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Quizá me equivoque, pero me apostaría todas mis posesiones en la Polinesia francesa a que la palabra consenso se va a poner de moda en ... el Athletic durante las próximas semanas. El consenso, de hecho, vendría a ser el eje vertebrador de esa candidatura de unidad que, según diversas fuentes, intentan promover desde el club los directivos que pretenden dar continuidad a la obra de Josu Urrutia, entre ellos los tres pesos pesados: Javier Aldazabal, José Ángel Corres y Alberto Uribe-Echevarría. En fin, que frente a las discusiones, zancadillas, críticas y disensos de todo tipo que suelen darse en las campañas electorales, ahora se buscan acuerdos transversales y amplias conformidades... Nada de urnas disolventes: unidad.
Cómo no celebrar esta llegada otoñal del consenso, que es una de esas palabras totémicas ante las cuales uno sólo puede rendirse de inmediato si no quiere ser visto como un personaje tóxico. Sucede lo mismo con diálogo, igualdad, justicia... Son palabras de un valor superior, como las canastas de tres puntos de nuestro léxico, y el mero hecho de matizarlas o mirarles las entretelas se convierte siempre en un deporte de riesgo. Más allá de presenciar algunos partidos del Athletic, la verdad es que no suelo practicarlos –los deportes de riesgo, digo–, ni tengo previsto hacerlo. Es más, como tantos otros aficionados rojiblancos estoy dispuesto a salir al balcón y lanzar hurras al consenso en un momento como el actual, con el equipo en el alambre y unas expectativas de futuro tan inquietantes que al valiente candidato a ocupar el sillón de Ibaigane parece que hay que buscarlo como Diógenes buscaba un hombre honesto en las calles de Atenas.
Ahora bien, supongo que al menos podremos expresar un deseo. A muchos nos gustaría saber cuáles van a ser las bases sobre las que se va a construir ese consenso, en qué va a consistir ese acuerdo de amplio espectro. ¿Tendrá que ver con la gestión deportiva del club? ¿Con un nuevo proyecto para Lezama? ¿Con la política de comunicación? Lo digo porque, tal y como están la cosas, sería bien triste que sólo se trate de un reparto de sillones, una operación cosmética, vacía de contenido, que consista simplemente en meter unas caras nuevas en la junta para dar buena imagen.
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