![A falta de un goleador, más goleadores](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202108/23/media/cortadas/falta-goleador-keKG-U150310897393LXF-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Tras el partido contra el Barça, orgulloso y con razón por el rendimiento de su equipo, Marcelino hizo unas declaraciones en las que muchos no pudimos evitar detenernos ante su fuerza retórica y voluntarista. «Si no metemos goles, no ganamos partidos, pero vamos a dejar ... de pensar en ello y a pensar en el Celta. No vamos a pensar si vamos a meter goles o no vamos a meter goles». Conclusión: como no marcamos goles, y eso puede llegar a consumirnos, entre otras cosas emborronando fenomenales despliegues corsarios como el del sábado por la noche en San Mamés, vamos a dejar de pensar en ello para no obsesionarnos en exceso y empeorar todavía más las cosas.
No le falta razón al técnico de Careñes en lo que se refiere a la necesidad de liberar a sus jugadores de una obsesión que puede ser muy dañina. Cuanta más presión noten los futbolistas, cuanto más agobiados se sientan por la responsabilidad a la hora de acabar las jugadas, menos posibilidades tendrán de mejorar en este aspecto trascendental del juego. Ya se sabe que pensar demasiado ante la portería rival no suele ser nada bueno. El problema, por supuesto, está en que la presión siempre está ahí, insoslayable. Y más hablando de futbolistas profesionales tan bien pagados. La realidad, en fin, es que con el problema del gol, lógico en un equipo que ha perdido a un delantero centro de época como Aduriz y por voluntad propia no puede ir al mercado para reforzar esa posición débil, el Athletic se encuentra en una especie de círculo vicioso. Digámoslo con un juego de palabras: el gol no puede ser una obsesión y tampoco puede dejar de serlo.
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1 gol lleva el Athletic en los últimos 5 partidos de Liga, 2 de la actual y 3 de la pasada
La pregunta es qué hacer y la respuesta no es fácil. De hecho, se puede decir que los rojiblancos llevan ya cuatro temporadas sin encontrarla y las consecuencias están a la vista. El Athletic se ha acabado instalando, arriba o abajo, en mitad de la tabla, incapaz de dar un salto cualitativo. Es más, los 46 puntos con los que terminó la pasada Liga fueron una cifra peor que la de las dos anteriores (51 y 53) y sólo tres puntos mejor a la que dejó al equipo decimosexto en el curso de Ziganda. Como por una cuestión de estética mínima y de higiene mental debemos descartar la solución de cruzar los dedos o recurrir a prácticas esotéricas para que vuelva el gol, al estilo de esos pueblos atormentados por la sequía que sacan de paseo a la Virgen para que regrese la lluvia, sólo cabe una opción. Marcelino ya la adelantó la semana pasada: a falta de un gran 'killer' hay que repartir el gol entre muchos jugadores.
la paradoja
Aquí radica el gran reto que tiene planteado el técnico asturiano: lograr que su equipo, conservando su solidez en defensa, sea capaz de practicar un fútbol ofensivo, coral y ambicioso, que le permita llegar al área rival en muchas ocasiones y con muchos efectivos. No hay otro remedio. Confiar en que el Athletic sea competitivo siendo un equipo firme y letal, de los que no regalan nada y perdonan todavía menos, es tan absurdo como pedir peras a los olmos. Los rojiblancos están condenados a arriesgar y a ser muy generosos en sus despliegues. No tanto como ante el Barça porque ese tipo de actuaciones, en plan caballería inglesa en la batalla de Balacabla, no pueden ser una norma sino la obligada excepción ante rivales muy superiores, pero sí desde luego con una intensidad media muy alta.
El Athletic no puede permitir el lujo de desconectarse de repente o de disparar sólo tres veces entre los tres palos de la portería rival, como sucedió en Elche. El gol -y esto es una perogrullada- sólo va a poder repartirse creando muchas ocasiones, ya sea en jugada o forzando muchas faltas y córners, de manera que la estrategia sea otro factor importante. Como lo fue ante el Barça sin ir más lejos con el cabezazo imponente de Iñigo Martínez que supuso el 1-0. Se podrían hacer una serie de cuentas individuales en este sentido. Seguro que Marcelino y sus colaboradores ya han especulado sobre ello. Es una tentación inevitable. Se trata de que Williams mejore su media de seis goles en Liga por temporada, de que Muniain haga lo propio con la suya de cuatro, de que Berenguer y Raúl García se mantengan en sus cifras, de que Sancet -dos tantos la pasada temporada- se destape por fin y aporte al menos media docena de goles, de que Villalibre no se deprima con su suplencia y aproveche sus minutos de juego...
propuesta
jugadores
Esto es lo básico, lo más evidente, pero hay también otras cuestiones de peso. Una de ellas es la de no desperdiciar a jugadores que, sin ser goleadores natos, han demostrado tener pegada. Es el caso de Morcillo, por ejemplo. O el de Zarraga, un futbolista diferente al resto de los medios centros, más ofensivo, dinámico y veloz. El getxotarra no acaba de jugar con continuidad y veremos si llega a hacerlo esta temporada en la que la marcha de Unai López parecía haberle abierto un hueco. Zarraga siempre ha tenido llegada; algo que el equipo debería aprovechar en estos tiempos de escasez, entre otras razones porque Dani García, Vencedor y Vesga no marcan un gol ni a tiros. Los dos primeros no se han estrenado y el vitoriano sólo ha marcado uno en 95 encuentros. Y fue hace cuatro años.
Puestos a seguir añadiendo tantos a la estadística rojiblanca, desde luego sería muy interesante no perder (o incluso aumentar) la pequeña ración de goles de los defensas. Hablamos de laterales como De Marcos, Capa y Berchiche, que siempre han hecho su contribución a la colecta, o de los centrales, especialmente de Iñigo Martínez, que no deja de ser en este momento el Pichichi del equipo. Con todo lo que ello supone. En fin, que a falta de un goleador, el Athletic necesita más goleadores.
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