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Se trataba de certificar el nuevo rumbo. Eso queríamos pensar y lo escribimos. Nuestra buena voluntad nos invitaba a imaginar -y así lo subrayábamos en nuestros textos- que el Athletic había emprendido ante el Barça un nuevo camino alejado de la vulgaridad que venía mostrando ... durante toda la temporada y, especialmente, durante el terrible Triángulo de las Bermudas (Östersunds, Leganés y Formentera). En Vigo había que dejar patente ese esbozo de reacción y sucedió más bien lo contrario. El golpe fue durísimo. De verdadera depresión. Lejos de mostrar indicios esperanzadores, el equipo de Ziganda volvió a las peores andadas. Su juego fue tan preocupante durante todo el partido y, especialmente, durante una primera media hora terrorífica en la que encajó los tres goles, como para empezar a pensar en rebajar los objetivos de la temporada. Y no es que uno ya sufra un cierto vértigo al observar la clasificación sino que el fútbol del Athletic da para lo que da. Es de una pobreza tan desoladora que sólo invita a pensar en que esta Liga acabe lo antes posible y sin mayores sufrimientos. Es triste, pero es así. Este equipo está para tomar sopita, pescado hervido y compota. Para no dejar ninguna ventana abierta y poner ya la calefacción. Para cuidarse, vaya.
CELTA
Rubén Blanco; Hugo Mallo, Fontàs, Sergi Gómez, Jonny; Lobotka (Radoja, min. 84), Hernández, Wass; Aspas (Jozabel, min. 91), Maxi (Guidetti, min. 76) y Pione Sisto.
3
-
1
ATHLETIC
Kepa Arrizabalaga; Bóveda (Lekue, min. 73), Núñez, Laporte, Balenziaga; San José, Vesga (Iturraspe, min. 46); Susaeta, Raúl García, Córdoba (Aduriz, min. 46); y Williams.
goles 1-0. M. 16. Sergi Gómez; 2-0. M. 23. Iago Aspas; 3-0. M. 26. Iago Aspas; 3-1. M. 38. Raúl García.
árbitro Gil Manzano (Extremadura). Amonestó a Sergi Gómez y Maxi, por el Celta, y a Vesga (acarrea suspensión), Balenziaga y Aduriz, por el Athletic.
Incidencias 19.779 espectadores en el campo de Balaídos, con amplía representación de aficionados del Athletic en las grandas.
Insistimos. Había muchas esperanzas puestas en Balaídos. Y no nos referimos tanto al fútbol que podrían desplegar en él los rojiblancos como al estadio propiamente dicho, al escenario, cuyas virtudes benéficas para el Athletic -¿serán los aires atlánticos, las ondiñas que veñen y van, el sonido familiar de las gaviotas?- están más que contrastadas. De hecho, si hay un campo en Primera al que este equipo puede peregrinar con verdadera fe, como algunos devotos peregrinan a cuevas donde ha aparecido la Virgen y a fuentes de aguas milagrosas, ese sería el de Vigo. Cinco victorias y tres empates en las ocho últimas visitas en Liga. Una estadística envidiable. Pues ni por esas, oiga. Al Athletic le han abandonado hasta sus talismanes. Perder 3-1 en Balaídos y además con Gil Manzano de árbitro es como para que el club reúna a su gabinete de crisis durante estas dos semanas de parón. Aunque, ahora que lo pienso, seguro que a Urrutia esto le parece una absoluta exageración, una monserga de periodistas incendiarios que ven crisis donde sólo hay, como mucho, una pequeña mala racha pasajera, de esas que tienen todos los equipos en un momento dado.
El detalle
El partido pintó mal desde la alineación inicial. Que Aduriz quede fuera del once siempre da mal rollo, sobre todo si se tiene en cuenta la evidente baja forma de su sustituto, Williams, al que no se sabe qué le pasa. Ocurría lo mismo con Beñat, que se ha pasado tres meses sin pegarle a un bote y resulta que sufría una pubalgia. De manera que quizá Williams sufra algún mal extraño que se quiere ocultar. Lo de Aduriz, sin embargo, podía tener un pase porque el donostiarra tiene sus años y tampoco era descabellado reservarlo para la última media hora. Y lo mismo podíamos decir de la suplencia de Lekue. Lo que ya era mucho más difícil de entender fue la apuesta del ‘Cuco’ por Vesga y San José como medio centros. ¿A qué puede jugar un equipo con esa pareja llevando las riendas? ¿Qué hacía Iturraspe en el banquillo?
La apuesta
A veces me pregunto si el técnico del Athletic se quiere enterrar con algunas de las apuestas que hace. Me lo pregunté casi desde el pitido inicial, cuando empezamos a ver, entre la indignación y el asombro, cómo los rojiblancos perdían el balón una y otra vez. Y lo peor es que lo perdían no intentando complejos pases filtrados o adornándose en exceso sino realizando envíos a diez o quince metros sin ninguna dificultad. El carrusel de imprecisiones fue desquiciante, impropio de la categoría. Como lo fue la sucesión de balonazos infames. Lo de San José, en este sentido, fue como para darle una condecoración. El garrote de oro. La bota de madera. Algo así. Lo peor de este juego tan deficiente del Athletic es que animó al Celta, que tampoco andaba para echar cohetes. A partir de los diez minutos, los pupilos de Unzue comenzaron a carburar. Las conexiones entre Wass, el ‘Tucu’ Hernández, Pione, Maxi y Aspas se activaron y el Athletic empalideció. De repente, se le vieron todas las costuras.
Si algo no necesitaban los rojiblancos en esos momentos de duda e incertidumbre, mientras veían cómo el Celta se les subía a las barbas y les cogía de la pechera, era un disgusto que destapara su enorme fragilidad. Y esto es lo que sucedió. Sergi Gómez adelantó a los suyos con un cabezazo parabólico al que no pudo llegar Kepa. Era el minuto 16. Pues bien, durante los diez siguientes el Athletic desapareció y dejó que le pasara por encima un tren de mercancías. La defensa quedó hecha añicos, mostrando de nuevo una fragilidad lacerante. Kepa salvó el 2-0 de Pione con un paradón, pero no pudo evitar dos nuevos goles, ambos con Iago Aspas como protagonista y Núñez en el papel de invitado. No tuvo su día el joven central portugalujo, al que le tocó lidiar con un ‘miura’.
Con todo perdido, el Athletic se lanzó hacia arriba mientras el Celta reculaba. Este fue el signo del partido hasta el final. Un golazo soberbio de Raúl García en el minuto 38 -qué manera de cazar el balón a bote pronto- hizo concebir algunas esperanzas en la reanudación, donde por fin aparecieron Iturraspe y Aduriz. El sueño de la remontada, sin embargo, estuvo muy lejos de ser posible. El Athletic tuvo el balón. El problema es que ya no se siente a gusto con él. No es un aliado sino un objeto extraño al que cuesta tratar bien, con cariño. Así las cosas, su dominio apenas fructificó en un par de ocasiones claras y ambas fueron a balón parado. Hablamos de sendos cabezazos de Laporte, al que Rubén le sacó el balón sobre la raya en el minuto 57, y de Núñez. Poco más. La flojita defensa del Celta tampoco sufrió demasiado. Para sufrir ya estamos nosotros.
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