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Muchas sonrisas, rostros morenos, buen rollo, abrazos de reencuentro, ilusión y curiosidad entre los jóvenes que se fotografían por primera vez con el primer equipo... Las presentaciones de las plantillas después de las vacaciones nos dejan siempre este tipo de estampas estivales que, a fuerza ... de repetirse, ya se han hecho clásicas. En el caso del Athletic, sin embargo, comienza a repetirse otra imagen añadida que no habla demasiado bien del club: la presencia de un nuevo entrenador y de su equipo de colaboradores. De un tiempo a esta parte, a primeros de julio el Athletic no sólo presenta a sus futbolistas sino también un nuevo proyecto deportivo. Digamos que cada verano (o casi) se oficializa un cambio.
El recuento no puede ser más fácil de hacer. En 2017 se presentó Ziganda para sustituir a Valverde, que había fichado por el Barcelona. En 2018, hizo su aparición Eduardo Berizzo, que duró hasta primeros de diciembre. Al año siguiente, el protagonista fue Gaizka Garitano, que repitió en 2020. El año pasado le llegó el turno a Marcelino y ahora ha reaparecido 'Txingurri'. Es decir, cinco entrenadores en seis temporadas. O dicho de otra manera: frente a la estabilidad casi marmórea de la plantilla, la que menos se renueva y agita con fichajes de todas las grandes ligas por la propia filosofía del club, una inestabilidad manifiesta en el banquillo.
El último periodo de calma fue precisamente el de Valverde entre 2013 y 2017. Por entonces, viendo los buenos resultados del equipo, entre la afición rojiblanca ya se hablaba del técnico de Viandar de la Vera como de un posible Ferguson para el Athletic. Él, sin embargo, tenía otros planes. De hecho, durante su última campaña, que terminó con la clasificación para Europa gracias a la victoria del Barcelona en la Copa, los aficionados rojiblancos ya eran conscientes de que a final de curso habría relevo en el banquillo. Y que 'Cuco' Ziganda, tras seis campañas en el filial haciendo méritos, sería el elegido.
El técnico de Larrainzar, efectivamente, se hizo cargo del Athletic. En su presentación, el 25 de mayo de 2017, se declaró como una persona «afortunada y feliz». Insistió mucho en el tema de la felicidad. «Me gustaría que, cuando nos vea, la gente se sienta feliz de que este equipo, estos jugadores, le representen. Creo en los equipos que intentan transmitir. De lo que se trata es de que todo el mundo disfrute. Tengo que mantener este equipo y mejorarlo si puedo. Porque todo lo que no mejora, empeora», aseguró. Estas últimas palabras fueron desgraciadamente proféticas. El Athletic, que ya había dado síntomas de declive en la campaña anterior, empeoró hasta acabar decimosexto y fue eliminado en la Copa por el Formentera.
La temporada siguiente planteó la urgencia de reflotar a un equipo deprimido. Josu Urrutia contrató a Eduardo Berizzo, discípulo de Marcelo Bielsa, y reforzó la plantilla con fichajes importantes como Berchiche, Capa y Dani García, además de Ganea. Nadie imaginó lo que iba a ocurrir. El técnico argentino sólo duró 14 jornadas tras vencer en su estreno y no poder volver a ganar (8 empates y 5 derrotas) hasta que fue destituido. No tuvo suerte Berizzo. Una absurda expulsión de Susaeta en el Villamarín le privó de una victoria en el cuarto partido que pudo cambiarlo todo. Pero hubo algo más. Y es que aquella temporada fue la que certificó el final de Aduriz -ya sólo marcó dos goles en Liga-, con todo lo que ello supuso: un daño brutal.
Gaizka Garitano cogió entonces las riendas y, a falta de un goleador -tampoco lo eran Kodro e Ibai Gómez, fichados en enero-, le dio al grupo una solidez defensiva que no sólo le sirvió para salir del agujero sino que situó al Athletic muy cerca de Europa. En concreto, a unos pocos centímetros, los que en el último minuto de la última jornada impidieron que un remate de Iñigo Martínez se colara en la portería del Sevilla en lugar de pegar en la madera.
El trabajo del deriotarra se prolongó durante dos años en los que el Athletic demostró ser un equipo competitivo, inasequible al desaliento -lo demostró sobre todo en la Copa-, pero irregular, incapaz de equilibrarse, hasta el punto de que llegó a empalmar 42 partidos de Liga seguidos sin lograr dos victorias consecutivas.
El motivo de esta irregularidad era doble. Por una lado, la sombra de Aduriz, de su ausencia, que era muy alargada. Y por otra, la obligación de renovar una plantilla, sobre todo un centro del campo, que precisaba de una transición tan urgente que podría haber sido anunciada con una sirena de ambulancia.
Garitano fue destituido el 3 de enero de 2021, en la jornada 17. El equipo era noveno, a seis puntos de Europa. Si aquello era una situación dramática lo vivido con Ziganda y Berizzo podría calificarse como Apocalipsis. La destitución del deriotarra fue más un tema de cansancio y de probar algo nuevo que otra cosa. Y es que en el Athletic cada vez gustan más los cambios. Hasta los socios más veteranos son ahora partidarios de la modernidad, el big data y el electroshock.
Lo de Marcelino ha sido diferente. Al asturiano se lo ha llevado por delante el proceso electoral. De no haberse producido, seguiría en el Athletic, precisamente en busca de estabilidad en el banquillo. Porque lo cierto es que el asturiano, aunque avanzó en la transición de la plantilla que había emprendido Garitano y logró que su equipo jugara algunos partidos a un gran nivel, empeoró los resultados de su antecesor. 41,5% de victorias de Garitano por 37,3% de Marcelino. Y 48,1% de puntos en Liga del primero por 45,1% del segundo. Pero aun así también era evidente -y lo dijo ni más ni menos que Bielsa cuando se presentó como entrenador de la candidatura de Iñaki Arechabaleta- que el proyecto del técnico de Careñes iba bien encaminado y tenía margen de mejora.
Ahora le llega el turno a Valverde, que entre otras virtudes por todos conocidas tiene un sexto sentido para llegar al Athletic después de que sus antecesores hayan hecho un buen trabajo. Vamos, que por mucha presión que tenga encima, que la tiene y más siendo un hombre de la casa, cuando coge al equipo nunca le toca levantar escombros o poner andamios. Sucedió con Heynckes, con Bielsa y ahora con Marcelino.
El reto de Txingurri, pese a todo, es muy grande. En realidad, es doble. El principal, por supuesto, es mejorar al equipo y conseguir meterlo en Europa cinco años después de que él mismo lo hiciera por última vez en 2017. Y el segundo, que le afecta en primera persona, es estabilizar el banquillo del Athletic. A estas alturas, hablar otra vez de un Ferguson parece una broma, pero qué menos que desear que Valverde pueda trabajar durante un período largo, como en su etapa anterior, y que el Athletic no acabe convertido -ya empieza a serlo- en un club devorador de entrenadores, algo que en el fútbol siempre es un claro sinónimo de debilidad.
partidos dirigió al Athletic entre Liga, Copa y Europa League, en la campaña 2017-2018
encuentros, 14 en Liga y uno en Copa, estuvo el argentino al frente de los rojiblancos
partidos dirigió al Athletic el derioterra entre diciembre de 2018 y enero de 2021
encuentros pudo comandar el asturiano hasta su marcha por culpa del proceso electoral
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