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Una de las viejas sentencias del fútbol, bastante en desuso, la verdad, porque ya suma demasiadas excepciones que la desmienten, es aquella que dice que « ... a entrenador nuevo, victoria segura». Con ella se apela, por supuesto, al poder reactivador que puede provocar en los jugadores la llegada de un nuevo técnico, lo cual, bien mirado, no habla muy bien de los futbolistas a la hora de cumplir sus obligaciones. ¿O acaso un entrenador puede cambiar algo sustancial nada más llegar, sin apenas conocer a la plantilla, en un par de entrenamientos? Claro que no, pero dejémoslo ahí y vayamos a lo interesante, a las razones que explican que un entrenador pueda provocar un cambio como el que, a sus 73 años, cuando ya parecía jubilado, un abuelete simpático con mil historias que contar, Claudio Ranieri ha provocado en la Roma.
Con los mismos jugadores que se vinieron abajo y provocaron el despido primero de un mito como De Rossi, que los hinchas 'giallorossi' se tomaron como si hubieran despedido a su hermano mayor, y después de Ivan Juric, el veterano técnico italiano ha convertido a la Roma en el mejor de la serie A en 2025. ¿Cómo lo ha hecho? Yo diría que de la única manera posible:tocando la tecla exacta que necesitaba el equipo para resurgir. Esto no siempre es posible, claro que no. Ranieri, de hecho, ha tenido tantos éxitos y fracasos en su larga carrera que un día aseguró que ser entrenador y fichar por un club es como tirarse en paracaídas sin saber si éste se va a abrir.
Su obra maestra, por supuesto, fue la que firmó en el Leicester en 2016, uno de los episodios más extraordinarios y edificantes de la historia del fútbol. Su método fue ejemplar. Por un lado, sabiduría y ausencia de vanidad para adaptarse a las características de sus jugadores, que la campaña anterior las pasaron tiesas para mantener la categoría un año después de su ascenso. Los 'foxes' no eran precisamente unos virtuosos técnicamente. Tenían serias dificultades para dar más de tres pases seguidos. Ahora bien, sólo con esos tres se te podían plantar dentro del dormitorio de tu casa. Pues bien, dicho y hecho: convertido en una máquina de contraatacar, el Leicester ganó la Premier con diez puntos de diferencia sobre el segundo siendo el tercer equipo con menos posesión y el que menos pases dio.
Parecidos
El segundo acierto capital de Ranieri fue explotar a la perfección el talento que tenía disponible en aquella plantilla. Y que tampoco era desbordante, la verdad. Pero Ranieri sabe jugar con el factor humano. Es un maestro de la sugestión. Sabio y divertido, sabe mantener la distancia exacta entre la complicidad y la autoridad que debe separarle del jugador para que la relación entre ambos sea sana y fructífera. Lo fue, desde luego, para Vardy, Mahrez y Kanté, que pasaron de jugar en Segunda dos años antes o en el modesto Caen francés la campaña anterior a ser los tres mejores de la Premier esa temporada.
Su trabajo con la Roma no llega a ese nivel, afortunadamente para el Athletic, pero sus principios son parecidos. A los jugadores se les nota ilusionados y convencidos de lo que hacen. Y la hinchada vuelve a vibrar, entregada a un entrenador con un pedigrí romanista intachable, toda una leyenda del club. Llegados a este punto, alguien se preguntará a qué viene este panegírico sobre Ranieri en vísperas de enfrentarnos a su equipo en una eliminatoria a cara de perro. Pues bien, me explico. No sólo es cuestión de deportividad y reconocimiento al rival. Es que creo que el éxito de Valverde en el Athletic se basa en buena medida en los mismos principios que los del técnico romano.
También Txingurri ha sabido dar con la tecla haciendo valer el factor humano ante sus jugadores. Lo hizo convenciéndoles de qué equipo deben ser para explotar mejor sus virtudes, de cuál debe ser su personalidad para ser competitivos al máximo. Y lo cierto es que hace tiempo que no se ve a un Athletic tan reconocible en todos los campos y tan competitivo ante cualquier rival como el de estos dos últimos cursos. Valverde y Ranieri comparten también una actitud seria y responsable en los banquillos. Saben generar un buen ambiente a su alrededor, concienzudamente alejados de las estridencias y navajeos dialécticos tan habituales en el fútbol. A nadie le oirás hablar mal de ellos. Y si algún colega lo hace, el sospechoso acaba siendo él.
En fin, que estos octavos de final de la Europa League nos deparan un duelo de altura entre eso que se llama dos equipos de autor. En este caso, de dos autores que, más allá de diferencias de gustos sobre el juego ya que provienen de escuelas distintas, comparten una virtud fundamental: ganarse a sus futbolistas. Es lo que les ha llevado a triunfar en sus carreras y ahora en el Athletic y la Roma.
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