Una despedida elegante
ANÁLISIS ·
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ANÁLISIS ·
La negativa de Marcelino a renovar ha sido su último servicio al Athletic y hay que agradecérselo como se lo mereceLa primera reflexión que me viene a la cabeza después de escuchar la despedida de Marcelino es que hay que destacar por encima de todo su honestidad y su comportamiento profesional. Gracias a eso el Athletic se ha evitado una situación incómoda, como poco. Su ... negativa a aceptar la oferta de renovación del presidente saliente le honra y retrata la diferencia entre un profesional y un amateur con tanta buena voluntad como inconsciencia.
Marcelino sabía que las elecciones dibujaban un nuevo terreno de juego en el que era muy posible que no tuviera cabida, no ya porque los futuros candidatos pudieran tener otros planes para el banquillo, sino porque todavía estaba pendiente el balance final de la temporada. Su negativa ha sido el último servicio que ha rendido Marcelino García Toral al Athletic y hay que agradecérselo como se lo merece. En realidad, ha sido el último de muchos gestos en los que el técnico ha demostrado que sabía dónde estaba desde el minuto uno.
Es lógico que el Athletic le haya dejado una huella profunda. Cuando se dice que este es un club especial que además cuenta con un vestuario diferente, no se está mintiendo ni exagerando. Es así. En Bilbao todavía se recuerdan las lágrimas de Howard Kendall en su despedida asegurando que fuera donde fuera en el futuro siempre sería un destino peor que el Athletic. Ayer Marcelino dijo algo parecido cuando refirió que el grupo humano que ha dirigido ha sido el mejor en sus 20 años de trayectoria profesional.
Quien fuera un entrenador al que no se le tenía la mínima simpatía en San Mamés se va como un técnico querido por muchos y respetado por todos. En ese sentido Marcelino ha sido una agradable sorpresa. Su siempre medido discurso le ha granjeado una fama de excelente profesional, más allá de sus resultados deportivos, interpretables y discutibles como casi todos. Si nos ceñimos a los números, los porcentajes de victorias, empates y derrotas son bastante similares a los de su antecesor. Las sensaciones, sin embargo, son opuestas. Cuando se produjo el despido de Garitano se decía que el equipo estaba en decadencia; ahora es un lugar común afirmar que el equipo ha crecido estos últimos 17 meses, y no faltan quienes aseguran que se ha producido una renovación del equipo; las figuras de los Sancet, Nico Williams, Zarraga y hasta Serrano aparecen como iconos de ese cambio generacional.
El propio Marcelino ha recordado en su despedida que este año se han sumado nueve puntos más que la temporada pasada, muy condicionada en su segunda vuelta por las finales, no lo olvidemos. Pero el problema principal, el de la falta de gol, sigue vigente y sin atisbo de solución. Este curso se han marcado tres menos que el pasado.
Marcelino no ha encontrado solución a tan grave carencia, algo que no puede ser ajeno a su inmovilismo a la hora de apostar por el esquema de juego y la elección de los protagonistas. Ha preferido mantener su sistema aunque haya tenido que meter a algunos jugadores a martillazos, en lugar de adaptar el dibujo a las características de sus futbolistas. Ha mejorado la defensa (seis goles menos), pero deja sin solución los problemas que heredó en la creación y el ataque.
En cuanto al relevo generacional, si comparamos la primera alineación que presentó ante el Barcelona, con el equipo que alineó el pasado domingo en Sevilla, solo encontramos dos cambios: Vivian y Berenguer en lugar de los defenestrados Capa y Núñez. Los otros nueve fueron los mismos: Simón, Iñigo, Yuri, De Marcos, Vencedor, Vesga, Muniain, Raúl y Williams.
Si repasamos los 11 jugadores con más minutos jugados el año pasado y en el curso recién terminado, desaparecen Capa, Núñez, Vesga y Raúl García, y entran Vencedor, Balenziaga, Lekue (12, 13 y 15 el año pasado) y Vivian, la única cara nueva. De los nuevos valores de los que tanto se habla, Sancet ocupa el puesto 14, y Nico Williams y Zarraga aparecen en los puestos 16 y 17. Para encontrar a Serrano hay que descender hasta el 22, tres escalones por debajo de Villalibre, que ocupa un sitio por delante de Petxarroman, el único fichaje de la temporada.
El técnico asturiano se va como vino. Con un discurso elegante y medido, diciendo exactamente lo que quería oír el aficionado que a estas alturas ya daba su marcha por descontada. Sin duda, se va un buen profesional; vendrá otro igual, mejor o peor, solo el tiempo lo dirá. El Athletic sigue. Como siguió cuando se fueron los 49 técnicos que precedieron a Marcelino.
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