Getafe 0-2 Athletic
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Getafe 0-2 Athletic
Manual de resistencia en el ColiseumNo se puede decir que jugar contra el Getafe sea una visita al dentista en el sentido antiguo que se ha dado a esta expresión, es decir, la que da por segura una experiencia dolorosa como podrían ser las de los viejos sacamuelas. Pero lo ... cierto es que nunca es agradable y que las victorias son muy caras en el Coliseum. La de ayer del Athletic, por ejemplo, fue inolvidable por el sufrimiento brutal que requirió. Este cronista no recuerda algo parecido a los casi cuarenta minutos de asedio bárbaro que aguantó el equipo de Valverde para defender con uñas y dientes el 0-2 que había subido al marcador Iñaki Williams, asistido por su hermano. Fueron una locura, un verdadero manual de resistencia de los rojiblancos, con un hombre menos desde el minuto 58 y con dos desde el 79.
Que el Getafe no marcara ni siquiera un gol después de 34 remates no es fácil de explicar, pero se pueden ofrecer algunas causas. A los azulones les faltó suerte, evidentemente. También les sobró precipitación y frialdad a la hora de finalizar sus jugadas de ataque, que se sucedieron en cascada a raíz de la expulsión de Yeray. Y desde luego les sobró Unai Simón, clave con varias paradas excepcionales, sobre todo dos, ambas a Greenwood, una en el minuto 29 y otra, desde el punto de penalti, en el 88. El de Murgia fue, junto a Iñaki Williams, que volvió a marcar en Liga casi tres meses después, el hombre del partido. Y lo fue teniendo una actuación extraña en él. Por arriba estuvo hecho un flan, lo que parecía un indicio de nerviosismo, pero en todo lo demás estuvo de matrícula de honor. Cosas de los porteros, que ya se sabe que son gente especial.
Lo cierto es que el partido acabó dejando un buen sabor de boca en la parroquia rojiblanca, por mucho que el Athletic se quedará sin sus centrales, Yeray y Paredes, por sendas expulsiones en acciones «disparatadas», como las definió el propio Valverde, que también vio la tarjeta roja por protestar el dudoso penalti que Gil Manzano pitó a Raúl García. Y es que el espíritu de lucha que mostró el equipo, el coraje para resistir y defender el resultado, habló muy bien de los jugadores. Se podría decir que lo de ayer fue justo lo contrario a la típica relajación de balneario o de chiringuito de Ibiza que suele atribuirse a los rojiblancos en los finales de temporada. Se agarraron como una lapa a los tres puntos, que aprietan al Atlético de Madrid para el choque de esta noche contra el Mallorca.
Valverde hizo varios cambios en su once inicial. Herrera, Unai Gómez y Berenguer entraron de salida, los dos primeros por lesiones de los titulares habituales (Ruiz de Galarreta y Sancet) y el tercero para dar carrete al navarro y buscar un nuevo aire en la delantera. Viendo cómo se desarrolló el encuentro, tampoco puede decirse que estas variaciones fueran efectivas. La realidad es que el Athletic ganó por su portero, por su impresionante efectividad, representada por los hermanos Williams, y por su personalidad a lo largo de un partido curioso. Fue uno de esos batiburrillos en los que puede pasar cualquier cosa y el espectador, sin saber a qué atenerse, acaba con la sensación de haber visto un espectáculo.
El Getafe comenzó presionando con más intensidad y logró un mayor dominio. En el minuto 7, Moriba dio un buen susto a Unai Simón. Fue una jugada aislada. En cuanto el Athletic igualó la viveza de su rival, el juego se igualó hasta convertirse en un toma y daca pedregoso. Se sucedían las imprecisiones, los despejes, los choques, las pérdidas... Parecía un milagro que un equipo diera tres pases seguidos. Era, en fin, un partido malo con avaricia. En ese tipo de situaciones, la diferencia suele marcarse en acciones aisladas. Ya sabe, cuando a un futbolista se le enciende la luz o a otro se le apaga. Así ocurrió en el minuto 27. Iñaki Williams recibió un balón de su hermano, se perfiló para chutar y le salió un buen tiro al que no llegó David Soria, mal colocado, demasiado vencido al primer palo. Dos minutos después, por el contrario, Simón sacó una mano milagrosa a un remate de Greenwood y evitó el empate.
El Athletic se entonó a partir de ese momento, con Herrera tomando las riendas, y llegó al descanso con la sensación de tener el partido controlado. No se podían imaginar los rojiblancos, sin embargo, la manera en que iba a descontrolarse todo. Y no ya con 0-1, sino ya con el 0-2, que fue un regaló de Nico a su hermano Iñaki tras un contragolpe magnífico. Tras una pérdida tonta de Beñat Prados, Yeray añadió otra tontería a la jugada despejando el balón con la mano desde el suelo. Era el minuto 58. Arrancó entonces una ofensiva por tierra, mar y aire del Getafe, que se redobló en el minuto 79 cuando Paredes cometió un error, agarró a un rival que se le escapaba y vio la segunda amarilla. Parecía imposible que el Athletic, encerrado en su área, despejando balones como si no hubiera un mañana, saliera indemne. El gol no dejaba de llamar a la puerta, sobre todo en acciones de Greenwood y cabezazos de Latasa, pero no pudo traspasarla. Cuando en el minuto 88 Unai Simón paró un penalti al delantero inglés cedido por el United quedó claro que no era el día del Getafe. Aunque siguió insistiendo y en los nueve minutos de descuento tuvo otras dos ocasiones claras, no tenía nada que hacer. El fútbol es así.
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