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Uno de los mayores placeres del fútbol es observar muy tranquilo, incluso recostado en el sofá, la clasificación de la Liga cuando tu equipo marcha ... viento en popa a toda vela, muy por encima de las expectativas. En realidad, se trata de un placer doble. Para empezar, está el deleite de la propia confirmación oficial de que lo bueno que le ocurre a tu equipo no es un sueño sino un hecho objetivo que se traduce en unos números cuyo análisis pormenorizado hace felices incluso a aquellos hinchas que en el colegio naufragaron al llegar a las ecuaciones de primer grado y pusieron a Dios por testigo de su odio eterno a las Matemáticas: cifras positivas de victorias, empates y derrotas, de goles a favor y en contra, de goles-average propicios, de porcentajes meritorios, de distancia sobre los perseguidores...
Luego está el disfrute de la comparación con los viejos rivales que, a diferencia de lo que le ocurre a tu equipo, siguen sufriendo las penalidades de costumbre. De repente, se les mira desde arriba, con esa superioridad vengativa de los que han salido del barro y de repente pisan alfombra, o de los que ahora tienen revolver cuando hace bien poco cavaban, por decirlo en los términos de Clint Eastwood. No es extraño que algunos forofos fotografíen o recorten de los periódicos las clasificaciones que les han hecho más felices. Conozco a alguno que hasta llegó a enmarcarla y ponerla en su mesilla de noche. Y no me extraña, la verdad. Pienso ahora, por ejemplo, en los aficionados del Girona. Cómo no imaginar que ayer mismo, viéndose en el puesto 16, a sólo cinco puntos del descenso, más de uno, triturado por la nostalgia, se detuvo a mirar la clasificación que recortó el 29 de enero del año pasado, cuando los de Míchel eran líderes con 55 puntos, uno más que el Real Madrid y once más que el Barça y el Atlético.
Viendo todo esto a cuenta de la satisfacción que da observar el puesto del Athletic en la Liga, su situación en la Europa League y las estadísticas que está acumulando. Es cierto que la pasada temporada también fueron muy buenas, pero las de ahora tienen un valor añadido. Sumar en la jornada 31 exactamente los mismos puntos que el curso anterior (57) y estar además un puesto por encima en la tabla pese a haber ha jugado once partidos en competición europea es algo para quitarse el sombrero. Como lo es tener casi asegurada una plaza en la Champions y ser uno de los equipos menos goleados de Europa, dato que habla por sí solo de la enorme solidez que ha alcanzado la tropa de Valverde. Nunca en su historia había llegado el Athletic a la jornada 31 con menos derrotas: sólo cuatro. De los últimos 22 partidos, sólo ha perdido uno, en el Metropolitano ante el Atlético.
Mientras escribo estas cifras me preguntó si no es peligroso acostumbrarse a lo extraordinario. Como creo que sí, me respondo que lo más sensato es disfrutar de lo extraordinario sin olvidarnos de que lo es. Más que nada para valorar el presente en su justa medida y no perder la perspectiva. Porque en el caso del Athletic estamos hablando de un equipo que hasta hace bien poco, en realidad hasta la pasada temporada, era un ejemplo canónico de inestabilidad en sus resultados. Llegó a estar 46 jornadas de Liga, entre la 33 de la campaña 2019-20 a la 4 de la 2021-22, sin ganar dos partidos de Liga seguidos. De ahí que no superase el octavo puesto y que sus partidos fuesen una moneda al aire. Lo mismo acababan en fiesta que en funeral.
Sigamos con los datos ahora que se pueden exponer con orgullo, como el baserritarra los mejores productos de su huerta. (Y no como en otros tiempos de sequía, cuando los cronistas teníamos que coger las estadísticas con mascarillas y pinzas, como la policía científica las pruebas en el lugar de un crimen). En las seis temporadas que el Athletic estuvo sin entrar en Europa acumuló en la Liga una media de 12,5 victorias, 12,3 empates y 13,1 derrotas en las 38 jornadas. La mejoría ya fue espectacular la pasada temporada –19 victorias, 11 empates y 8 derrotas– y ésta no sólo se mantiene sino que tiene visos de mejorar, sobre todo con el dato impensable de los cuatro únicos partidos perdidos en 31 jornadas. El Athletic, en fin, ha pasado de perder uno de cada tres partidos entre 2017 y 2023 a perder solo uno en los últimos 22.
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