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Ernesto Valverde no se fiaba ni un pelo de lo que pudiera pasar en un campo como el del Ludogorets, porque ha vivido desde el banquillo del Athletic unos cuantos fiascos europeos, por poner un solo ejemplo, aquel del Sassuolo, en el que los rojiblancos ... regresaron de la histórica Reggio Emilia con el rabo entre las piernas. Aquel día, el entrenador optó por hacer rotaciones, pero esta vez no. Así que no se le veía buena cara después de los primeros compases, de varios despistes y unos cuantos resbalones. El ambiente entre los jugadores del Athletic era más frío que la temperatura ambiente, pese a los ánimos de los 500 incondicionales que trataban de calentar el partido con sus cánticos.
Todos andábamos con las orejas tiesas después de ver los primeros cinco minutos del partido. Suele ser bastante fácil radiografiar una actuación del Athletic cuando se juntan esos elementos que esporádicamente se repiten: un rival teóricamente inferior, un campo como el del Leganés o el Getafe, que ya a primera vista da cierta mala espina, y un comienzo titubeante. Apostar por un gol en contra antes del propio no suele ir demasiado desencaminado.
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Tan grande era la mosca que revoloteaba por detrás de la oreja del entrenador que para evitar sustos decidió alinear a su núcleo duro. Con un par de retoques el once que puso en liza Valverde se pareció bastante al equipo tipo que utiliza durante la Liga. Puso a Gorosabel por De Marcos y apareció Berenguer, que circula por la alineación titular como Pedro por su casa, así que en teoría se iba a permitir pocas bromas el técnico, y casi ninguna rotación.
Quién sabe si por eso, porque empiezan a acumular muchos esfuerzos consecutivos, a los jugadores del Athletic se les vio algo faltos de energía, de la chispa necesaria como para enfrentarse a un equipo con menos calidad pero que, indudablemente, iba a salir a morir y a pelear cada balón hasta que las fuerzas les aguantaran, que es lo que pasó.
Porque, claro, Iñaki Williams, que es un jugador incombustible porque lo juega todo y tiene el motor indestructible como el de un Jeep de la II Guerra Mundial, puede empezar el partido algo más gris que en otras ocasiones, pero cuando el rival empieza a apagarse él sigue con la misma potencia, así que llega un momento en el que después de haber estado por debajo empieza a salir a la superficie. Así llegó el gol del empate, además con un control idéntico al que dibujó frente al Espanyol para conseguir uno de sus dos tantos.
Pero lo de Iñaki es excepcional, no digamos lo de caso único en el fútbol mundial, pero casi. Lo cierto es que al margen del mayor de la saga Williams, tendrán los técnicos, los fisiólogos, los recuperadores y los médicos del Athletic que empezar a hilar muy fino con los esfuerzos de los futbolistas para evitar lesiones y bajadas súbitas de rendimiento, porque para quien conforma la alineación es una tentación muy grande tirar de los clásicos un partido sí y al siguiente también porque los hombres en los que confía ciegamente son los que se lo han ido ganando desde hace mucho tiempo, pero una de las mejores virtudes de Ernesto Valverde es su sentido común, así que por ese lado no parece que los habituales vayan a reventar por un exceso de revoluciones.
Y más después de lo que sucedió en la fría noche de Razgrad frente al Ludogorets, en la que unos recambios a tiempo modificaron el sino del partido. En una temporada en la que el Athletic tiene más fondo de armario que nunca, tendrán que aprovecharlo, y más todavía cuando aparecen futbolistas como Nico Serrano, el autor del gol de la victoria rojiblanca, conseguido con esa zurda de oro que maneja el pamplonés, que después de varias lesiones y cesiones consecutivas parece estar preparado para lo que le echen.
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