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Somos muchos los que pensamos que Aritz Aduriz tuvo que anunciar su retirada el 16 de agosto de 2019, tras marcar aquel golazo de chilena al Barça en el minuto 88, nada más salir al campo sustituyendo a Iñaki Williams. Hubiera sido una despedida apoteósica, ... única en la historia del fútbol. Todavía imagino la escena: a Aduriz tras el pitido final pidiendo nervioso un micrófono y dirigiéndose luego al centro del campo rodeado de sus compañeros, que se movían felices pero extrañados, sin saber qué pensar, mientras en las gradas la euforia de la victoria daba paso a una expectación asombrada. Y entonces el delantero donostiarra, emocionado, carraspeando al principio para que le salieran las palabras, anunciaba su adiós, daba las gracias y hacía el ademán de descubrirse una txapela imaginaria cuatro veces, una por cada tribuna de San Mamés.
Aquello era demasiado bonito para poder haber sido cierto. Las cosas acostumbran a ser más prosaicas en la vida y lo fue, hace tres años, el anuncio de Aduriz de que dejaba el fútbol. El acto tuvo su emoción, sin duda, pero que no dejó de ser la lectura del parte médico de un héroe de guerra que ya no podía seguir batallando. Todos los aficionados del Athletic estaban preparados para aquel anuncio. Ninguno dudaba de que, a sus 39 años, y sin apenas presencia ya en el equipo de Garitano por sus problemas en la cadera, el último gran goleador de la historia del Athletic iba a despedirse. La única duda que había entonces entre los hinchas era otra: cuál sería el tamaño de la nostalgia que iban a sufrir las siguientes temporadas cada vez que recordaran a Aduriz.
En Chile se bautizó como «viudas de Bielsa» a los millones de aficionados de La Roja a quienes la marcha del técnico de Rosario les provocó en su día una especie de vacío existencial, una sugestión dolorosa que tenía que ver con la certeza de que sin 'El Loco' se terminaba una aventura inolvidable, y de que nunca dejarían de echarle de menos como quien echa de menos los mejores días de su juventud. Pues bien, la marcha de Aduriz ha acabado provocando en el Athletic algo similar. Ha dejado miles de huérfanos. Los goles y el impacto en el juego del donostiarra se echan de menos sin cesar, de forma contante y sonante, estadística, cada vez que los rojiblancos sufren por la falta de un killer. De hecho, desde que se fue, el Athletic no ha podido volver a Europa, donde Aduriz dejó momentos memorables como aquellos cinco goles al Genk o aquella obra de arte desde cuarenta metros en el Velodrome de Marsella.
La manera en que se añora a este jugador y el equipo sufre por su ausencia no se había vivido nunca en el Athletic. En esta vieja institución hay, sin duda, un buen número de leyendas superiores en rango al guipuzcoano. 125 años dan para mucho. La diferencia es que todas ellas, hasta las que están en el Olimpo, tuvieron relevos de garantías en sus puestos, como si en el club existiera una cadena de sucesión perfectamente engrasada. De manera que a Pichichi, por hablar sólo de goleadores, le sucedieron Travieso y Carmelo Goyenechea, y luego llegó un grande como Bata y después ni más ni menos que Zarra y más tarde Eneko Arieta y su hermano Antón, y Fidel Uriarte, que lo hacía todo, y Carlos, Dani, Sarabia, Ziganda, Urzaiz, Llorente... Y así hasta que con Aduriz se rompe la cadena.
El daño que ha hecho perder a su goleador por la imposibilidad de sustituirlo no deja de ser el paradigma de los nuevos tiempos que vive el Athletic; tiempos muy amenazadores porque la deriva del fútbol actual no deja de torpedear la singularidad rojiblanca. La cantera ya no produce relevos de garantías suficientes y el descenso demográfico dibuja un futuro muy sombrío. Y no sólo eso. Los futbolistas de más calidad se acaban marchando en cuanto reciben una oferta sugerente y el mercado vasco, al que el club ha tenido que acudir tantas veces para reforzar posiciones claves -ahí están los casos de Ziganda, Urzaiz, Joseba Etxeberria o Iñigo Martínez, por citar los últimos más importantes- se ha cerrado con un portazo. En fin, que salvo feliz sorpresa, ya que en el radar rojiblanco no se detecta ningún 'nueve' de garantías en el horizonte del próximo lustro, habrá que resignarse. Y seguir recordando a Aduriz casi como el gran poeta recordaba los días azules y el sol de su infancia.
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