La incógnita de Susaeta

Hay quienes dan por descontado que Susaeta acabará renovando. Yo, la verdad, no lo tengo tan claro. Sé que Aitor Elizegi valora mucho a este jugador que ya ha sobrepasado los 500 partidos con la camiseta rojiblanca, una frontera al alcance de muy pocos. También conozco la buena opinión que tienen de él los nuevos responsables del área deportiva, Rafa Alkorta y Andoni Ayarza. Siempre han valorado la calidad, la actitud y la desbordante regularidad del eibarrés. Estoy convencido, por tanto, de que el capitán rojiblanco recibirá en las próximas semanas una oferta algo más atractiva de la que recibió por parte de la junta anterior. ¿A qué se deben entonces mis recelos sobre su continuidad? En realidad, a algo tan sencillo como que a Susaeta le encanta jugar al fútbol.

Me explico. A todos los futbolistas les gusta jugar, faltaría más. Ahora bien, hay algunos que lo necesitan, que se deprimen sin el pulso de la competición. Otros, no. Otros soportan el banquillo sin que se les remuevan las entrañas. Incluso acaban cogiéndole el gustillo y aprendiendo a coger muy buenas posturas mientras se tapan con la manta los días de frío. Susaeta es de los que lo pasa fatal. Aunque lo disimule como un caballero, debe disimular las tristezas propias que pueden afectar a la alegría ajena de un compañero, la suplencia le sienta como un tiro. Y lo cierto es que, con la excepción del domingo ante el Barça, llevaba seis partidos seguidos de Liga sin jugar un solo minuto. Garitano ha sido el primer técnico en darle un papel secundario. De manera que tampoco me extrañaría demasiado que acabe aceptando la oferta de un equipo en el que vuelva a sentirse protagonista. Ya lo veremos.