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Aquel domingo de abril de 1981 aparqué mi 'cuatrolatas' en la playa de La Arena, cerca de nuestro bar favorito. Antes de salir le pedí a Begoña que esperáramos a escuchar el final del partido. «Es que la Real puede ganar la Liga», le rogué ... con la mirada. Y entonces sonó un grito: «¡Gol de Zamora en El Molinón!». La Real Sociedad de San Sebastián ganaba la Liga para alegría de su afición, pero también de los zurigorris, que apoyábamos la lucha de los combativos txuriurdines frente al todopoderoso imperio blanco. Ese día lo celebramos en Muskiz como un triunfo propio.
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Iñigo Agiriano
No era óbice para tales deseos fraternos haber sufrido derbis en la Bella Easo, con ikurriñas pioneras pero también con correctivos recibidos de un equipo menor que tenía entre ceja y ceja superarnos por un día. Con tanganas o sin ellas. Al principio de la década de los 80 la Real se disparó, con una generación que llegó con fuerza y desparpajo. A los órdenes del comedido Ormaetxea se conformó un equipo comprometido, de acumulación de valores como el ariete Satrustegui, el cerebro Zamora o el pulpo Arkonada, con la fulgurante aparición del 'petit diable' Lopez Ufarte, que con diecisiete años se estrenara precisamente en San Mamés.
La Real Sociedad campeona de esa década era 100% euskaldun, y con esas exclusivas armas conquistó dos ligas consecutivas, una Supercopa y una Copa. Una plantilla compuesta en la temporada 1980-81 por diecinueve guipuzcoanos, cuatro navarros y un alavés. Y sin ningún extranjero consumó una gran etapa, hasta que en 1989 decidió contratar a un delantero de nivel como John Aldridge. Acababa así con la política de surtirse sólo de jugadores vascos, pese a los éxitos logrados con esa fórmula. La razón que dieron sus dirigentes era que no se podía mantener económicamente a las estrellas propias (en referencia a la marcha al Barcelona de Bakero, Begiristain y Rekarte, o de Loren al Athletic) y que había que acudir al mercado externo para mantener al club entre los mejores. Pero, eso sí, se argüía que sólo sería para traer puntualmente a jugadores desequilibrantes, como el citado irlandés, o los portugueses Océano y Carlos Xavier. Pero pronto empezaron a llegar, junto a unos pocos jugadores señeros, medianías y definitivos fiascos que no aguantaban en plantilla. Hasta más de un centenar, en total, a día de hoy.
Con fichajes reclutados en todo el orbe, la Real Sociedad bajó a Segunda División el 17 de junio de 2007, inmersa en una mala gestión que le situó al borde de la desaparición. En la temporada del descenso tenía a extranjeros como Skoubo, Felicio o Rossato. La estancia en los infiernos duraría tres temporadas.
Los siguientes cursos consolidarían al club en la Primera División, alcanzando la Champions en la temporada 2013-14 y en la presente, tras un meritorio último quinquenio. Para ello, a la acertada elección de fichajes forasteros se ha unido la cosecha de Zubieta, de la mano de Imanol Alguacil, técnico de la casa que ha sabido dar paso a los canteranos, aun sustentándose la competitividad del equipo en la aportación llegada de fuera.
La Real Sociedad SAD ha llegado a superar en su presupuesto anual al Athletic. No cabe ya el estereotipo del débil acosado por el vecino rico, y el club guipuzcoano tiene músculo financiero para retener a sus valores e incluso para aventurarse en factorías ajenas.
Hoy en día la Real Sociedad representa en la actualidad un determinado modelo. Distinto al que tuvo aquellos años. El Athletic sigue siendo lo que la Real una vez fue, y se ha mantenido así siempre en la élite, aspirando hoy a volver a Europa. Sólo con jugadores vascos. En igualdad prácticamente de recursos. Las comparaciones pueden ser odiosas, pero con motivo del derbi quizás sean oportunas.
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