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Un día diferente en el Athletic
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Cada 31 de agosto, fecha del cierre del mercado, la tranquilidad en los despachos de Ibaigane y Lezama contrasta con el frenesí que se vive en el resto de los clubesSecciones
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Cada 31 de agosto, fecha del cierre del mercado, la tranquilidad en los despachos de Ibaigane y Lezama contrasta con el frenesí que se vive en el resto de los clubesNadie necesita recordarnos que el Athletic es diferente, pero hay dos momentos a lo largo del año en los que esa diferencia se nota más que nunca. Me refiero a los días de cierre del mercado, sobre todo el de verano. Hoy por ejemplo. Uno ... no puede dejar de imaginar la tranquilidad estival de los despachos de Ibaigane y Lezama y contraponerla con el frenesí de otros clubes, sumidos a estas horas en una espiral de reuniones agónicas, portazos, correos electrónicos, juramentos, regateos, llamadas al amanecer... Y todo ello con la música de fondo del tic-tac desquiciante de un reloj marcando la cuenta atrás.
No es que en el Athletic estén de brazos cruzados, que nadie me entienda mal. Hay trabajo, nadie lo duda. Entre otras cosas, en el primer equipo hay que arreglar las salidas de Unai López y Córdoba. Y no sólo eso. Siendo escrupulosamente precavidos, y con el objetivo de que el contenido de este artículo no nos estalle en las manos, tampoco podemos descartar que esté en marcha alguna operación secreta, de esas que se bautizan con nombres en clave, y Rafa Alkorta nos sorprenda hoy sobre la campana con un golpe de efecto. Lo que quiero decir es que el del Athletic es un trabajo llevadero, nada comparable al de tantos otros equipos en los que el director deportivo y sus colaboradores llevan días al borde del colapso. ¿Recuerdan a James Cagney en 'Un, dos, tres', la locura que era su despacho como representante de Coca Cola en el Berlín Occidental de la Guerra Fría? Pues algo parecido.
Si creen que exagero recuerden la historia aquella del fax del Real Madrid que le llegó con retraso al Manchester United el último día de agosto de 2015 y frustró el fichaje de De Gea. De película. O imaginen esa especie de partida de póker entre tiburones blancos que están librando Florentino Pérez y Al Khelaifi por Mbappe. En el Athletic, por supuesto, se vive en otra dimensión en términos de mercado. Y especialmente en estos últimos años en los que el trabajo se ha concentrado más en la rebaja de la plantilla (Kike Sola, Ganea, Saborit, Elustondo, Herrerín, Iturraspe, Aketxe, Susaeta, Beñat, Mikel Rico, Larrazabal, Eraso, San José, Viguera, Sabin Merino, Kodro, Ibai Gómez, ahora Córdoba y Unai López) que en los fichajes. De hecho, durante el mandato de Elizegi sólo se han cerrado cuatro (Kodro, Ibai Gómez, Berenguer y Petxarromán), de los cuales dos ya están fuera y otro todavía no ha debutado.
La renovación de la plantilla se está realizando con producto propio, el de Lezama, lo cual no sólo es una buena noticia sino una necesidad y, desde luego, la estrategia más inteligente posible. Cualquiera que analice las compras que ha hecho el Athletic desde que el mercado del fútbol se salió de órbita, llega a la misma conclusión: la mayoría sobraban. Fueron contrataciones producto del miedo y de la falta de confianza en la cantera. Y también de una contradicción muy nuestra que está en el aire e influye en las decisiones de las diferentes directivas: la de vincular demasiadas veces la calidad de la gestión deportiva a los fichajes realizados, como ocurre en el resto de los clubes.
La experiencia de estos años invita a recapacitar de cara al futuro. De fichar, hay que fichar sobre seguro, es decir, jugadores que vayan a aportar de inmediato, según se calzan las botas, un plus de calidad. De estos sólo ha habido dos en estas seis últimas temporadas: Raúl García e Iñigo Martínez. Dado su rendimiento, también podríamos añadir a Berenguer, aunque cuando llegó todavía no tenía ni mucho menos el sello de garantía que tenían sus dos compañeros. No hace falta decir que la búsqueda de producto de calidad contrastada no hay que tomársela de forma dogmática. Esto es un juego y a veces hay que asumir ciertos riesgos. Es inevitable que, de forma puntual, se aborden fichajes sobre los que planea un interrogante. O dos. Pensemos en el de Petxarromán, por ejemplo. O en otro que el club ha descartado por razones misteriosas dado la calidad del jugador, su perfil, su calidad en la creación y su pasado como canterano rojiblanco: Ruiz de Galarreta. Pero esto siempre serían excepciones a una regla que se llama Lezama.
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