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La resaca de la Copa muestra en Sevilla una imagen radicalmente opuesta a la de los últimos tres días. Ahora uno puede caminar tranquilamente por ... Mateos Caro, rebautizado como el Licenciado Poza sevillano. Basta con levantar la mano para pedir un taxi, incluso hay varios libres en las paradas. Sentarse a comer en un restaurante, a diferencia del viernes y el sábado, no es una tarea imposible y la novedad ahora es toparse con aficionados del Athletic. Tras el huracán rojiblanco, con unas 70.000 almas, hosteleros y comerciantes se muestran «encantados. Ojalá firmen por tres años más y llegue siempre el Athletic», piden.
La primera parada en este recorrido se produce en los alrededores de la catedral y de la Giralda, desde el jueves conquistada por los aficionados vizcaínos, pero desde este domingo ya reconvertida en punto de interés turístico. «Hemos vivido estos tres días como vosotros, pasándolo en grande. No esperábamos tanta, tanta gente», confiesa José Javier Abascal, del bar Santa Cruz, ubicado en uno de los epicentros de la fiesta. Lograr llegar hasta la barra para pedir era más complicado que realizar la kalejira desde la Athletic Hiria hasta la Cartuja.
Un dato para ilustrarlo. «Hemos vendido por lo menos 80 barriles en estos tres días, cuando lo normal -en esa misma franja- serían unos 14». Vamos, que se han doblado las unidades. Y por poner esas cifras en perspectiva, cada uno de estos barriles cuenta con unos 50 litros de cerveza. 4.000 litros que han ambientado la previa de la Copa. Pero para sorpresa, la estrella ha sido otra. «Lo que más se ha bebido ha sido kalimotxo. Madre mía, os bajáis todos», reía este hostelero, tras esta invasión con sabor dulce. «Es una alegría que hayáis conseguido la Copa después de 40 años», felicitaba.
«La gente se ha comportando de diez», añadía Abascal. Una opinión compartida por Juan Manuel Marroquín, del bar La Moderna, justo en el otro ala de esta calle en la que la afición afinó las gargantas para la final. El silencio no ha hecho en ningún momento acto de presencia. «Todos los años que hemos tenido la Copa ha venido gente, pero tanta...», se mostraba asombrado. «Se trabaja sin descanso, pero con mucha alegría. El año pasado también vino mucha gente, pero es que en esta ocasión la calle estaba colapsada». Una atmósfera que les empujaba a un ruego: «Ojalá se firmase por tres años más la final y estén ustedes».
En el castizo barrio de Triana los visitantes extranjeros comparten las soleadas terrazas con algunos athleticzales rezagados que se resisten a abandonar Sevilla. De la marea de camisetas rojiblancas de los últimos días, en este concurrido barrio apenas se dejan ver unas pocas, las de los afortunados que han podido retrasar el éxodo de regreso para disfrutar un día más, y veraniego, en la ciudad hispalense.
Pese al «buen ambiente» que aseguran ha caracterizado a la afición rojiblanca, en el bar de tapas La Oliva se confiesan un poco aliviados por la marcha del masivo grupo de aficionados: «¡Estábamos a punto de quedarnos con la despensa vacía y los cañeros sin nada!», ríe el camarero de este local. «Aprovecharemos que empieza la semana para surtirnos de nuevo», explica.
Para José Pascual, vecino del barrio y taxista, la de este fin de semana ha sido una cita inusual, «nunca en un partido de fútbol hemos visto tantísima gente aquí, quizás cuando vinieron los ingleses que también nos invadieron», destaca. «Ha habido muy buen ambiente, además es una afición con gente joven pero también muchas familias, niños… y eso se nota», añade el taxista.
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