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Vuelve a detenerse el fútbol de clubes por segunda vez en lo que va de temporada y a los cronistas, como es costumbre, nos toca hacer un pequeño balance de situación. Normalmente, estos análisis suelen estar muy influidos por la resaca del último partido, pero ... lo ocurrido en Girona fue tan estrambótico que no puede ser tenido en cuenta. Algo que probablemente no se vaya a repetir en el próximo siglo hay que tomarlo como lo que es: un extrañísimo accidente que no puede servir para establecer ninguna categoría. Y si hay que pensar en lo ocurrido será para debatir con un poco de calma sobre si esa especie de autogestión que se ha implantado en el Athletic a la hora de decidir los lanzadores de penaltis se mantiene o se opta por restablecer una jerarquía férrea, a la vieja usanza.
Lo contrario, hurgar en la herida de los tres penaltis fallados, las ocasiones perdidas o el penalti y la posterior expulsión de Paredes, sólo conduce a la frustración y a la melancolía. Ayer por la mañana, de hecho, me encontré con algunos athleticzales que iban por la calle como uno imagina que iba por las de San Petersburgo el protagonista de 'Noches blancas', aquella novelita de Dostoievski. La diferencia es que a aquel joven solitario le dolía un mal de amores irremediable y a los hinchas rojiblancos algo mucho más prosaico: los cinco puntos que se le habían escapado a su equipo en sus dos últimos partidos de Liga ante el Sevilla y el Girona. Cinco puntos, no hace falta decirlo, que tendrían al Athletic encaramado a la tercera posición en solitario, sólo por detrás del Barcelona y del Real Madrid.
Puestos a hacer balance, en este caso sobre lo ocurrido en los siete partidos, cinco de Liga y dos de Europa League, disputados por el Athletic a partir del 25 de septiembre, yo hablaría de 'Prueba superada'. Se que es una expresión manida que nos remite a concursos de televisión rebosantes de adrenalina, juegos de ordenador e irritantes libros de autoayuda, pero la considero ajustada. Porque tal y como estaban los rojiblancos después del primero parón y teniendo en cuenta el calendario que les venía encima -7 partidos en 22 días-, lo cierto es que se enfrentaban a un verdadero examen de aptitud. Y parece obvio que lo han aprobado con nota.
De hecho, y dejando a un lado las experiencias paranormales que decidieron el partido, el fútbol que llegaron a hacer los rojiblancos durante la primera parte en Montilivi viniendo como venían de jugar tres días antes fue algo magnífico, propio de equipo grande. Hago memoria y se me hace difícil recordar una manera tan solvente de alternar dos competiciones. Como tantas veces, la hemeroteca me sirve de ayuda. Eso sí, tengo que remontarme a la temporada 2015-16, cuando entre mediados de febrero y mediados de marzo de 2016 los rojiblancos empalmaron cuatro victorias consecutivas en Liga (0-3 al Valencia, 4-1 al Deportivo, 0-2 al Sporting y 3-1 al Betis) con dos victorias (0-1 al Olympique de Marsella y 1-0 al Valencia) y un empate (1-1 ante Olympique) en la Europa League.
El Athletic, en fin, ha dado razones para ser optimista. Ahora bien, la realidad es que al equipo le queda todo por demostrar. Este tipo de campañas tan cargadas son una carrera de fondo, de modo que hasta primavera no sabremos bien a qué atenernos. Hasta ese momento se sucederán otras duras pruebas que la tropa de Valverde deberá superar. La próxima es la que se prolongará entre el 19 de octubre, cuando reciba al Espanyol, y el 22 de diciembre, cuando visite El Sadar. Y será ciertamente dura: el primer K2 de la temporada: 14 partidos en diez semanas, 10 de Liga y 4 de la Europa League.
Si el Athletic llega al parón navideño pudiendo decir de nuevo «prueba superada» habrá dado un gran paso adelante. Significaría que habría completado con éxito la primera vuelta de la Liga y que habría certificado la clasificación para octavos en el torneo continental. Para conseguirlo está claro que sólo hay un camino. Y no tiene que ver con cambiar demasiadas cosas -bueno, un día como hoy podríamos pedir que los penaltis no sean nunca más un motivo de rechifla-, sino con mantener y a ser posible aumentar la competitividad dentro de la plantilla. Que Valverde, en fin, no sólo pueda seguir haciendo con tranquilidad las rotaciones sino que lo pase mal para hacer las alineaciones porque siente que está siendo injusto con algunos jugadores.
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