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La leyenda dice que el Athletic perdió aquella Liga 1969/70 por la encerrona que sufrió en Atotxa; que dos de los mitos rojiblancos, Antón Arieta y Txetxu Rojo, fallecidos ambos en 2022, fueron expulsados y eso descompuso al equipo que dirigía Ronnie Allen. Aquel ... día, en el imaginario colectivo aparecieron dos bestias negras. Una el árbitro, el catalán Gaspar Pintado; otra, el donostiarra Patxi Gorriti, aunque éste ya lo era. Sus enfrentamientos con Rojo se habían convertido en un clásico de la Liga. El recordado extremo rojiblanco contaba que tuvo dos marcadores implacables: Gorriti y Carrete, pero que al menos el guipuzcoano era un hombre callado, porque el asturiano no callaba en todo el partido.
Pero la memoria es floja. No fue tal. No hubo encerrona, ni nada que se le pareciera. El Athletic no perdió aquel partido por la expulsión de sus dos jugadores, sino que la Real se adaptó mucho mejor al terreno de juego, muy embarrado, y en una gran primera parte consiguió dos goles de ventaja que el Athletic no supo neutralizar en la segunda, porque jugó un partido muy malo aquel día en el que un punto hubiera sido un impulso no definitivo pero sí importantísimo para ganar el campeonato.
Años después, Txetxu Rojo explicaba con mucha claridad lo que sucedió aquella tarde nefasta de domingo. Y lo repitió decenas de veces. «En aquel partido, que ya teníamos perdido, Gorriti y yo fuimos a coger el balón en un fuera de banda y él me dio con el banderín. No me hizo daño, pero me dio. Yo le empujé con las manos. Se tiró y el árbitro me expulsó».
Así de sencillo. «Vino Antón Arieta, se acercó y le dijo a Gorriti que se iba a enterar». Txetxu, para evitar males mayores, antes de irse a la caseta y, –según el delegado federativo–, insultar al delegado de campo, le pidió a su compañero que estuviera «tranquilo», pero Arieta no se contuvo.
Nada más reanudarse el partido le hizo una entrada por detrás a Urreisti. «Escuché que se abría la puerta del vestuario», contó después Rojo. «Me acababa de sentar, era Antón». Arieta, al acabar el partido, se fue al vestuario a pedirle perdón a Urreisti; al día siguiente le llamó por teléfono.
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