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Lo peor que le puede pasar al Athletic es que alguien con responsabilidad en el banquillo, en los despachos o en el terreno de juego, caiga en la tentación de analizar la derrota de Valladolid recordando solo los últimos diez minutos del partido y justificando ... el nuevo fracaso por un par de fallos puntuales y alguna ocasión no aprovechada. Esa es la clase de análisis que conduce a la ruina. Lo malo es que hasta la fecha es el único que trasciende desde el club. Así le luce el pelo al equipo.
El Athletic cosechó en Pucela la misma derrota de siempre, con los mismos protagonistas de siempre, repitiendo los planteamientos de siempre y los errores de siempre. Semejante empecinamiento resulta ya más que desesperante. Estamos ante un comportamiento obsesivo, una repetición constante de lo mismo con el mismo resultado sin que se atisbe por algún lado la autocrítica mínimamente exigible a un grupo de profesionales.
Garitano volvió a empezar en Valladolid con los de siempre y acabó con cuatro defensas, Vesga y Zarraga en el centro del campo, Williams, Sancet y Berenguer en línea y Villalibre arriba. Tenía que remontar dos goles, y el Valladolid ya había dejado solo en punta a Guardiola, como palomero, pero el Athletic acabó con su línea de zagueros intacta, defendiendo fantasmas, y con la misma disposición en el campo pese a que el rival llevaba tiempo rearmado con el único objetivo de conservar el marcador.
Se equivoca quien piense que el Athletic empezó a perder en Zorrilla por un error garrafal de Simón y acabó certificando la derrota con una empanada colectiva en el arranque de la segunda parte. Para cualquier equipo con las ideas claras quedaba mucho partido por delante, pero los rojiblancos se hundieron al primer contratiempo.
El Athletic volvió a dar una patética imagen de impotencia. Aburre repetir lo mismo cuando hablamos de este equipo. Aburre comprobar que Williams, Raúl García y Muniain siguen siendo un trío mal avenido que es más un barullo que un tridente. Aburre que el centro del campo no genere nada porque está más atento a no perder la posición que a mirar a la portería contraria. Aburre ver una y otra vez como titulares a jugadores que están lejísimos de su mejor forma. Raúl García fue sustituido sin haber discutido con algún rival.
Pasan las jornadas y se repiten los mismos planteamientos fracasados. La seguridad defensiva en la que basó Garitano su éxito es historia. Es absurdo lamentar tras cada partido que un error puntual ha condenado al equipo si no se ponen los medios para evitarlo o si no se tienen recursos para rehacerse. Ningún equipo está a salvo de errores. Todos los cometen porque el fútbol es un juego de errores. De lo que se trata es de tener la suficiente capacidad como para que esos errores no signifiquen una condena inapelable. Pero a estas alturas no cabe esperar que se obre prodigio semejante. Solo nos queda preguntarnos cuánto tiempo seguirá el Athletic perdiendo el mismo partido de siempre.
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