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Se habló mucho y bien ayer de Unai Simón, uno de los grandes protagonistas de la agónica victoria de España ante Países Bajos. El portero ... del Athletic firmó varias intervenciones de mérito durante 120 minutos que fueron como una guerra entre dos ejércitos de Pancho Villa enfrentados entre sí y, además, paró a Malen el sexto penalti de la tanda. Como también le había hecho una gran parada en la última jugada de la prórroga es de suponer que el futbolista del Aston Vila tendrá estos días pesadillas con el arquero de Murgia y que Unai Emery tendrá que mimarle en su regreso a Birmingham, que tampoco es precisamente una ciudad como para que uno disfrute de la alegría del vivir o caiga en el síndrome de Stendhal ante la belleza circundante.
Sin embargo, más allá de su actuación, que fue buena pero ni mucho menos una de las más brillantes que se le han visto a Unai Simón, lo que a algunos nos llamó más la atención fue su jerarquía. En ausencia de Rodri y Carvajal, y por mucho que Morata y Ferran le superen o igualen en rango de capitanía, es evidente que estamos hablando del líder de la selección, de una referencia indiscutible. Cualquiera que viese cómo celebraron el pase a la semifinal los jugadores españoles, empezando por Pedri tras marcar el penalti definitivo, lo tendrá claro. Buscaban a Simón como se busca a alguien que emana autoridad, a alguien al que se admira no sólo por su categoría sino también por su personalidad. En todos los vestuarios hay gente así. Y si no la hay, muy mala señal. Son muy fáciles de distinguir. Son aquellos en los que fijan la vista sus compañeros cuando hay un problema.
Si alguien ha demostrado su confianza en la jerarquía de Unai Simón ha sido Luis de la Fuente. Es cierto que fue Luis Enrique quien le hizo debutar en la selección y el que le sostuvo y defendió hasta cuando el alavés cometió alguna de esas pifias suyas, marca de la casa, que parecen congelar a todo el mundo menos a él. Ahora bien, el actual seleccionador le ha dado la bendición definitiva. Lo ha hecho, precisamente, en esta última convocatoria para los cuartos de final de la Nations League. Tras cuatro meses parado por la operación del escafoides, su lento regreso al once del Athletic y la decisión de Valverde de que comparta el puesto con Agirrezabala, quien más quien menos pensaba que la titularidad de Unai con España podía estar en entredicho. Pues no. De la Fuente no ha tenido ninguna duda y el portero rojiblanco ha regresado a La Roja como en sus tiempos regresaba Iribar, es decir, como el número 1 indiscutible que era. Por cierto, el de Murgia ya suma 48 internacionalidades, a solo una de las famosas 49 del Chopo.
Unai Simón volvió ayer a mediodía a Bilbao en compañía de Nico Williams y fue inevitable preguntarse por la extraña paradoja que vive el portero rojiblanco, un caso rarísimo de futbolista que tiene más galones en la selección de su país que en su propio equipo. Frente a la titularidad indiscutible en uno, la alternancia en el otro, donde además sufre una segunda paradoja añadida a la ya existente: que los partidos de las únicas competiciones que puede ganar su club y que, por tanto, son las que más pasión crean entre sus aficionados –la Copa y esta temporada también la Europa League– las juegue el teórico suplente y no él.
Todo esto es muy raro, ciertamente, pero en realidad tiene una explicación muy fácil. Ocurre, sencillamente, que para Valverde Unai Simón no es mejor que Julen Agirrezabala. Así de claro. Le parecen dos porteros del mismo nivel, cada uno con sus virtudes y sus defectos, y por eso los intercambia con total tranquilidad. De lo contrario, si considerase al alavés mejor que al guipuzcoano, ¿se iba a tirar piedras contra su propia tejado? ¿Se iba a arriesgar de un modo absurdo en competiciones con las que él sueña tanto como lo hace la afición?
Aunque hasta ahora no parece haber provocado ningún problema, me parece una situación lo suficientemente compleja como para no augurarle un final feliz. Lo de Unai Simón, en concreto, me parece insostenible por mucho que haya hecho tantas veces –y con tanto sentimiento– su profesión de fe rojiblanca. No me acabo de creer que uno de los mejores porteros del mundo, alguien que podría tener ofertas estupendas de grandísimos clubes europeos, se conforme con jugar en su equipo solo los partidos de Liga y luego quedarse en el banquillo en la Copa y en Europa. La temporada que viene, por ejemplo, es muy probable que el Athletic dispute la Champions. De manera que, si Valverde se mantiene en sus trece, se daría el caso de que Agirrezabala jugaría el miércoles en Anfield o en el Allianz Arena (es un decir) y Simón lo haría el domingo en Butarque o en Anduva (que es otro decir porque todavía no se sabe si se mantendrá el Leganés y ascenderá el Mirandés). ¿Lo iba a aceptar sin quejarse, por su gran amor al club? No lo creo. Y si lo hace, seamos justos y agradecidos: habría que ponerle una estatua junto a la de Iribar, pero en su caso con un nimbo de santo sobre la cabeza.
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