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La primera vez que la televisión ofreció la imagen de los árbitros y demás sujetos de la sala VOR, aquello fue una novedad, un ¡anda, mira! que mezclaba la curiosidad con la admiración. Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, pensamos todos copiando la ... frase que le decía don Sebastián a don Hilarión en la Verbena de la Paloma, que seguía con aquello de: es una brutalidad, es una bestialidad. Con más reticencias o menos, todos pensábamos que aquel invento diabólico iba a ser el remedio a todos los males del arbitraje. De hecho, la mayor parte de sus detractores argumentaban que el VAR iba a desterrar las polémicas arbitrales y, por ende, le iba a quitar al fútbol parte de su salsilla.
Pero resulta que no. Todo lo contrario. Si hasta el advenimiento del VAR, cualquier injusticia arbitral se achacaba al encargado de dirigir el partido, y como mucho, a sus dos linieres, o, tirando por elevación, al Comité Técnico de Árbitros y al presidente de la Federación, ahora resulta que el abanico de sospechosos se ha ampliado, y aquel ¡anda, mira! con la imagen de los señores de la sala VOR, se ha convertido en un, «a ver qué fechoría perpetran hoy estos señores», y nos imaginamos que aquel cubículo no es un lugar en el que se imparte justicia, sino la sala de control de la malvada organización contra la que luchaba James Bond, esa 'Sociedad Permanente Ejecutiva de Contraespionaje, Terrorismo, Rebelión y Aniquilamiento', resumida en sus siglas: Spectra.
¿Cómo no sospechar? Después de que aparezcan informaciones sobre la presunta existencia de una sala VAR secreta, y no me digan que eso no alimenta la teoría de Spectra, las últimas semanas están salpicadas de ejemplos que afectan a la credibilidad de quienes se sientan en esas sillas ergonómicas frente a las pantallas planas, para avisar, o no hacerlo, a los árbitros. Ya empezamos con la decisión de la IFAB, la encargada de dictar las reglas del juego, de no emitir los audios del VAR en directo, porque lo consideran una «experiencia caótica». Más oscuridad. Luego están los casos concretos de la última jornada, como la expulsión de Mascarell, en el Betis-Mallorca. Recibe un pisotón, ve la segunda amarilla y a pesar de ser un error claro y manifiesto del árbitro, el protocolo del VAR impide que la jugada se revise y el Mallorca se queda con diez. O el penalti de Torrente (Granada) a Hugo Duro (Valencia), por rozarle con la mano en la cara en una acción inocua. El equipo andaluz ya ha presentado una protesta formal.
Luego resulta que los dirigentes del Celta se entrevistan con el presidente de los colegiados, buscando una explicación a los errores que les han perjudicado gravemente en las últimas semanas, a instancias del árbitro del VAR, Prieto Iglesias, y su respuesta es poner al mismo señor unos días más tarde en el partido contra el Sevilla, el equipo de Medina Cantalejo, el jefe de los árbitros. Dicen sus amigos que empezó a pitar para poder entrar gratis con el carnet del Colegio a los partidos del Sánchez Pizjuán.
Y llega el penalti en el último minuto de Navas, en una jugada interpretable, que no era un error manifiesto –que es lo que nos vendieron cuando llegó el VAR a nuestras vidas–, lo pita Hernández Hernández, y va Prieto y le llama para que lo vaya a ver. Y lo está viendo más de un minuto y al final se desdice y lo anula.
A Iago Aspas, que tiene un carácter endemoniado, se le hinchó la vena del cuello y le puso los newtons necesarios a sus brazos, como diría su entrenador Rafa Benítez, para derribar la pantalla del VAR, porque está claro que al Celta, en los últimos partidos, la tostada siempre se le cae al suelo por el lado de la mantequilla. Los errores han sido claros y manifiestos y ya van varias veces en su contra.
Lo peor es que los señores de Spectra siempre fueron muy ladinos en su lucha contra 007, y el viernes el Celta juega en San Mamés. Iago Aspas, caliente tras el partido, ya comentó que, «iremos a ganar al Athletic… Si nos dejan» lanzando otro recadito a los árbitros y a Medina Cantalejo. Esperemos que, entre unos y otros no la líen, porque, remedando a los gallegos, las compensaciones no existen, pero haberlas, haylas. Recemos porque no se produzcan jugadas polémicas y porque si las hay y perjudican otra vez al Celta, a Iago Aspas no le dé por derribar el busto de Pichichi, que está al lado de la pantalla del VAR.
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