zapatillas blancas de deporte, no le costó ni una hora de sueño apartar a Rubiales, pertrechado por un equipo legal que asustaba en el CSD y hasta en el Consejo de Ministros. Miró con gesto de cansancio al presidente de la RFEF, desenfundó y disparó. Como Indiana Jones.