En estos tiempos en los que nos explican el fútbol con definiciones y conceptos más cercanos a la física cuántica que a un simple enfrentamiento de once contra once con un balón en medio, es bueno recurrir a lo de toda la vida para encontrar ... una explicación a este empate en Mendizorroza. No hacen falta gráficos ni estadísticas para entender la razón por la que los rojiblancos no consiguieron mantener su racha de victorias ante un rival que apenas consiguió inquietarle. Simplemente ocurrió que al Athletic le faltó chispa, ese concepto tan sencillo que se resume en dos sílabas que bastan para explicar noventa minutos de fútbol tedioso y espeso mucho mejor que todas las flechas, dibujitos y gráficos que nos puedan mostrar en la pantalla.
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La chispa es esa décima de segundo que decide una disputa de balón, ese puntito de intensidad que gana un choque, el sprint ganador o la cabeza alta para medir el último pase. Todo eso le faltó al Athletic en Mendizorroza y por eso se tuvo que conformar con un solo punto en lugar de los tres que tenía prácticamente en su casillero.
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Europa le ha vuelto a pasar factura como le ha venido ocurriendo después de cuatro de las cinco jornadas internacionales anteriores a la de esta semana. A estas alturas, los datos son irrebatibles. Los de Valverde suman cuatro empates, una derrota y una sola victoria, la de Vallecas, en los partidos de Liga que han jugado inmediatamente después de una jornada europea.
Y podríamos decir que ni tan mal, porque, salvo el empate que se llevó el Sevilla de San Mamés, todos los demás marcadores se han producido de visita: en Girona, Mallorca, Valladolid, Madrid y Vitoria, lo que eleva el grado de dificultad y, por lo tanto, el mérito del equipo.
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El empate ante el Alavés sabe peor porque la victoria estuvo en la mano del Athletic prácticamente todo el partido. En condiciones normales, esos tres puntos no se les hubieran escapado a los rojiblancos. Las piernas frescas favorecen el riego sanguíneo y el cerebro esta más despierto para inventar jugadas. Esta vez no había piernas frescas en Mendizorroza, a pesar de que, como de costumbre, había cinco jugadores de campo distintos a los que empezaron el partido en Estambul. Escasearon las ideas y las pocas que hubo se ejecutaron mal.
El sexto cambio se produjo en la portería, y Unai Simón muy bien se podía haber ido del partido como el día del Elfsborg, como un espectador de primera fila. Pero el disparo de Guridi, el único del partido con un algo de veneno, le pilló tapado y frío. Los porteros necesitan practicar en la portería con fuego real y hasta este domingo Unai solo había jugado noventa minutos desde la final de la Eurocopa.
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No hubo chispa a pesar de los cambios, porque el calendario avanza y a estas alturas ya se aprecian los efectos de la acumulación de esfuerzos. La competición acaba pasando factura, de una forma u otra. Nico Williams fue el mejor ejemplo. Si Valverde le alineó de inicio fue porque consideraría que estaba en perfecto estado de revista, pese al golpe que le retiró antes de tiempo del partido contra el Fenerbahçe, pero el Nico que vimos en Mendizorroza fue una sombra del que estábamos viendo este año.
Tampoco Ruiz de Galarreta fue el manantial de juego que le ha convertido en uno de los imprescindibles del míster. Estuvo espeso en la creación, inusualmente fallón y muy impreciso en pases que parecían fáciles. Y lo mismo se podría ir apuntando de prácticamente todos los que estuvieron en el campo.
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El Athletic fue un equipo gris que se fue acomodando a la prematura ventaja que cobró en el marcador, en la única acción del partido con suficiente electricidad que protagonizaron Iñaki Williams y Unai Gómez, más porque las circunstancias le abocaban a ello que por conformismo o suficiencia. Sería injusto decir que lo vieron tan fácil que se durmieron en los laureles. No. Pelearon y se aplicaron como siempre, sin ahorrarse una gota de sudor, porque este equipo podrá estar más o menos inspirado, pero la entrega y el esfuerzo vienen de oficio desde el minuto uno al noventa. No les alcanzó porque para ganar un partido se necesita algo más que esta vez faltó.
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