Los focos de la actualidad rojiblanca apuntaron ayer a dos jugadores importantes de la plantilla, Iñaki Williams y Unai Núñez. Durante el mes de agosto hablamos de ellos por una cuestión extradeportiva, ya que fueron dos de los seis futbolistas del Athletic que dieron positivo ... por coronavirus y tuvieron que interrumpir su pretemporada y ponerse en cuarentena. Ahora se trata de algo estrictamente deportivo. En el caso de Williams, nos referimos a la decepción cada vez más patente por su bajo rendimiento, que se resume en una de esas estadísticas que, en un delantero, hacen temblar las lámparas: no marca un gol desde el 8 de marzo en Valladolid; es decir, hace 12 partidos. En el caso de Núñez, la culpa la tienen unas declaraciones al diario 'As' en las que, directamente, vincula su renovación con el Athletic a que el club le deje irse cedido a un equipo en el que pueda acumular minutos de juego. Como si fuese un futbolista del filial que necesitara foguearse, vaya.

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Empezando por el delantero rojiblanco creo que hay razones para estar preocupados. Y no lo digo por su actual crisis goleadora. No es la primera vez que vive una situación semejante, ni será la última. Recordemos, por ejemplo, aquella tan grave que le hizo pasarse casi dos años sin marcar en San Mamés. Lo digo porque tengo la impresión de que con Williams estamos entrando en una espiral muy peligrosa que puede acabar afectando gravemente a su carrera. Todo parte, por supuesto, de un error inicial: la exagerada valoración que se ha hecho de su nivel como futbolista.

Esta culpa, por supuesto, es colectiva. Al Athletic le convenía vender la aparición de una estrella para ponerse una medalla y reafirmar la solidez de la filosofía del club y las bondades del trabajo de Lezama. Al jugador y sus representantes les convenía vender su producto como el gitano Melquíades vendía el imán en 'Cien años de soledad', es decir, como la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. A los medios, faltaría más, nos encantó la aparición de un futbolista peculiar, con una capacidad atlética deslumbrante, nunca vista en el Athletic. Y buena parte de la afición se creyó todo esto -que nos encontrábamos ante un crack- porque estaba deseando creérselo. Con Williams, en fin, se construyó una estrella donde no la había y todos los pasos del club, producto del miedo a la inanición que provoca la ausencia de un mercado, han contribuido durante estos años a alimentar esa incoherencia. El último, ese disparatado contrato multimillonario hasta 2028.

Seguro que Williams está encantado con su jerarquía de 'jugador franquicia' y, por supuesto, con el dineral que cobra, propio de una figura del fútbol mundial. Ahora bien, tanto la consideración que recibe como el «pedazo contrato» que firmó están teniendo un coste muy oneroso para él en forma de carga de responsabilidad. Lógico. Hasta el propio Garitano no tuvo reparos hace unos días en recordar que Williams tiene «la obligación» de hacer más goles y marcar las diferencias. Pues bien, soy de los que teme que a Iñaki le acabe ahogando esta presión. De hecho, no creo que nadie pueda decir que es un futbolista que está evolucionando positivamente. Y esto ocurre, básicamente, porque se le está exigiendo por lo que cobra, sí, pero no por lo que realmente puede dar.

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Por supuesto que es un futbolista muy importante para el Athletic, una pieza indiscutible para cualquier técnico que ocupe el banquillo rojiblanco. Ahora bien, salvo que sufra una metamorfosis maravillosa, nunca será ese delantero letal, de 20 o más goles por temporada, alrededor del cual se puede construir un equipo. Exigirle que lo sea puede influir muy negativamente en sus posibilidades de progresión, que las tiene. Y es que las frustraciones siempre son malas, pero esas que nacen de un malentendido y se enquistan son las peores.

El caso de Unai Núñez es diferente. El portugalujo lleva tiempo interpelando al club con una pregunta muy vieja. ¿Qué hay de lo mío? No está conforme con los minutos que le ofrece Garitano, que prefiere a Yeray antes que a él. Y no quiere continuar así. Quiere jugar. Hasta aquí, todo normal. Lo que ya no son tan normales son las decisiones que está tomando para revertir su situación. Primero fue su negativa a aceptar la renovación del club, presionando con supuestas ofertas del extranjero que, por lo visto, no han llegado. Y ahora sale con la petición surrealista de que le cedan, sin tener en cuenta -es lo que tiene mirar más al propio ombligo que al equipo- que Garitano no puede prescindir de él y quedarse sólo con dos centrales.

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