Cayón 0-3 Athletic

Entrenamiento con público en El Sardinero

Villalibre disfrutó de los 90 minutos, lo cual puede considerarse una noticia teniendo en cuenta que en la anterior eliminatoria contra el Rubí sólo salió en los últimos instantes. El de Gernika puso interés, marcó dos goles que apenas celebró, al parecer por un problema personal de índole familiar, y hasta tuvo un par de opciones de firmar un hat-trick. Ahora bien, sería absurdo pensar que, por lo visto ante un rival en puestos de descenso de la Segunda RFEF, su situación vaya a cambiar. Y lo que decimos del 'Búfalo' podemos decirlo de los demás jugadores del once inicial. Adu Ares, por ejemplo, que en Rubí fue el mejor, pasó desapercibido y hasta tuvo la mala suerte de retirarse lesionado.

En realidad, el rojiblanco del que puede decirse que hizo más méritos fue Berenguer, muy activo por su banda. Fue el mayor factor de desequilibrio del equipo hasta que en los últimos 20 minutos entraron los hermanos Williams y un poco más tarde Sancet. Fueron cambios, como el que significó la entrada de Galarreta en el minuto 63, que tenían un riesgo que a muchos aficionados rojiblancos les pareció excesivo. ¿Merecía la pena arriesgar con unos futbolistas vitales llevando un 0-2 y teniendo un partido en tres días? Valverde consideró que sí, que la merecía. Seguramente le pareció necesario reforzar a su tropa en la recta final para que no hubiera sustos. Y, por otro lado, es probable que valorase que el partido estaba siendo de guante blanco, con la única salvedad de una fea entrada de Turrado a Muniain que le valió una tarjeta amarilla, una acción aislada y extemporánea, como una carcajada en un funeral.

La primera sensación del partido fue de extrañeza y la provocó la camiseta negra y amarilla del Cayón, una cosa mareante y chirriante, entre el fenaquitiscopio, las ilusiones ópticas y los chalecos reflectantes. Quedó claro desde el primer minuto, por tanto, que los cántabros podrían pasar un mal trago ante un rival muy superior, pero desde luego no iban a salir desapercibidos. Se les podía ver desde la peña Cabarga. La segunda sensación, inevitable, fue el escenario. El Sardinero, con un césped fenomenal y una clara mayoría de hinchas rojiblancos en las gradas, era justo lo contrario de lo que se pretendía cuando la Federación implantó hace cinco temporadas este nuevo formato de la Copa.

El Athletic se tomó la cosa en serio, como es su costumbre, de ahí que sume ya 23 eliminatorias de Copa a un partido superadas. Con un once en el que figuraban los habituales inquilinos de su banquillo y Yuri Berchiche en la posición de central, los rojiblancos no tardaron en llegar a la portería de Galnares. Eso sí, la primera jugada reseñable del choque, en el segundo minuto, fue un error de Berchiche que permitió a Cagigas entrar al área con peligro. Eso sí, fue la primera y la única de la primera mitad. Curiosamente, el mismo jugador tuvo una clara ocasión para marcar el que hubiera sido el 1-2 justo en el arranque de la segunda parte, cuando los de Valverde salieron con una cierta carajilla.

Los dos goles de Villalibre antes de la media hora le quitaron al choque el poco picante que podía tener, el que Galnares mantuvo con un par de buenas paradas a sendos remates de Nolaskoian. El juego de los rojiblancos no fue ni fluido ni brillante. Digamos que fue el que podía ser. Y no sólo porque su once no estuviera conjuntado –más bien era todo lo contrario–, sino porque había futbolistas muy pocos rodados y otros como Unai Gómez, Prados y Berchiche en posiciones que no eran las suyas de verdad. Por otro lado, de ilustres como Muniain y Raúl García tampoco se puede esperar ya demasiado, aunque ambos se vaciaron con profesionalidad, y una promesa como Adu Ares defraudó. Como decíamos, estuvo muy lejos de su versión en Rubí. En fin, que el Athletic volvió a cumplir el trámite y ya puede afilar sus armas para las tres eliminatorias de Copa que se disputarán en enero. Habrá que ver cómo afecta en ellas la baja de Iñaki Williams.