Era el peor horario posible: un 15 de agosto en el inicio de un puente festivo, a las 19.00 horas y en un día en el que lo que más apetecía era estar en el monte o en la playa. Además, estamos en el momento del año en el que más vizcaínos están fuera del territorio de vacaciones, a dos días de que arranquen Aste Nagusia. Y el rival, el Getafe, tampoco es de los que invitan a cambiar de planes por ir a verle.
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Pese a todos esos condicionantes, la respuesta de la hinchada fue espectacular. San Mamés reunió a 47.845 espectadores.
Por ponerlo en perspectiva, son alrededor de 4.000 menos que el récord del estadio, los 52.061 que se citaron en la semifinal de Copa de la pasada campaña ante el Atlético de Madrid. Otro dato para comparar: la entrada de este kieves fue superior a la de la media de las dos últimas campañas, 46.594 espectadores por partido la anterior y 43.703 en la 2022-23.
Si se mira más atrás, la campaña 2018-19, última temporada sin afecciones previa al Covid, la asistencia media a San Mamés se situaba en 39.784 asistentes.
La gran respuesta se explica por el interés que levanta este equipo campeón de Copa y la decidida política de la junta directiva para incentivar la presencia en el campo con la cesión de carnets e incentivar la asistencia mediante más posibilidades de entradas en los sorteos de hipotéticas finales.
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