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Pues bueno, habrá que conformarse. Quedan pocos partidos, aunque todos ellos serán oportunidades extra, y la Champions se aleja bastante. Será la Europa League seguramente, con ese formato extraño en el que jugarán nueve equipos por grupo, con cuatro partidos en casa, otros cuatro fuera ... y una jornada de descanso. Es un experimento y habrá que ver lo que dura, porque no es lo mismo enfrentarse en San Mamés a un rival que a otro, y tampoco fuera. Por no decir lo que puede cambiar la taquilla de un conjunto potente a tener a una filfa en La Catedral.
En fin. Eso ya está asegurado de oficio, salvo que el Gobierno y la Federación Española se líen y caiga sobre el fútbol español una de esas maldiciones que anuncian a veces en la UEFA y la FIFA por la intromisión de los poderes públicos en el coto privado federativo, y se suspenda a los equipos españoles, lo que no parece una hipótesis demasiado probable. Habrá que centrarse, eso sí, en no olvidar que la quinta plaza también es un puesto de privilegio y que, por supuesto, reporta más ingresos económicos que la sexta o la séptima. Es verdad que por detrás no están siendo capaces de aprovechar los tres tropiezos del Athletic, pero no nos descuidemos, claro.
Todo ello, después del Metropolitano. Pocos partidos ha jugado el equipo de Valverde esta temporada con tanto infortunio. Dos de los goles colchoneros llegaron en rebotes, el primero en la cadera de Galarreta, el segundo en el poste primero y la mano de Unai Simón después, pero tampoco es que estuviera muy inspirada la zaga del Athletic en ambas acciones. El despeje de Lekue en el primero fue de comer cerillas y el espacio que encontró Lino en el tercero habla de cierto desahogo defensivo en los minutos finales.
De todas formas, lo peor que ocurrió en el Metropolitano, en el que el productor cinematográfico Cerez, que hasta hace unos meses no sabía que existía un club llamado Athletic, no vendió entradas a los seguidores bilbaínos –esperamos la justa reciprocidad en San Mamés–; fueron las burlas racistas hacia Nico Williams cuando se disponía a sacar un córner. No sabemos qué puede estar pasando por la cabeza de los cafres que imitaron a un mono para dirigirse a ese chico navarro de padres africanos, que lo único que hace es ganarse la vida, bastante bien además, jugando al fútbol.
Estuvo impecable el árbitro, todo hay que decirlo, mandando parar el partido y esperando a que la megafonía del campo, que tardó un ratito, difundiera el mensaje que solicitó el colegiado. También algún jugador colchonero como Koke se acercó a la grada para pedir que cesaran los insultos, y en general, sobre el césped hubo civismo en ese asunto. No como en la tribuna, la misma en la que se camuflan muchos violentos.
Rescato en internet, y me entra la risa, una declaración de Enrique Cerezo en la que asegura tajante: «Echaremos a los ultras». Pues ya les está costando, porque esas palabras las dijo en 2014, y ha pasado toda una década. Él sigue siendo presidente y los indeseables continúan en la grada. Así que habrá que esperar un gesto de valentía del juez único de competición, que cerró dos partidos el campo del Sestao River, –sanción suspendida parcialmente por el TAD–, por la mera suposición de que se habían proferido insultos racistas contra un jugador, sin que el árbitro y la Ertzaintza lo corroborasen por los indicios que se deducen de que el jugador saltarse a la grada. Y no digo que no pasara, sino que no existen pruebas. No como ahora, que tiene a su disposición imágenes, sonidos, el testimonio del árbitro en el acta y toda una serie de datos para actuar igual con el Atlético. Pero no se atreverá, claro está, y todo se quedará en una multa porque tampoco el Getafe cumplió la sanción de cierre parcial de su grada y todo es un cachondeo en el fútbol profesional.
Lo que nos consoló a todos fue la reacción de Nico Williams después de marcar el gol del empate, cuando se señaló la piel y les dejó a los tontos de baba de los gritos simiescos con un palmo de narices. Lástima que no lo pudiera repetir. Habrá que conformarse.
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