Iñigo Eguaras (Ansoain, 31 años) está en paz con el fútbol. «No me puedo quejar», responde cuando se le pregunta por cómo le trata el balón. Vino a Lezama siendo un niño, perdió a un gran amigo en un accidente de tráfico, suceso que le ... marcó, salió del paraguas rojiblanco para buscar su sitio en la élite. Tras pasar por Sabadell, Mirandés y Zaragoza lo encontró con 30 años en el Almería. «Mi sueño lo tengo cumplido: jugar en Primera», confiesa en una distendida conversación con EL CORREO a tres días de recibir a su Athletic en el Power Horse Stadium. Una buena disculpa para hablar del fútbol y la vida.
– «Hay vida más allá del Athletic, pero tienes que tener ganas de descubrirla». La frase es suya. ¿Con qué se ha encontrado lejos de Lezama?
– Después de tantos años en Lezama, donde maduré como persona y futbolista, me di cuenta de que tenía que dar un giro a mi vida. Una vez fuera, ves que es difícil encontrar un sitio así. Quieres salir a la aventura, conocer otro mundo y comprendes que el trato al jugador es muy diferente. En mi primer año lejos de Lezama, en Sabadell, echaba de menos todo aquello. Era un cambio muy drástico.
– Llegó al Athletic en edad infantil, vistió de rojiblanco nueve años, entrenó y jugó amistosos con el primer equipo y se fue para cumplir su gran sueño: jugar en Primera. Lo ha hecho con 30 años. ¿Pensó que no llegaría?
– Por supuesto. Dudé. Dudé porque veía que cada vez cumplía más años y las posibilidades de jugar en Primera con más edad se vuelven más complicadas. En mis primeros años en Segunda me decía: 'Me tocará ascender. Es mi sueño y va a llegar'. Eso se iba apagando. Estuve cuatro años y medio en el Zaragoza...
– Y estuvo a punto.
– A punto. Es cuando más cerca he estado. Jugué dos play-off de ascenso. Fue en el mercado de invierno del año pasado cuando se me dio la oportunidad de venir al Almería. En el Zaragoza ya no era tan fundamental, no contaba con minutos. El Almería iba primero. Tuve la gran suerte, o si quiere llamarlo carambola, de subir en la última jornada.
– Todo empezó en la Txantrea. Tenía cuatro años cuando empezó a dar sus primeros balonazos. La calle era suya.
– La calle lo era todo. Nos juntábamos los amigos y resulta que muchos hemos salido futbolistas. Yo con Iker (Muniain) he jugado toda la vida. De pequeños utilizábamos bancos como porterías, poníamos dos sudaderas en el suelo como si fueran palos y nos pegábamos horas jugando. Siempre estábamos en la calle.
– Buenos tiempos.
– ¡Qué tiempos! Ahora ves a la gente joven, a los chavales, y no hay balones en la calle. En mi opinión, la esencia del fútbol callejero ya no se lleva. Hay hasta carteles que prohiben jugar al fútbol en la calle, en los parques.
– ¿Qué le han enseñado las calles de su barrio?
– La Txantrea es muy humilde. La vida allí es estar en la calle. Nadie te mira por encima del hombro. Vas conociendo a gente y te das cuenta de que es como tu, humilde. Es un zona muy trabajadora. Mi grupo de amigos es para toda la vida. Valoras seguir contado con ellos. Es lo que me llevo de La Txantrea.
– Lo dejó para irse a Lezama con 12 años. ¿Cómo de difícil le resultó cambiar su casa por la residencia?
– Al principio fue duro, pero no tan duro como pensaba. Un año antes de fichar por el Athletic, tanto Iker (Muniain) como yo y otro de los amigos íbamos a entrenar a Lezama. Nos llamaban para ir a torneos, 'modo prueba'. Entonces nos quedábamos en la residencia a dormir.
– Le resultaba familiar.
– Eso es. Encima tuvimos la suerte de que en la residencia casi todo el mundo era navarro. Había mucha gente salida de La Txantrea. Nos conocíamos todos. Eso nos hizo la vida muy fácil. Teníamos a gente como Arbilla, Iñigo Pérez, Adrien Goñi. Nos guiaron muy bien. Era en las noches cuando lo pasabas un poco mal. Recibías la llamada de tus padres, te preguntaban cómo había ido el día. si descansabas bien...
– Si comía bien...
– ¡Eso es! Esos momentos se hacían duros. Piensas en tus padres, en que, de alguna manera, les han arrebatado a un hijo para que cumpla su sueño. Es difícil llevarlo.
– Dicen que en aquel momento también le quería el Barça.
– Cuando nos reunieron en la Txantrea a Iker y a mí, junto con otro amigo, para decirnos que teníamos una propuesta del Athletic, nos comentaron que había opción de ir al Barça. Pero de eso no tengo ningún tipo de recuerdo.
Tragedia
– Hay un episodio trágico que marcó aquella época. Perdió a su amigo Iñaki de 13 años en un accidente de tráfico. ¿Cómo lo vivió siendo tan joven?
