Terminó el primer tramo de esta temporada estrafalaria, que rompe el campeonato de Liga y el campeonato de Copa a mediados de noviembre, lo nunca visto, para jugar un Mundial disparatado en un lugar inhóspito. El Mundial ya lo ha ganado Qatar, y lo han ... perdido los dirigentes del fútbol mundial, que votaron a ese país por razones vamos a decir mercantiles, ajenas al fútbol.

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El Athletic jugaba la primera eliminatoria de Copa ante un colista de segunda B y volvió a dar una muy mala imagen en la segunda parte, tras despachar el resultado en la primera. El único jugador que se salvó de la abulia general fue el portero, Aguirrezabala. Es un tópico hablar de que los partidos ante rivales notablemente inferiores pueden ser una trampa, que si son partidos difíciles, que si esto y que lo otro, se dice, se repite, y todos recordamos descalabros históricos, sonrojantes, inexplicables. Y bueno, sí pero no. Difícil debe de ser jugarle al Bayern de Munich, por ejemplo. El equipo se resignó durante toda la segunda parte a que el Alzira llevara el peso del partido, tocara mejor e incluso tuviera sus oportunidades ante un Athletic desmadejado, el Athletic aburrido de los días desganados, las posturitas y la suficiencia.

Nada que reprochar a Valverde, que se tomó en serio la eliminatoria, como debe ser, y alineó un equipo que podría ser titular, al menos sobre el papel. Si acaso, el reproche podría venir por su fracaso en el intento de convencer a sus jugadores de que todos los partidos son importantes y en todos deberían alcanzar un rendimiento similar, como se consigue con naturalidad en las fábricas y oficinas, sea lunes o viernes, invierno o verano. Suele decirse que una de las funciones más importantes del entrenador es sacar lo mejor de sus jugadores en toda circunstancia, sea en partidos heroicos ante rivales temibles o en partidos en los que no se disputa la gloria, sino el orgullo más elemental. El Athletic metió dos golitos facilones y se echó a dormir, como si los futbolistas estuvieran reventados, como si volvieran de la guerra, como si no estuvieran a punto de disfrutar de unas insólitas vacaciones.

Qué poquito jugó el Athletic. Volvimos a la serie de un partido bueno y a continuación un partido malo. Sí, ya sé, peor habría sido que el resultado hubiera sido incierto, que se hubiera puesto en duda la clasificación, que hubiera sido «emocionante». Tampoco es que esperase una goleada abusona, pero no consigo resignarme a los partidos mediocres, aunque se ganen.

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El Athletic llega a este corte de la competición con una estupenda clasificación en la Liga y clasificado para la siguiente ronda de la Copa, pero vuelve a ser reincidente en la falta de regularidad y sin estar convencido de que, jugando al trote, sobrados, son poca cosa.

Veré los partidos de Qatar sabiendo que, por buenos que sean, no podrán hacernos olvidar la vergonzosa entrega del fútbol a los caprichos de unos nuevos ricos que se piensan que pueden comprarlo todo, tan insensibles que no respetan los derechos humanos más elementales.

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