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Cualquier niño nacido en cualquier lugar del mundo podría jugar en el Athletic, solo se tienen que dar las circunstancias». Con esta frase, ante el asombro de muchos, he comenzado mi relato en varias de las charlas y tertulias sobre la idiosincrasia del Athletic en ... las que he participado, a lo largo de muchos años, tanto en Euskadi como fuera de nuestra tierra.
Y en el caso de Cristian Ganea sencillamente se dan esas circunstancias. Ni más ni menos (por encima de otras particularidades) del mismo modo que se dieron en mi caso, nacido en Madrid, o en los de otros compañeros de vestuario que llegaron al mundo en Salamanca, Zamora, Badajoz, Cáceres, Burgos, La Rioja e incluso Brasil.
Criado en Basauri y formado futbolísticamente en las categorías inferiores del Baskonia y del Indartsu hasta la mayoría de edad, su localidad de nacimiento -Bistrita, Rumanía- no deja de ser una anécdota en términos de filosofía rojiblanca.
Es más, en aquella época, ya estuvo en la agenda de Lezama y formó parte de la selección vasca juvenil junto a otros reconocidos futbolistas de la camada del 92 como el realista Rubén Pardo, el portugalujo Capa (actualmente en el Eibar y que también será rojiblanco la próxima temporada) o el ahora león Sabin Merino, entonces jugador del Danok Bat.
Por lo tanto, lo verdaderamente importante en relación a Ganea nada tiene que ver con las fronteras y todo con lo que su capacidad futbolística pudiera aportar al Athletic en el futuro inmediato.
Y en este sentido, aunque mis referencias directas no pasan de un par de vídeos recientes y la percepción de quienes le entrenaron hace unos años, entiendo que su contratación resulta una apuesta obligada para un club como el nuestro. Por varias cuestiones. Primero, por la limitación de un mercado que nos obliga a no desatender ninguna oportunidad; segundo, por las condiciones de un fichaje tremendamente asequible, y tercero, y sobre todo, por los méritos del propio protagonista. Su progresión en los últimos años, ganando la liga rumana con su equipo, el Viitorul (por delante de históricos como el Steaua o el Dinamo de Bucarest) y alcanzando la etiqueta de internacional absoluto con su país, bien merecen esta oportunidad.
Y ojalá aquel joven futbolista un tanto anárquico tácticamente, explosivo en la salida en corto, con vocación ofensiva, rápido y desequilibrante en el uno contra uno y con un cañón en su pierna izquierda pueda convertirse en la gran revelación de la próxima campaña. Dibujaría un acierto entre tanto despropósito como dirección deportiva. Aunque las responsabilidades concretas en este despacho (algo absolutamente preceptivo en cualquier institución) en el actual Athletic nunca tienen cara.
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