El gran desafío de Butarque
Visita del jueves ·
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Visita del jueves ·
El Athletic tiene un examen complicado en su quinta visita a un campo en el que, por razones misteriosas, siempre ha jugado fatalEl estadio municipal de Butarque no parece albergar ningún misterio, por mucho que, al estar en Leganés, sirva para hacer la broma del lago y el monstruo. Es un campo de aforo escaso pero ajustado para un club de su categoría –12.454 espectadores desde ... su última remodelación en 2018-, con una única tribuna principal y el resto de los graderíos abiertos a todas las inclemencias. Su superficie oficial –105 metros de largo por 70 de ancho– es perfecta; de hecho, la anchura es dos metros mayor que la de San Mamés. Es cierto que el césped no suele ser una alfombra y que hay algo triste y descarnado en ese descampado, antigua huerta de pepinos, que se extiende junto a la carretera que viene de Carabanchel, al lado del tanatorio. Ahora bien, nada de todo esto explica que Butarque sea para el Athletic un campo en el que jugar bien al fútbol haya sido imposible.
Los rojiblancos lo han visitado cuatro veces, las cuatro que el 'Lega' estuvo en Primera de forma consecutiva entre las temporadas 2016-17 y 2019-20. Sus resultados han sido variados y siempre cortos y apretados: dos empates (0-0 y 1-1), una victoria (0-1) y una derrota (1-0). Como verán, los goles han escaseado: dos por cada equipo. Sin embargo, lo más llamativo, como decíamos, fue que en todos ellos el buen fútbol fue imposible. De hecho, no pudo ser más feo y deprimente.
La primera visita, el 14 de enero de 2017, marcó el camino, uno tortuoso y muy sombrío. Muchos aficionados del Athletic lo recordarán. Fue aquel partido en el que Darwin Machís se convirtió en una pesadilla para el Athletic, para su equipo y para sí mismo. En la primera parte, el delantero venezolano que ahora milita en el Valladolid falló cinco mano a mano delante de Iraizoz, el primero a los 44 segundos. Fueron noventa minutos terribles. Cómo sería la cosa que los rojiblancos firmaron una estadística que a cualquier entrenador le haría empalidecer y hasta poner los ojos en blanco, como Bran Stark en 'Juego de tronos': 47 balones recuperados y 82 perdidos. A Valverde, en fin, no le quedó otro remedio que hacer un ejercicio gimnástico de sinceridad en la sala de prensa. «Lo mejor del partido es que se ha acabado».
Gorrazos y despejes
La segunda visita, el 22 de octubre de 2017, ya con Ziganda en el banquillo rojiblanco, continuó cortada por el mismo patrón. El juego del Athletic comenzaba a dar signos más que evidentes de declive. En la Liga llevaba tres derrotas, un empate y una sola victoria en las cinco últimas jornadas y en la UEFA se había librado de milagro de una derrota en Ostersund que hubiera complicado su clasificación, ya que también venía de perder en casa contra el Zorya Luhanks. En lo que fue una sucesión de gorrazos, despejes y saltos, un auténtico bodrio, los rojiblancos perdieron por 1-0. Un grave error de San José lo aprovechó Beauvue para marcar en el minuto 57 el gol de la victoria.
Bastaba con estos dos precedentes para que el tercer Leganés-Athletic, el 24 de abril de 2019, no despertase muchas ilusiones. Y las malas sospechas se confirmaron. La primera frase de la crónica de este periódico fue muy ilustrativa. Decía así. «Fue uno de esos partidos tan malos que, al acabar, independientemente del resultado, uno echa de menos una ventanilla de reclamaciones; un lugar en el que el espectador sufriente y doliente pueda desahogarse un poco con una protesta formal a la autoridad competente».
Pasado el tiempo, sin embargo, lo que se recuerda de aquel choque no fue su calidad subterránea sino una acción insólita: el gol de En-Nesyri en propia puerta que condenó a su equipo. Esos goles son por definición accidentes, acciones desgraciadas. El del delantero marroquí fue realmente asombroso porque hizo en su propia portería, a la hora de defender un córner, exactamente lo mismo que hubiera hecho en la contraria para intentar marcar: se buscó la posición en el primer palo y salió hacia afuera al ver la trayectoria del balón. En teoría para despejarlo, pero no. Lo que hizo fue rematarlo a su portería y dejar a Pichu Cuéllar con esa cara de perplejidad y terror que provoca el fuego amigo. Por cierto, En Nesyri rompió con su acción una racha de 134 córners del Athletic sin marcar.
La cuarta y hasta ahora última aparición en Leganés, apenas cinco meses después, siguió por los mismos derroteros. Acabó 1-1 –marcaron Raúl García de penalti y Óscar de una falta que se tragó Herrerín– y todo fue tan insustancial y aburrido que no dejó otro recuerdo que la propia insustancialidad y el aburrimiento. Así las cosas, hay que concluir que al equipo de Valverde se le presenta este jueves un verdadero desafío: el de jugar bien al fútbol por primera vez en Butarque. Es la única manera que tiene de conseguir que el partido no se convierta en un cara y cruz. O en algo peor.
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