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Bien entrada la madrugada, es decir, en esas horas inciertas en las que acostumbran a concluir las asambleas del Athletic, Jon Uriarte compareció ante los ... medios presentes todavía en el palacio Euskalduna y aseguró que encajaba «con deportividad» la abrumadora derrota en los puntos 5 y 6 del orden del día, correspondientes al reajuste de las cuotas y al nuevo reglamento de las peñas. «Es la primera vez que nos ha sucedido. Nos lo tomamos como un aprendizaje», aseguró, no sin antes recordar la holgura con la que habían ganado el resto de las votaciones, entre ellas todas las relativas a las cuentas del club.
Están muy bien tanto la deportividad como el afán de aprendizaje, qué duda cabe. Y lo mismo se puede decir del propósito de enmienda, que el presidente deslizó en el resto de sus declaraciones. «Hay que analizar lo sucedido. Hablaremos con los grupos afectados y pensaremos en nuevas propuestas para futuras asambleas (...). La lectura positiva es que el poder del Athletic reside en la asamblea. No son gente que vota con los ojos cerrados. Votan lo que creen y ahora vamos a analizar la situación y dialogar», afirmó. Todo perfecto hasta aquí. Se podría decir que la asamblea, más allá de esas dos excepciones, terminó con la tranquilidad y el buen talante con los que empezó.
Ayer, ya con más calma, en el caso de los periodistas sin la guillotina de la hora del cierre suspendida sobre nuestras cabezas como si fueran la de María Antonieta, llegó el momento de analizar lo ocurrido. Que fue bastante curioso, por otra parte. Viendo el orden del día de la asamblea hasta el socio más despistado era consciente de que sólo había dos puntos que a la directiva se le podían complicar, ya que afectaban a cuestiones muy sensibles como son las cuotas y los peñistas. Era lógico imaginar, por tanto, que Uriarte y sus compañeros se habían remangado para trabajar a destajo y llevar a la asamblea unas propuestas más o menos consensuadas con los afectados. Y resultó que no, que no habían hecho nada de eso, que presentaron sus proyectos sin encomendarse a nadie, como toreros a portagayola; de ahí que se llevaran dos revolcones muy serios.
Siento curiosidad por saber cuál es el diagnóstico que hacen Uriarte y sus directivos de lo sucedido, en qué creen que se han equivocado para acabar la asamblea con esos dos borrones tan llamativos en un expediente impecable en todo lo demás. ¿Fue lo suyo un exceso de confianza? ¿Se sentían tan seguros de sí mismos que pensaron que los compromisarios les darían su voto favorable sin haberles ofrecido antes al menos un poco de cariño, sencillamente porque eran ellos quienes se lo pedían? Si no fue algo así, la verdad, es que no se entiende un error semejante por parte de unos profesionales a los que uno imagina perfilando todo tipo de estrategias y acabando sus jornadas laborales agotados de reuniones, consejos y comités. Es más, a alguno hasta me lo imagino terminando el día con aquel brindis que hizo Rafael Alberti al término de una jornada extenuante de debates internos en el PC: «Por un mundo sin clases y sin reuniones».
Veremos qué es lo que sucede. Aprender de los errores requiere siempre, como condición previa, de un punto de humildad y modestia. Y la verdad es que no termino de verlo en esta directiva de tecnócratas exitosos. Empezando por el presidente, hablamos en general de un grupo frío y distante, muy poco empático con los hinchas y aislado en su burbuja particular de la gran mayoría de la familia athleticzale: antiguos presidentes y directivos, exfutbolistas, trabajadores del club, socios veteranos, peñistas, periodistas... Esta junta no se hace querer. Seguramente no lo pretende. Nadie discute su competencia profesional, ni tampoco que la administración del club está en buenas manos. De ahí, por ejemplo, que el martes no hubiera ningún debate sobre las cuentas. Pero el Athletic es mucho más que una empresa y a los socios no sólo hay que ganárselos con buenas cifras sino también haciéndoles sentir, con respeto y cercanía, lo importantes que son.
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