Flick sorprende a todos
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Goles al arcoiris ·
El Bayern vuelve a dominar Europa de la mano de un técnico en el que muy pocos confiabanSomos muchos los que pensamos que la victoria del Bayern en la final de la Champions merece un brindis -¡Ein prosit!- con una buena jarra de cerveza. Su triunfo ha tenido una primera consecuencia de lo más agradable: el PSG tendrá que seguir esperando para ... ser campeón de Europa y su jeque catarí deberá continuar soltando millones a mansalva. Desesperado, lo mismo le da la ventolera y se le ocurre fichar a Messi este verano para juntarlo con Neymar y Mbappé, convencido de que esa triple alianza sería invencible. O lo mismo lo deja todo y se hace beduino como sus antepasados. Quién sabe. Lo que está claro es que a muchos aficionados, por cuestiones que sería demasiado prolijo explicar, de cierta forma nos tranquiliza que la vieja aristocracia del fútbol europeo siga imponiendo su ley frente a los nuevos ricos.
Por otro lado, la victoria de los muniqueses no deja de ser el ejemplo perfecto de su admirable afán de superación. En noviembre era un equipo en crisis con un pronóstico bastante malo. Niko Kovac había sido destituido y nadie daba un duro por una plantilla potente pero desestructurada y con serios problemas internos. La llegada de Hans Dieter Flick tampoco ayudó a que los hinchas del Bayern se pusieran a echar cohetes. Parecía un hombre de transición. Muy pocos confiaban en él.
Pues bien, ha sido todo lo contrario. El técnico de Heidelberg ha dado con la tecla con una maestría sorprendente. Ni Baremboim, oiga. Flick ha devuelto a los clásicos del equipo (Neuer, Alaba, Boateng, Müller y Lewandovski) a su mejor versión, ha dado a Kimich todos los galones que se merece y ha mejorado a jóvenes como Davies, Gnabry y Goretzka. Y no sólo eso. También ha sabido gestionar la plantilla con inteligencia, implicarla en un estilo muy exigente con una presión adelantada feroz, y tenerla en el mes de agosto en un estado físico espectacular. Llegados a este punto, es obligado recordar el histórico 2-8 al Barça. Aquel resultado no dejó de ser la constatación escandalosa de los caminos opuestos por los que han transitado, desde la destitución de sus entrenadores, dos de los grandes clubes del mundo.
Elche
El Elche ha vuelto a Primera y, como sucede cada vez que lo hace, me he alegrado. Verle en la máxima categoría tiene algo de regreso a la infancia, a las viejas colecciones de cromos. Todavía recuerdo a Díez Guilabert, a Dominichi, a Alfonseda, y lo mucho que me gustaba su camiseta, tan diferente a las demás. Por otro lado, el Elche construyó entonces un señor estadio y aquello era un certificado de grandeza. Dicho todo esto, hay un elemento añadido que me ha hecho celebrar su éxito. Se trata de Pacheta. Su trabajo en el Elche, al que cogió en Segunda B, está siendo extraordinario. Fue un jugador con una personalidad exultante y, aunque en los banquillos no lo ha tenido fácil y las vicisitudes del fútbol le llevaron incluso a Tailandia, la sigue teniendo como técnico. Por otro lado, nunca ha dejado pasar una oportunidad de declarar su admiración por el Athletic y fue un caballero en la derrota, tan dura, en la eliminatoria de Copa contra los rojiblancos.
Takuma Sato
Takuma Sato se ha impuesto por segunda vez en las 500 millas de Indianápolis. No es que su victoria me importe demasiado, la verdad. Reconozco que, si no llega a ser porque participaba Fernando Alonso y, como consecuencia de ello, en los últimos días hemos sido puntualmente bombardeados con noticias sobre la Indycar, es muy probable que ni me hubiese enterado de que este domingo se disputaba la carrera. Si me refiero a Sato es porque, en cierto modo, me siento en deuda con él. He sido muy injusto. Desde que corría en la Fórmula 1 he dejado crecer y crecer, regándolo como a una bella flor, un prejuicio que se ha demostrado falso. Pensaba que el japonés era un piloto kamikaze que no sólo daba miedo a sus rivales sino que aterrorizaba a sus mecánicos en sus paradas en boxes. De ahí que, en su momento, hace ya una década, me interesara por él, y que a los tronados que veía en la carretera les empezase a llamar Takuma Sato, como a los muy veloces, en nuestra infancia, les llamábamos Fittipaldis. Pues bien. Esto se ha acabado. Es un gran piloto.
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