Desde este lado de la autopista (ésa que con su conformación ha llevado a separar y no a encontrar territorios) es frecuente escuchar que para el Athletic el partido contra la Real Sociedad es uno más en el calendario. Que sólo les motiva de verdad ... a los vecinos del Este. Que para el Athletic los verdaderos derbis lo son frente a Real Madrid o Barcelona. No lo comparto. Churras y merinas. Reconozco que me gusta el derbi, el derbi del fútbol vasco por antonomasia, más allá de otros con Osasuna, Alavés o Eibar, que lo son pero en menor medida y tradición. El derbi histórico del fútbol euskaldun lo protagonizan el Athletic y la Real, un encuentro de pasión y de celebración.
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Esto último no sé si más en otro tiempo. Y es que uno ha tenido ocasión de asistir a bastantes episodios que rememorar. Estuve allí, sí. Era un chaval pero lo viví en directo, en el viejo Atotxa, el 5 de diciembre de 1976, el derbi en el que Iribar y Kortabarria sacaron la entonces ilegalizada ikurriña. Recuerdo perfectamente el momento. Habíamos viajado la familia a Donosti, a pasar el día y a ver un partido de gozoso ambiente. Desde la última fila de una tribuna de gol de madera, casi de juguete, pero que, atestada, olía a puro y a jornada trascendente, observábamos en la previa a unas majorettes evolucionar por el césped (era la moda, y más en el San Sebastián afrancesado) cuando salieron del vestuario los jugadores en dos filas con, sorpresa, los capitanes portando una bandera vasca, que la vimos como algo casi irreal.
La ovación fue tremenda. Y enseguida los cuchicheos sobre una eventual intervención policial, que podría derivar de lo que el ministro Fraga dijera del nunca jamás. Pero no hubo incidente alguno. Y tras la foto indeleble vino el partido. Y también recuerdo vivamente cómo la Real nos metió cinco, con unos Satrústegui y Arkonada inmensos, y un Athletic que dominaba y que sólo recibía goles, prácticamente en cada contra realista.
Una manita y calentitos para casa. Aquel tampoco había sido mi primer derbi en la Bella Easo. Hubo aún otro anterior, a comienzos del 75, en el que, aún más zagal, con mi amama Felisa y mi ama Loli (en la familia las primeras aficionadas han sido las mujeres) hicimos la misma excursión en autobús. Y en plena General de Atocha (todavía con ch) sufrimos un 3-0, con dos goles de Murillo, padre del jugador que luego militaría en el Athletic. Otro repasito. Hoy me acuerdo de lo que en aquellos tiempos solía decir el gran Dani: siempre que hay folclore nos la meten doblada.
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Menos mal que guardo en la memoria un tercer derbi en el vetusto campo de la calle Duque de Mandas, postrero a los títulos ligueros que a pares ganamos Real y Athletic, en el que con tantos de Julio Salinas nos llevamos por fin la victoria. En todo caso, lo que me resuena en los oídos de aquellos partidos era la manera acompasada y casi complementaria de animar a los respectivos equipos: «Reaal!!, Athletíï!!». Llamando unos a contestar a los otros, siempre con mucho chorro foráneo, en Donostia y en San Mamés. Con pique pero sin mal rollo, ni fuera ni dentro del campo.
Años después, ya en Anoeta, vendrían las rencillas, pero ojo, que la rivalidad enconada cuentan las crónicas que ya se producía en los albores, con un primer encontronazo nada menos que en la Copa del Rey de 1911, por aquello de quítame allá una alineación indebida de jugadores ingleses. Sucedido que tuvo algo que ver con el inicio de la vigente filosofía deportiva del Athletic. Política (por recordar) que la propia Real mantuvo y le dio éxitos en los 80. Luego eligió otro camino y otro modelo, respetable, aunque yo me quedo con el nuestro. Viviremos hoy otro apasionante derbi, porque los dos equipos están a un muy buen nivel. Se baten por lo alto. Demostrativo de que, aparte de opciones competicionales, el fútbol vasco sigue gozando de inmejorable salud. Txuriurdinak, zurigorriak, zelai orlegian.
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