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Decíamos el año pasado, a propósito de la explicación de las cuentas del club que hizo su tesorero, Guillermo Ruiz-Longarte, que sus datos demostraban que la cosa iba mejorando y que en el Athletic ya sólo faltaba que mejorasen sus equipos, empezando por el ... primero. Y, claro, la mejoría de éste ha sido tan espectacular que los socios compromisarios, nada más acceder al patio de butacas del palacio Euskalduna, se encontraron ayer con el trofeo de la Copa del Rey expuesto sobre el mismo escenario. Por si alguno de ellos tenía la más mínima duda sobre lo bien que marcha el Athletic y los tiempos de bonanza que atraviesa nuestro club, ahí tenían, brillante, refulgente, la demostración definitiva.
La exposición del gran trofeo conquistado en La Cartuja podía interpretarse también como una manera indirecta e insinuante de la obligación casi moral de ofrecer un nítido respaldo a Jon Uriarte y su directiva. Y en buena medida, esto fue lo que ocurrió. Ahora bien, en lo que parecía ser un paseo triunfal el presidente se encontró de repente con dos charcos inesperados que le hicieron terminar la noche con los pies mojados: el reajuste de las cuotas y el nuevo reglamento para las peñas, que la asamblea le tumbó de forma abrumadora.
El presidente, que el año pasado empeoró sus registros respecto a los de su primera asamblea de 2022, puede decir que ganó con un buen resultado. Su gestión la bendijo un 74,3% de los 636 votantes, el balance de la pasada temporada, un 80%, y el presupuesto para la 2024-25, un 75,7%. Por otro lado, un 65,6% de los compromisarios dieron el permiso a la junta para pedir una linea de crédito superior al 10% del últimos presupuestos.
Son resultados que remiten a los mejores años de la 'pax urrutiana', pero con un par de diferencias reseñables en términos de debate interno. Me refiero al toque de atención que le dieron al presidente en los puntos 5 y 6. Hasta ese momento, todo marchaba sobre ruedas. El balance y el presupuesto, es decir, las dos cuestiones fundamentales del cónclave rojiblanco, no provocaron de hecho más que una intervención; por cierto, la del mismo único compromisario, insistente y confuso, que intervino para criticar el tema de la línea de crédito. Los cronistas estábamos encaminados a destacar que vive el Athletic tiempos de alegría deportiva y calma institucional, y que en el club se había acabado por consolidar un estado de ánimo de apacible aburrimiento, que había entrado en una especie de letargo tirando a suizo propio de sociedades avanzadas y prósperas en las que el ciudadano se desentiende de la política y se dedica a disfrutar de lo que verdaderamente le gusta, que en el caso del aficionado sería la pasión por el fútbol, por el puro juego.
De ahí que la asistencia a las asambleas sea inevitablemente pobre, aunque ayer mejoró algo respecto al anterior, que fue un desastre. Como recordarán, 574 compromisarios, de hecho, se dieron el piro en 2023 porque no pudieron aguantar el sopor de un cónclave que se prolongó casi nueve horas.
Aquello fue vergonzoso, una de esas asambleas -algunas las ha habido en el Athletic en las últimas décadas- que creaban hasta partidarios de las sociedades anónimas. La junta directiva decidió tomar cartas en el asunto para que no se repitiera semejante espectáculo y lo cierto es que acertó. Todo fue más fluido ayer dentro de la densidad inevitable de estos cónclaves. Jon Salinas, el secretario, ya dejó clara esa voluntad y predicó con el ejemplo. El discurso Jon Uriarte y Jon Berasategi duró sólo media hora, la mitad que hace un año, cuando ambos se lanzaron a una perorata imposible de asimilar, una auténtica anestesia para rinocerontes.
Muchos más comedidos, ayer no pudieron evitar el discurso triunfalista de rigor antes de terminar su exposición con un vídeo que, como no podía ser de otra manera, arrancó con la victoria en La Cartuja. Hablando de ella, por cierto, Jon Uriarte reconoció que aquel éxito no fue de su junta sino el producto de un trabajo de años.
Estuvo bien el presidente, aunque en medio de la placidez acabó presentando un flanco débil en la percepción general del socio: el de mostrar un molesto afán recaudatorio y una empatía tan escasa como la de un semáforo en dos temas muy sensibles: el reajuste de las cuotas y el reglamento de las peñas, que llevaban meses en pie de guerra siéndose maltratadas. Los compromisarios dijeron un rotundo 'No, señor presidente'. Ahora le toca recapacitar.
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