Lo que no te conté de cierta final
Piscolabis ·
Jon Uriarte
Sábado, 3 de abril 2021, 01:21
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Piscolabis ·
Jon Uriarte
Sábado, 3 de abril 2021, 01:21
Lo que pasa en la Final se queda en la Final. Hasta las gentes más rectas y templadas tienen su anécdota escondida entre camisetas y bufandas rojiblancas. Y, a veces, algún pecado. No hablo de historias como las de Resacón en las Vegas. O sí. ... Pero rara es la persona que no tenga algo que contar. Un servidor ha vivido cinco. La primera en el Bernabéu y ante el Barcelona de Maradona. Y voy camino de otras dos. Lo de «ir» es una forma de hablar. Verbo metafórico y añorado. Porque no vamos. Nos quedamos. Lo que me hace imaginar las cosas que podríamos haber vivido en La Cartuja. Somos gente txirene y cuento con amigos y conocidos que ya están preparando viaje a Sevilla para cuando la pandemia termine. Con banderas y bufandas. Como si hubiera una final. O dos. Para hacer todo aquello que ahora no podemos hacer. Y pienso apuntarme. De hecho fui a una final de dos equipos que no me importan solo por pasarlo bien.
Era 1992 y Pozas sonaba a fin de semana. Tres compañeros de trabajo hablaban de lo que tenía que ser jugar una final en Wembley. El Barcelona de Cruyff estaba a punto de hacer Historia. Jugaba con muchos vascos, le llamaban el Euskalona, y parte de ellos habían sido rojibancos. Pero no fue ese el motivo de la locura. Sino el típico «¿a que no hay huevos?». Los hubo. Una semana después habíamos conseguido entradas, vuelo y hotel. De hecho habíamos crecido. Éramos seis. Este es mi amigo del barrio, ese nos consigue las libras a buen precio, aquél pilla habitaciones. Por poco no fuimos siete. Pero teníamos algo de jinetes y, por qué no, un bastante de magníficos. Al menos eso pensaron quienes se encontraban con nosotros por Trafalgar Square o Picadilly. Seis adultos vestidos del Athletic. Uno de ellos de uniforme completo y oficial, incluido el pantalón corto. Tanto los de la Sampdoria como los culés nos preguntaban extrañados-¿Sois del Barça? A lo que respondíamos con un no rotundo.-Entonces de la Sampdoria?-. Y contestábamos con otro no igual de implacable.-¿Entonces que hacéis aquí?-insistían.-Pues venir a la Final-proclamábamos orgullosos.-¡Pero si vuestro equipo no juega!-soltaban perplejos. Y entonces, a coro, respondíamos-Eso, amigos, es lo de menos-.
Nos gustan las finales. No hay mejor afición para dar ambiente y dejar dineros. En aquél viaje del 92 hasta la policía se sacó fotos con nosotros. Como había que ir con tiempo, asistimos al calentamiento. Zubi nos vio. No daba crédito. Llamó a Bakero, a Julio Salinas, a Alexanko, a Txiki Begiristain, a Jon Andoni Goikoetxea...y a un Guardiola que nos miraba con ojos como platos. Hasta Laudrup saludaba y sonreía de oreja a oreja. No hace falta decir que fuimos los más ruidosos. Llegamos a provocar que ambas aficiones corearan «Athletic, Athletic». Porque, que nadie se engañe, ese fue nuestro único grito. Años más tarde, en el homenaje a Cruyff de 1999 en Barcelona, gracias a Begiristaín, nos colamos en su fiesta. Y pudimos entrevistar a los protagonistas. Guardiola todavía recordaba a aquellos seis locos del club de San Mamés gritando Athletic en la grada. Por algo será. Y luego dicen otros que el fútbol les debe una. A nosotros deberían invitarnos de por vida. En ambientación somos únicos.
Sevilla llora. No solo por la confinada y limitada Semana Santa. También por las dos citas que apuntaban a salvar su rota economía. Conozco a más de un athleticzale que había organizado sus vacaciones para adecuarlas a las dos citas y pasar allí 16 días. No es mal lugar para disfrutar del ocio y la fiesta. Sevilla tiene mucha magia. Y, tras la Supercopa, nos parece un barrio más de Bilbao. Hay cariño mútuo. Estoy convencido de que habría dado para miles de anécdotas. Esas que ahora no tendrán olor a naranjo ni un color especial. Sino el aroma a hogar y a las desventuras de cada cual para ver el partido en casa, con la familia y gritando por la ventana lo que habríamos gritado en la Cartuja. Pero veamos el vaso medio lleno. O la Copa. Lo importante es ganar. Ya habrá tiempo para celebrarlo con fundamento. Hay quien cree que la alegría es como el champán. Con el tiempo pierde fuerza. No estoy de acuerdo. Juro por las zurdas de Rojo y Argote, por las cabezas de Zarra y Pichichi y por las manos de Iribar que el día que se pueda iré a Sevilla. Vestido del Athletic. Con cara de cita importante. Y cuando me digan que no jugamos la final, que todo eso ya pasó, les diré-Eso, amigos, es lo de menos-.
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