El Athletic ha anunciado la renovación de Unai Nuñez (el jugador ha pedido retirar la tilde de su apellido) hasta 2025, aunque sería más apropiado decir que se trata de una prolongación del contrato, puesto que el central ya tenía un vínculo en vigor hasta ... 2023. Con la nueva firma desaparece la cláusula de 30 millones que tanto dio que hablar en su día cuando el director deportivo dijo que semejante cantidad de dinero solo se paga por otros centrales, una afirmación inoportuna de la que posteriormente se retractó ante el propio jugador. El nuevo contrato no incluye cláusula, por lo que una posible rescisión de dicho acuerdo quedaría al albur de una negociación por el precio.
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Nuñez ha prolongado su vinculación con el Athletic después de rechazar hasta tres ofertas de Ibaigane, según desveló Rafa Alkorta, y tras una insólita petición de salir cedido al comienzo de esta temporada, denegada, como no podía ser de otra forma, por el responsable deportivo rojiblanco.
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A lo largo de este arduo proceso de negociación siempre ha dado la impresión de que Nuñez -o, mejor dicho, quienes le aconsejan- solo estaba lanzando un órdago al Athletic con el pretexto de que quería jugar más, argumento peregrino si se recuerda que la pasada temporada el defensa fue el undécimo miembro de la plantilla en minutos de competición, con 20 partidos de Liga jugados, 16 de ellos como titular, y seis de Copa, todos ellos desde el principio. Unas cifras perfectamente homologables a la condición de habitual en un equipo que solo dispone de tres centrales específicos.
¿Qué ha cambiado ahora para que Nuñez se haya avenido a aceptar la oferta del Athletic? Podríamos decir que el mundo entero, pero por centrar el tiro, mejor acotamos el escenario al más circunscrito del mercado del fútbol, afectado de lleno por la pandemia de la Covid-19 como toda la actividad humana.
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Hoy en día los 30 millones de la cláusula de Nuñez no se pagan no ya por otros centrales, como señaló en su día Alkorta, sino ni siquiera por un goleador de la talla de Luis Suárez, por cuyo traspaso al Atlético de Madrid el Barcelona recibirá unas cantidades en función a los resultados deportivos, ni por un centrocampista contrastado como Rakitic, que le ha costado un millón y medio de euros al Sevilla.
Ocurre que ahora mismo hace mucho frío ahí fuera y Nuñez (o mejor dicho quienes tan mal le aconsejan) ha comprendido que no tenía cartas para mantener su órdago al Athletic. Probablemente nunca las ha tenido, pese a que se barajaron diversos nombres de clubes de campanillas como presuntamente interesados en hacerse con sus servicios; un viejo truco que no por conocido deja de repetirse prácticamente en cada negociación.
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El central portugalujo no es el primer jugador del Athletic que ha acabado aceptando la cruda realidad para terminar firmando un contrato que solo el club rojiblanco está dispuesto a ofrecer porque su situación en el mercado le obliga a ello.
Seguro que ahora unos y otros querrán contarnos el final feliz de una historia que nunca debió protagonizar un chico que se ha hecho futbolista en el Athletic, al que llegó cuando era alevín. Nos dirán que, colorín colorado, los protagonistas fueron felices y comieron perdices, pero todos sabemos, ellos los primeros, que el final de esta historia lo ha escrito la fría e implacable ley de la oferta y la demanda. Sería estupendo que al menos nos quedáramos con la moraleja.
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