![Están acabando con el fútbol. Los árbitros ya no se apoyan en el espíritu de las reglas ni el sentido común](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/10/09/amorebieta-k1cH-U210381274213g4G-1200x840@El%20Correo.jpg)
![Están acabando con el fútbol. Los árbitros ya no se apoyan en el espíritu de las reglas ni el sentido común](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/10/09/amorebieta-k1cH-U210381274213g4G-1200x840@El%20Correo.jpg)
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Está usted parado con su coche en un semáforo mientras cruzan los peatones, y de repente, llega por detrás otro vehículo que se estampa contra el suyo y lo lanza cinco metros hacia delante. Unos días después le llega a casa una multa porque las ... cámaras de seguridad han captado que se ha saltado la señal y ha atravesado el paso de cebra con el semáforo en rojo. Y la recurre, pero desestiman el recurso porque la norma es clara: no se puede atravesar un paso de peatones con la luz roja. Absurdo, ¿verdad? Pues le pasó el domingo al Amorebieta. Un defensa del Eibar agarra a Edwards, que espera la pelota, le arrastra hacia atrás y le tira al suelo. Pese a todo, el jugador azulón se levanta y le da un pase a Eraso que marca el gol de la jornada. Pero el árbitro, una lumbrera, se va a la pantalla y observa que Edwards, desequilibrado por el flagrante agarrón, pisa al defensa del Eibar. Anula el gol y señala falta contra el Amorebieta.
Están acabando con el fútbol. Los árbitros ya no se apoyan en el espíritu de las reglas ni el sentido común. Cualquier persona normal habría interpretado que el pisotón fue la consecuencia, y no la causa; que sin agarrón y derribo no hay pisotón, pero los señores que dirigen los partidos en el fútbol profesional, hace tiempo que se olvidaron del sentido común y obedecen solo a las circulares del CTA. Son funcionarios sin iniciativa propia.
Además, para ellos, ya no existen los agarrones, sólo hay forcejeos, como el que protagonizó Nico Williams, en posición franca de remate, con un defensa del Almería el pasado viernes. Se pone el árbitro muy pomposo, cruza y descruza varias veces las manos a la altura del pecho para decir que allí no ha pasado nada, y aunque todo el mundo haya visto penalti, él no, y tampoco esos señores que también son árbitros y se visten ridículamente con uniforme de árbitros mientras calientan asientos con su trasero frente a varias pantallas de televisión. Por no hablar de los linieres, por mucho que ahora se empeñen en llamarles auxiliares. A ver si hasta el lenguaje nos lo van a arrebatar. ¿Para qué sirven? Para nada. ¿Se han fijado que para señalar la dirección de un saque de banda miran siempre al árbitro? Ya no tienen criterio propio ni aunque la jugada se produzca ante sus narices. Antes, esa, y la de los fueras de juego, era su tarea principal. Ahora ya no, así que lo mejor es sustituirlos por una máquina, que se amortiza en unos años, y ahorrarse su sueldo.
En eso de los forcejeos hay futbolistas que salen ganando, y pongo el ejemplo de Le Normand, sin que se molesten los vecinos, porque no tiene manos sino dos zarpas que agarran constantemente a sus rivales. Hace bien, claro está, el central de la Real Sociedad. Es uno de los primeros que ha pillado el truco de la interpretación que hacen los árbitros del reglamento. Confunden agarrón con forcejeo, o calibran, así, a ojo de buen cubero, que no existe suficiente intensidad, aunque el reglamento no hable de la fuerza de los agarrones, ni indique cuántos newtons tiene que tener el abrazo de oso para convertirlo en falta.
Está sujeto a su interpretación, pero, paradójicamente, las manos no se interpretan. Hay un manual cada vez más gordo, de posibilidades, algo así como ese abanico de colores que te enseñan en las tiendas de decoración cuando quieres pintar un dormitorio. Esta es mano, esta no. Pero es un manual para iniciados, claro. El común de los mortales no alcanza a distinguir la diferencia, y ahí aparecen los comentaristas, casi todos antiguos árbitros, contribuyendo todavía más a la confusión. El reglamento de 14 puntos que establecieron los padres fundadores del fútbol en la Freemason's Tavern, dedicaba cuatro de ellos a las manos. El principal decía: «No se puede avanzar con el balón en las manos». Está claro cuál era el espíritu, el de distinguir su deporte del rugby, que en aquella misma taberna, emprendió su propio camino.
Pero aquel espíritu se olvidó. La regla se hizo sencillísima: las manos voluntarias eran falta, las involuntarias no. Causaban polémica las interpretaciones, pero resulta que el remedio de eliminar la voluntariedad o no, es peor. En el Metropolitano, el domingo, hubo dos manos, ambas claramente involuntarias, pero una acabó en penalti y la otra no, y a los de a pie nos desconcierta, porque de un reglamento sencillo se ha pasado a un galimatías de reglas, interpretaciones, circulares, penaltitos, señores del Var, del Avar, comentaristas arbitrales y otras hierbas. El fútbol era muy popular porque las reglas, allá en sus orígenes, eran muy sencillas y las conocía hasta un analfabeto, que entonces había muchos. Ahora conozco a aficionados con varias carreras, másteres aquí y allende los mares, y hasta catedráticos, que no se aclaran con una mano. O un forcejeo. Es un reglamento nivel experto.
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