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El mercado del fútbol es una locura a la que no conviene prestar demasiada atención. Si uno no quiere terminar el verano con la cabeza como un bombo, como si se hubiera pasado toda la Semana Grande sentado en una silla de playa junto a ... una de las tómbolas del Parque de Etxebarria, debe controlar el consumo de información sobre fichajes, cesiones, compra-ventas y alquileres de futbolistas. Hay algo en este gran zoco, sin embargo, a lo que es muy difícil sustraerse. Al menos para mí. Me refiero a la observación de la manera tan imprevista y fulminante en que puede cambiar la vida de unas personas, los jugadores en este caso.
El caso de Unai Simón me pareció de lo más interesante. El miércoles 15 de agosto se encontraba todavía en el Elche, donde iba a jugar cedido. El chaval estaba contento, haciéndose a su nuevo destino. Supongo que ya habría empezado a probar los dátiles y el pan de higo. Cinco días después, se encontraba en San Mamés, titular con el Athletic en el estreno liguero del equipo de Berizzo. En su lugar, algunos nos hubiéramos tenido que pellizcar para creer que no estábamos soñando.
Otro caso que me tiene intrigado es el de Mariano, el delantero del Real Madrid que fue traspasado al Olympique de Lyon la pasada temporada. No sé cómo será la personalidad de este jugador, pero salvo que sea muy humilde y descreído, con un ego perfectamente controlado, lo imagino a estas horas levitando, a punto de volar de satisfacción y orgullo. Piénsenlo bien. Hace unas pocas semanas estaba en Lyon. Había hecho una buena temporada en Francia, pero tampoco como para que los grandes clubes europeos se enzarzaran este verano en una pelea por él. El Sevilla se interesó por sus servicios y al jugador se le abrió el cielo. Era una opción magnífica. Cuando el fichaje parecía hecho, sin embargo, el Madrid se interpuso de repente en la operación. Fue el propio Lopetegui el que llamó al jugador para animarle a volver. Mariano alucinaría. Y más ayer, leyendo la prensa durante el desayuno. «Con Mariano todo encaja. Su fichaje es la pieza que falta en el puzzle del Madrid», titulaba 'Marca'. En fin, que era imprescindible, la clave de bóveda, el hombre necesario, el aporte vital. ¡Y él sin saberlo!
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