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El Athletic empezó otra vez despistado ante el Valladolid, que salió tocando con cierta gracia y se plantó dos o tres veces en el uno contra uno ante los centrales, como había sucedido en los partidos peores, un riesgo a estudiar si se juega con ... la defensa tan adelantada. Le remató desde cerca, si bien con poca puntería. Unai Simón volvió a despejar de cualquier manera y el equipo y la afición se pusieron algo nerviosos, pero pronto el Valladolid se quedó sin gas, a medida que el Athletic sacaba a relucir la potencia, su mejor cualidad, con unos cuantos arreones.
Fue un juego a ráfagas. El Valladolid pudo complicar el partido de haber acertado en alguna de las tres medias oportunidades que tuvo en el primer cuarto de hora, pero luego empezó a ceder, a medida que el Athletic se puso a apretar. De nuevo la intensidad marcó la diferencia. Si el Athletic juega con galbana es un equipo insustancial; cuando se pone intenso, avasalla. Entonces presiona, pelea, roba, empieza a ganar los duelos, se lleva los balones divididos, marca el ritmo y en consecuencia el juego, de manera que, aunque a veces se trompique, intimida al rival, le mete el miedo en el cuerpo, y entonces, al oler el miedo de su contrincante, se lanza a transiciones rápidas, por oleadas, y ya solo le falta acertar en alguna de las oportunidades de gol que inexorablemente van surgiendo.
Los goles hay que meterlos, y la mejor noticia del partido con el Valladolid fue la aparente facilidad con que los metió a pares Guruzeta, con la misma tranquilidad pasmosa de los anteriores. Salió de titular por vez primera, y no deja de ser sorprendente que con tan poco tiempo jugado haya metido tantos goles como el delantero centro habitual. El gol es un don. Hemos visto a lo largo del tiempo a goleadores de estilos diversos, pero suelen tener en común la serenidad en la toma de decisiones, la pausa que se toman antes de rematar, casi como si gandulearan un poco. No digo que Guruzeta tenga la clase de Romario o el olfato de Gerd Müller, por ejemplo, pero como ellos tiene la portería entre ceja y ceja, una característica esencial de los delanteros centros clásicos. Müller aparecía en el sitio adecuado y en el momento adecuado, como si tuviera un radar infalible. No solía marcar goles de esos llamados antológicos, para enmarcar, pero se hinchaba a meterlos en todas las posturas -si hay eficacia, no importa la estética-, a veces los hacía medio cayéndose, otros eran de ratonero. No se alarmen, no comparo, ya me gustaría, ojalá que pudiera comparar más adelante, pero sorprende que un futbolista con tanta facilidad para el gol como está demostrando Guruzeta haya jugado hasta ahora solo unos pocos minutos.
Valverde hizo cuatro cambios de jugadores y seis posicionales, tras el fiasco de Girona. Doble éxito: victoria contundente y lección de que nadie es titular por derecho divino. Triple si añadimos la constatación de que el Athletic no es un equipo absolutamente previsible, obstinado, de librillo, sino que cuenta con distintas alternativas de juego y de jugadores.
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