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Por mucho que cuenten otra cosa, Asier Villalibre ya tenía planeado lanzar el penalti frente al Levante desde que el árbitro dibujó la pantalla del VAR con sus dedos para acudir a ver la jugada. Basta con ver repetidas las imágenes. Se observa al Búfalo ... hablar con Luis Rioja junto al banquillo, como si planearan algo. Luego, cuando se ratifica la pena máxima, el extremo zurdo del Alavés toma la pelota, rodeado de jugadores del Levante que le comen la oreja, va muy tranquilo hasta el área y coloca la pelota mientras Villalibre está muy lejos, lejísimos para que la acción no estuviera previamente estudiada. Rioja aguanta carros y carretas. Cuando el árbitro despeja la zona de elementos extraños, Asier aparece por allí, se retira su compañero, y aquí paz, la del futbolista que estaba convencido de marcar. Después, la gloria.
Héroe por accidente, por casualidad o por lo que sea. Por tener más arrestos que nadie, coger el balón y decir: «Ya lo tiro yo», que no es algo que esté al alcance de cualquiera. Recuerden, los más veteranos, aquel penalti del Deportivo que le daba una Liga y que falló Djukic, pero del que se descolgaron unos cuantos antes de meterle el marrón al jugador serbio. A tranquilo nadie le gana a Asier Villalibre, que esté mejor o peor, se toma los partidos como cuando jugaba al fútbol con los amigos de Gernika, y embestía como lo sigue haciendo ahora, que por eso le pusieron Búfalo. O como cuando se une a la electrocharanga de su pueblo, trompeta en ristre.
A Villalibre le queda reivindicarse definitivamente con el Athletic después de haber pasado a la historia del Deportivo Alavés con el gol de su sexto ascenso a Primera División. No lo tiene nada fácil, porque heredó el número 20 de la camiseta de Aritz Aduriz, que en su despedida apuntó al jugador vizcaíno como sucesor. Pero tal vez eso sea lo peor para Asier. La comparación continua que se hace en Bilbao con los antecesores. Sucedió con los porteros. Después de Iribar, la afición rojiblanca torció el morro con un buen puñado de guardametas, incluso con Andoni Zubizarreta. Nadie parecía estar a la altura. Con el recuerdo de Aduriz todavía fresco en la memoria, cualquier delantero que aparece por San Mamés tiene que pasar un severo escrutinio. Son cosas del deporte. Siempre recuerdo al ciclista Abraham Olano. Si estudian detenidamente su palmarés, descubrirán a un corredor de cinco estrellas. Un Mundial en línea, otro contrarreloj, una Vuelta a España, dos podios en el Giro, un cuarto puesto en el Tour, 45 victorias en total. Pero se acababa de retirar Miguel Indurain y todo nos parecía poco.
Con Villalibre, con Guruzeta o cualquier otro futbolista con vitola de goleador, sucede algo parecido. Asier era una de las grandes promesas de Lezama. Con 17 años debutó en el Bilbao Athletic, un magnífico equipo aquel que ascendió a Segunda División, y luego jugó cedido en el Numancia, el Valladolid o el Lorca. Fuera de su ámbito natural se sentía incómodo. No marcó ningún gol entre esos tres equipos, y sin embargo regresó al filial y sumó 23 en una temporada en Segunda B, con siete dobletes. En el primer equipo del Athletic no le fue tan bien, salvo con aquel gol en la Supercopa que llevó al Athletic a la prórroga, a la victoria final y a la trompeta después del trompazo de Messi que Villalibre explicó con aquel cristalino: «Se ha enfadau».
A Asier le ha faltado continuidad en el ataque del Athletic; un entrenador que le diera confianza durante un buen puñado de partidos sucesivos. Eso no ha ocurrido, en parte también, por algunas lesiones musculares inoportunas. Además, el juego rojiblanco desgasta mucho a sus puntas. El físico de Villalibre le acompaña, pero tener que trabajar tanto en la presión, en el robo, le penaliza a la hora de mostrarse clarividente ante la portería contraria. De todas formas, la cesión en el Alavés parece haber sido, por una vez, beneficiosa para el club vitoriano, que no se podrá quejar de las prestaciones del Búfalo, y también para el jugador. Se ha sentido querido por la afición, y también importante para el equipo. Puede que también él tenga que creerse importante cuando regrese al Athletic.
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