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Entre todas las derrotas que ha sufrido el Athletic a manos del Barcelona en las dos últimas décadas, que han sido un montón y de todo tipo, quizá ninguna haya sido tan cruel como la de este domingo en San Mamés. Ni siquiera las de ... las finales, que fueron muy dolorosas, sí, pero en las que no hubo nada que objetar. Al acabar el partido, la sensación de irrealidad resultaba casi agobiante en la hinchada rojiblanca. Parecía increíble que el equipo de Valverde hubiese perdido ante un Barça cuyo pragmatismo y empacho defensivo alcanzó ayer cotas inimaginables. A los cules, que llevan años vendiendo casa por casa su Biblia futbolística del tiki-taka, sólo les faltó en el último cuarto de hora practicar la táctica del murciélago y colgarse todos de la portería. El caso es que les sonrió la fortuna y volvieron a ganar una vez más por 1-0, su especialidad esta temporada.
Athletic
Agirrezabala, De Marcos (Ander Capa, 84'), Vivian, Íñigo Martínez, Balenziaga (Yuri Berchiche, 70'), Dani García, Vesga (Zarraga, 64'), Nico Williams, Raúl García (Muniain, 64'), Berenguer (Berenguer, 84') y Iñaki Williams.
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Barcelona
Ter Stegen, Sergi Roberto (Marcos Alonso, 84'), Kounde, Christensen, Balde, Busquets, De Jong, Gavi (Alarcón, 94'), Raphinha (Ansu Fati, 84'), Ferran Torres (Kessie, 68') y Lewandowski.
Gol 0-1, Raphinha (46')
No mereció ni de lejos este castigo el equipo de Valverde, al que todos los astros se le pusieron en contra. Mandó dos balones al poste en dos ocasiones clarísimas, una en cada tiempo, de Raúl García de cabeza y de Berenguer. Vio cómo el rival se le adelantaba en el descuento de la primera parte. Desperdició una triple oportunidad clamorosa de Nico, Berchiche y Guruzeta en el minuto 92. El primer fallo, del pequeño de los Williams, cuyo nivel de desacierto fue astronómico, provocó asombro, hasta consternación. Y luego el VAR acabó de amargar al Athletic propiciando la anulación de un gol de Iñaki Williams en el minuto 87 por una mano previa de Muniain en un salto. Como ya se sabe que en el fútbol actual, el del Nuevo Testamento, las grandes lupas lo ven todo y luego los árbitros interpretan las imágenes como les da la gana, Gil Manzano no lo dudó y anuló el que hubiera sido el 1-1, más que justo en ese momento tal y como se había desarrollado el partido.
El caso es que, por una cosa o por otra, los rojiblancos continúan viendo cómo se ensancha la grieta de su crisis de resultados: cuatro derrotas y empate en sus cinco últimos partidos (contando el de Copa) y una preocupante consolidación en la media tabla. Unos días les falta juego, otras suerte, como ayer, y en general siempre les falta gol. Contra los grandes en San Mamés, de hecho, la diferencia siempre la ha acabado marcando la eficacia de eficacia, la pólvora. El Barça tuvo ayer tres ocasiones, dos de Lewandovski y el gol de Raphinha, y marcó una. El Athletic tuvo cinco: una de Berenguer en el minuto 24 tras un error de Koundé, los dos postes, un disparo de Muniain en el minuto 78 que despejó Ter Stegen, y la triple traca final ya citada. Y no marcó ninguna. Así se escribe la historia.
Un plan concienzudo
El Athletic salió al campo con el propósito de aplicarse desde el primer minuto a un trabajo concienzudo, con toda seguridad preparado a conciencia durante toda la semana. Para realizarlo, Valverde decidió probar de nuevo con la pareja Vesga-Dani García, su preferida para los partidos de mucho calibre, aunque todavía no le haya dado buenos resultados. Ellos iban a encargarse de ahogar la salida de balón del Barça a través de Busquets y De Jong. Y lo cierto es que lo hicieron bien durante toda la primera parte, sobre todo durante la media hora inicial, siempre apoyados en la presión por Berenguer, que ayer se movió por la derecha, y los hermanos Williams.
Los rojiblancos consiguieron llenar de desconexiones el juego culé, que acabó siendo una retahíla de balones largos e imprecisiones, algo bastante chusco, llamativamente impropio de lo que se espera del Barça y todavía más de uno dirigido por un entrenador, como Xavi Hernández, que es un guardián implacable de esencias. El partido era tan intenso como trabado. Abundaban las faltas. Podían escucharse incluso algunos chirridos metálicos. Por supuesto, se trataba de una coyuntura positiva para el Athletic, que hasta que encajó el 0-1 en el descuento de la primera parte, sólo vivió un momento de apuro pasado el cuarto de hora en una ocasión muy clara de Lewandovski que Agirrezabala tapó con una salida muy rápida.
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Javier Ortiz de Lazcano
A los de Valverde les faltaba profundidad. Los Williams no funcionaban, sobre todo Nico, muy bien tapado por Balde. Pero tenían el partido controlado y llegaron a crear peligro; al menos el mismo que su rival, que sin embargo se fue en ventaja al descanso. La segunda parte fue muy pobre por ambos bandos hasta el cuarto de hora final, cuando el Athletic, mejorado con la entrada de Muniain, Zarraga y Berchiche, fue aumentando la tensión y acabó metiendo al Barça en su área.
El cerrojazo de los culés, que en toda la segunda parte sólo crearon peligro en un cabezazo de Lewandovski a pase de Balde, fue de los agárrate, que vienen curvas. Los de Xavi defendían como gatos panza arriba, sin ningún pudor y con un espíritu fiero que Gavi llevaba hasta cimas cercanas a la inmolación dejándose la cabeza en las botas del rival. Chiellini hubiera disfrutado como un niño en este Barça, pero lo cierto es que no defendió bien por mucho que lograra dejar el marcador a cero. Hizo muchas concesiones, cometió errores graves y sólo se salvó porque tiene a Ter Stegen, porque el Athletic necesita dos arcoíris para marcar un gol y porque Gil Manzano le hizo un favor.
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