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No hubiera sido justo que el Athletic saliera derrotado del Olímpico de Roma. El empate firmado a última hora en una carambola de billar entre Berenguer, Nuñez y Paredes fue un resultado que refleja mucho más fehacientemente lo ocurrido a lo largo de los noventa minutos. El Athletic le retomó el pulso a Europa con personalidad y sabiendo sobreponerse a un lapsus que le pudo costar muy caro. Esto no ha hecho más que empezar, pero el comienzo ha sido más que esperanzador teniendo en cuenta que el viaje a la Ciudad Eterna será sobre el papel el más complicado de esta fase.
En realidad, el Athletic solo tuvo una pequeña laguna que no llegó a los veinte minutos en el tramo final de la primera parte, cuando perdió gas en su presión adelantada, dio un paso atrás y permitió que la Roma moviera la pelota con la confianza que le había faltado en el arranque del partido. Fue en ese lapso cuando el equipo local marcó su gol aprovechando un desajuste defensivo de los de Valverde que facilitó el trabajo de Angeliño, solo en la banda para recibir, orientarse y centrar a la cabeza de un Dovbyk que remató a placer. La jugada, por su claridad y la facilidad de ejecución, fue una excepción en un partido denso y trabado en el que no hubo opción a la floritura.
Por el mismo precio pudimos ver tres partidos en uno: el arranque mandón del Athletic presionando la salida de una Roma que tomaba más precauciones que un siux rodeado por el Séptimo de Caballería, esos minutos fatales antes del descanso en los que los locales se mostraron como el buen equipo que se esconde bajo tanta precaución y toda una segunda parte en la que los de Valverde fueron creciendo con los cambios, dominando y llegando a arrinconar al rival hasta conseguir el gol que hacía justicia a su trabajo.
No es la primera vez esta temporada en la que las soluciones llegan desde el banquillo. Afortunadamente han quedado atrás los tiempos en los que los cambios eran un tormento para una plantilla limitada. Ahora Valverde dispone de piezas suficientes para explorar diversos caminos y el técnico no las desperdicia.
La gran virtud del Athletic en el Olímpico fue que supo mantener la fe hasta el final a pesar de no tener la noche más brillante precisamente. Hubo tres partidos en uno, pero hubo, además, múltiples escaramuzas a lo largo y ancho del terreno que condicionaron el desarrollo del choque. Dovbyk, por ejemplo, se bastó solito para tener a los dos centrales del Athletic tensos como cuerdas de violín, siempre al filo del fallo letal, como el que cometió Paredes al tropezar ante Soule obligando a Julen a un paradón. Tampoco Vivian, que acabó con el pómulo abierto, fue ayer el muro infranqueable de ocasiones anteriores, aunque, todo hay que decirlo, aun sufriendo mucho, los centrales rojiblancos consiguieron parar al ex del Girona, salvo en el gol.
Al Athletic también le faltó la claridad de otras ocasiones en un centro del campo en el que Ruiz de Galarreta no estuvo tan inspirado como acostumbra, atosigado por la falta de espacios para desenvolverse con una mínima pausa. A Prados se movió más a gusto en un choque que admitía pocos matices y exigía mucho músculo.
Con todo, la peor noticia fue la falta de pegada de un equipo que se está caracterizando por su contundencia. De hecho, el cabezazo de Paredes fue el único remate entre los tres palos de todo el partido. Claro que por el otro lado, solo cabe añadir al gol la jugada ya reseñada, propiciada por el inoportuno tropezón de Paredes.
La entrada de Nico y Berenguer por Djaló y Unai Gómez alimentó la esperanza que finalmente se hizo realidad con ese gol que terminó haciendo justicia a un Athletic en el que la inmensa mayoría de sus jugadores se estrenaban en la competición continental ante un rival que ha jugado dos finales y una semifinal de esta competición en las últimas tres temporadas. Por encima de los números y las estadísticas, las sensaciones son a veces más orientativas en el fútbol para analizar lo que puede dar de sí un equipo. Y las sensaciones que está dejando este Athletic siguen siendo muy positivas. Este punto logrado a base de fe y trabajo refuerza la percepción de que el Athletic está capacitado para aspirar al menos a metas tan altas como las que alcanzó el año pasado.
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