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Cuando el humo de la batalla comienza a disiparse es el momento de extraer conclusiones; de buscar una explicación lógica, si es que la hay, al insospechado desenlace de las elecciones a la presidencia del Athletic. Son, sin lugar a dudas, las más singulares de ... la historia reciente del club y serán recordadas por la forma un tanto caótica en que se gestaron las dos candidaturas, por la rapidez con que las tornas cambiaron durante la campaña -el equipo perdedor cometió errores de bulto- y por el revolcón final que supuso el resultado, aunque la participación fuese baja y el margen del ganador fuese de 85 votos.
Sin embargo, el pasado 27 de diciembre se visualizaron más cosas en el palacio de Ibaigane. Es difícil deslindar el análisis de lo ocurrido en los últimos comicios rojiblancos del papel que ha podido tener el PNV en ellos, un influjo que la sociedad vizcaína siempre ha dado por sentado. Pero lo que no entraba en el guión es que las bases peneuvistas, o una parte de ellas, desoyeran esta vez el mensaje de sus líderes de acudir disciplinadamente a votar a Alberto Uribe-Echevarría, un profesional ajeno al nacionalismo, obligado por las carambolas del destino a sostener el legado de Josu Urrutia. O dicho de otro modo, que ignoraran, en mitad de las vacaciones de Navidad, y con la primera plantilla en una delicada situación, la consigna de cerrar el paso a Aitor Elizegi. Un rival paradójicamente afín al PNV, con destacados miembros del partido como colaboradores, pero del que desconfiaban intuitivamente los socios veteranos del Athletic. Un actor que irrumpió inesperadamente en escena y que, al simbolizar el cambio, conectó con los seguidores jóvenes cuando muchos de ellos podían votar por primera vez.
La victoria de Elizegi, después de haberse presentado a última hora y de haber vacilado ostensiblemente antes de oficializar su plancha, parece sugerir que hay un relevo generacional en marcha en el Athletic y que el perfil y la forma de pensar de las últimas hornadas de socios -más 'millennials', más mujeres, tal vez más osados- podrían tener consecuencias insospechadas sobre un principio generalmente aceptado: que el inquilino de Ibaigane debe recibir 'luz verde' en Sabin Etxea.
No es más que una hipótesis, pero lo cierto es que el mantra de «¿Dónde están los autobuses?» no surtió efecto en esta ocasión. Era la broma que se escuchaba el jueves en todos los corrillos de Ibaigane, en boca de aficionados veteranos de toda condición profesional y adscripción ideológica, incluidos los simpatizantes peneuvistas; gente por lo general entrada en la cincuentena que aludía con su pregunta al momento en que los socios de los batzokis llegan a la sede del Athletic a depositar su papeleta.
Ni los veteranos aficionados que repetían el chiste ni los periodistas más curtidos en las lides del Athletic se creyeron sinceramente que Aitor Elizegi podía ser el triunfador de los comicios, incluso entrada la noche. Y ello a pesar de que el aspirante de Santutxu había resistido en los sondeos todo el día. Una posible razón era que Uribe-Echevarría había recibido el apoyo del PNV, decisión que se explicitó desde la presentación de su candidatura en Azkuna Zentroa.
En aquella ocasión, la atención la acaparó Itxaso Atutxa, presidenta del Bizkai buru batzar, que acudió al acto acompañada por otras figuras de su partido. Fue un pronunciamiento poco frecuente por parte de Sabin Etxea, aderezado el día de las elecciones por la presencia de un elenco nutrido de personalidades del PNV. La propia Itxaso Atutxa; Andoni Ortuzar, presidente el Euskadi buru batzar; el alcalde de Bilbao, Juan María Aburto; el diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria; los exdiputados generales Josu Bergara y José Luis Bilbao, Iñaki Anasagasti, el expresidente rojiblanco José María Arrate...
Todos guardaron cola en Ibaigane para advertir de que Uribe-Echevarría era el hombre a votar, aunque no el que hubieran deseado y que, al no ser nacionalista, provocó una división en el PNV. Todo un error de cálculo que rompió una tradición exitosa en los comicios rojiblancos. Porque debido a la relevancia social del Athletic -una institución que cohesiona a los vizcaínos- el PNV nunca pierde de vista las elecciones de Ibaigane, en las que se implica más o menos según las circunstancias. Y en el último duelo que ha enfrentado a Uribe-Echevarría y a Elizegi tuvo que pisar el turbo debido a la cadena de acontecimientos inesperados y de improvisaciones que siguió al distanciamiento entre el PNV y Josu Urrutia, a quien Sabin Etxea había brindado en 2011 toda su maquinaria electoral para ser presidente del Athletic.
La primera sorpresa la protagonizó la actitud del propio el excapitán cuando el equipo femenino ganó la Liga en 2016, y en plena polémica sobre si había que sacar la gabarra también para las chicas, dejó desconcertado a todo el mundo al censurar al alcalde de Bilbao y al diputado general durante los festejos institucionales. A partir de ese momento, Sabin Etxea empezó a pensar en el adiós de Urrutia con una sola preocupación: que las elecciones del Athletic no se celebraran en 2019 para no solaparse con las municipales. Esa transición parecía una tarea relativamente sencilla, y más cuando Josu Urrutia confirmó que no iría a un tercer mandato.
Sin embargo, todo se complicó por la obstinación con que sus potenciales sucesores rechazaron los ofrecimientos. El primero que dijo no fue Javier Aldazabal, secretario de la directiva rojiblanca. Luego lo siguió José Ángel Corres, presidente de la Cámara de Comercio y también directivo, que se echó atrás al no suscitar la unanimidad entre sus compañeros de la junta. Al final, el designado fue Uribe-Echevarría, el contador del Athletic. El hombre que intentó desmarcarse de su presidente y acabó sepultado por su gestión, por las improvisaciones a la hora de plantear el relevo y por la irrupción de Elizegi, un 'cisne negro' en esta historia.
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