– Es el palo más duro que me he llevado en la vida. Iba al colegio con él, entrenábamos, pasábamos muchas horas juntos. Era un chico sencillo, humilde, gracioso, que nos hacía la vida muy fácil. Estaba sonriendo todo el día. Después de un partido recibí un mensaje en el que un compañero de clase me decía que había habido un accidente de tráfico con cinco compañeros de colegio y que entre ellos estaba Iñaki. Al principio me dije: 'Bueno, un accidente. No me han dicho nada más'.
– Tampoco pensó que era tan grave.
– Así es. Pero cuando recibí a los 15 minutos un segundo mensaje diciéndome 'Iñaki ha fallecido'... Ahí me derrumbé. Llamé a Iker. Nuestros padres se pusieron en contacto. Estábamos en Pamplona. La vuelta a Bilbao fue muy dura. El primer mes y medio no tenía ganas de nada, solo quería estar con mis padres. Todo me recordaba a Iñaki. Ir a clase, entrenar. Fue muy duro. Te comes la cabeza por no jugar, y resulta que la vida es mucho más dura.
– Por eso eligió llevar el 16, en honor a su amigo.
– Sí. Iñaki jugaba con el 16. Yo tenía mucha relación con sus padres y les hice una promesa. Les dije que si algún día llegaba al fútbol profesional iba a llevar el 16 en su honor. Lo cogí desde que empecé en Segunda y hasta este año, que no pude elegirlo (lleva el 4).
– Años después salió rumbo al Sabadell, luego recaló en el Mirandés y después en el Zaragoza. Descensos, peleas por un ascenso que no llegó... ¿Cómo le trató el fútbol?
– No me quejo. Soy un privilegiado. He tenido la suerte de haber estado en el Athletic, muy cerca de la élite, donde me han cuidado y tratado bien. Gracias al Athletic soy una gran persona y un futbolista de Primera División.
– ¿Qué le faltó para quedarse y triunfar?
– Soy una persona que... Con lo que he tenido me he amoldado. En Bilbao gusta eso de 'es un medio centro que es un perro, muerde mucho'. Yo soy todo lo contrario. Soy un jugador de tener el balón, más estático, posicional. Y en el último año había mucha competencia, con dos finales de UEFA y Copa. Hicieron un año espectacular. En el filial tenía por delante a jugadores muy buenos como Erik Morán, Ruiz de Galarreta, Javi Eraso. También creo que en gran parte fue por mí, por no haber dado un punto más.
– Antes de ir al Mirandés llegó a plantearse colgar las botas. Solo tenía 23 años. ¿Cómo superó aquella crisis?
– Justo cuando di el salto a Segunda descendimos (con el Sabadell) . Se me hizo muy duro. Fue mi primer año lejos de Lezama.
– Y empezó a cuestionarse todo.
– Sí, y encima durante la temporada ves que las cosas no salen bien, estás abajo. Te dices: 'Mi primer año en Segunda y descenso'. Una vez terminada la temporada, en verano, no recibía ofertas que me llamaran la atención. Iba pasando el tiempo y me decía 'igual es verdad que esto no es lo mío'. Mi entorno me ayudó mucho. Me dijeron que no tirase la toalla. Tuve la suerte de que me llamara el Mirandés. Es una de las mejores decisiones que he tomado. Hicimos un año espectacular.
– Zidane y Xabi Alonso eran los espejos en los que se miraba. Le gusta buen fútbol.
– Me gustan porque me parecen jugadores muy elegantes a la hora de tratar el balón. De pequeño veía a Zidane y me enamoraba. Cuando colgó las botas, me fijaba en Xabi Alonso, desde que estaba en la Real. En sus años en el Liverpool me encantó.
– Vuelve a encontrarse con el Athletic, esta vez en casa. ¿El 4-0 de San Mamés les ha servido de aprendizaje?
– Sí. Nos hizo ver la realidad. Después de ese 4-0 entramos en una muy buena racha en casa –cuatro victorias seguidas–. El 4-0 fue un mazazo. No hicimos las cosas bien, pero nos ayudó a dar otro enfoque a nuestro juego. Es verdad que fuera de casa nos cuesta una barbaridad.
– El Athletic pelea por Europa y el Almería por la salvación. ¿Qué le dice su instinto de superviviente?
– Nuestra necesidad es mayor. El Athletic estará ahí arriba hasta la última jornada para meterse en Europa, y nosotros sabemos que con el más mínimo error nos meteremos en la pomada del descanso. Tenemos que hacernos muy fuertes en casa.
– Dijo hace unos años que solo necesitaba un partido en Primera y que luego podía dejar el fútbol. Ya lleva 20. ¿Cuántos más quiere?
– No me importaría otro añito más (risas). Mi sueño lo tengo cumplido. Estoy tranquilo. Es verdad que no me gustaría dejarlo habiendo descendido. Me encantaría acabar con una buena carrera. No arrastrarme por los campos.
– ¿También juega un poco por Iñaki?
– Sí. Llevo toda mi vida luchando por esto. Cuando me pongo un objetivo lo intento cumplir. He cumplido mi sueño de estar en Primera y de honrar el recuerdo y la memoria de Iñaki.
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